En el nombre de ella

6.- DENEB

—¡Ramírez!                    

Salté de la cama al escuchar el grito de mi madre proveniente de la cocina. Siempre era lo mismo para los fines de semana, gritar a todo pulmón nuestro apellido, para que bajáramos a desayunar.

—¿Qué crees que haya hecho mamá de desayunar? —pregunta Luis desde su cama.

Esa era lo malo de compartir cuarto con tu hermano, él verlo en paños menores y con una situación matutina que se vuelve extraña. A pesar de que ya no éramos los niños con cara de nopales a los cuales les apestaba los pies, las axilas y la cola, la concentración de macho alfa se quedaba, y era repugnante cuando su aroma de él predominaba.

Y volviendo al tema, porque me acabo de desviar. Es que siempre tienes a ese grano en el trasero llamado “hermano” que no te deja en paz.

—Ardillas al carbón —contesté.

Luis entorno los ojos y bufó.

—Podrías una vez en tu vida contestar sin sarcasmo —me indica.

—No —está a punto de decir algo filosófico sobre la manera correcta de comunicarse pero prefirió guardárselo, porque sabía que no serviría de nada—. ¿Por cierto las rosas te ayudaron a coger? ─inquiero.

—A veces pienso que eres…

—¿Hermoso, bello, perfecto? Por supuesto, eso ya lo sé. No has escuchado eso de que el primer hijo siempre sale feo porque es la prueba y el segundo ya es lo mejor.

Recibo un almohadazo, que me hizo rodar en la cama. Carcajeé. A veces es una nena.

—¡RAMÍREZ!

Y ahí estaba de nuevo el grito de mamá.

Me levanté corriendo colocándome una bermuda y una playera que aún se encontraba limpia, eso lo sé porque no apestaba. 

Me apresuré a bajar a desayunar, antes de que mamá terminara subiendo y tuviéramos que enfrentar la furia del dragón.




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