─¿Cuál es tu nombre? ─me preguntó.
A pesar de que no parecía querer lastimarme, mi instinto de querer huir estaba latente.
Félix me había dejado tirada después de no aceptar beber algo que sus amigos me ofrecían. Me negué al saber que tenía algo en el fondo del vaso, pero se enfureció cuando le pedí de favor que me llevara a casa y, explotó cuando le dije que no coqueteara con otras chicas frente a mí, cuando sus amigos intentaban drogarme frente a sus narices.
Así que aquí estaba. Llorando por él, pero me fue interrumpido mi dolor por este extraño chico. Que por alguna razón me sonaban sus rasgos.
─Iridna.
─¿Irina?
─Es Iridna. Con “D” de dedo.
─Mucho gusto, Iridna con “D” de dedo ─intenté sonreír, pero fue más una mueca.
Me tendió su mano y la estreché.
─¿Cuál es tu nombre? ─ahora fui yo quien preguntó.
Intenté guardar para mí, mi asombro sobre mi pregunta. Tener una conversación con él, y que no fueran mis padres o hermano, era algo nuevo.
─Las chicas hermosas huyen cuando digo mi nombre.
─Yo no soy ninguna chica hermosa.
Sus labios se levantaron mostrando un hoyuelo, por extraño que fue, me sonrojé. Pero no lo notó porque mi cabello estaba pegado a mi rostro.
─Tienes razón ─ese momento las palabras de Félix, vinieron a mi mente, pero todo cambió cuando dijo lo siguiente─: Eres más que eso.
Y por primera vez en mucho tiempo, escuché a mi corazón bombear, dándome cuenta que estaba muriendo en vida. Y que ese chico de nombre desconocido para ese entonces, me hizo latir.