Siempre fui consciente de lo corta que es la vida. Y no sólo lo digo en el sentido de vida-muerte, sino en las situaciones que pueden cambiar todo tu panorama. Hace unos días era un joven que quería ayudar a su amiga, además de ser testigo de un enfermo y retorcido amor. Y ahora soy un convicto con cargos sobre el animal que destrozó a Iridna.
¿Dónde está el bien para los buenos? ¿Acaso me había vuelto igual que él en el momento que mi puño impactó en su rostro? ¿Merecía esto?
La verdad dejé de preguntarme cosas estúpidas y asumí mí responsabilidad sin bajar la cabeza.