Lloraba. No por miedo, ni por decepción, está vez tampoco era por Félix. Era por mí, por lo que fui y lo que no llegaré a hacer por ser cobarde.
¿Por qué?
Quería que el tiempo por un momento se detuviera, y me diera permiso de echar un vistazo al pasado, mirar cada una de mis decisiones y eliminar las incorrectas, como una de ellas: conocer a Félix. ¿Por qué él? ¿Por qué tenía que conocerlo? ¿Qué fue lo que me atrajo?
La cama se hunde, y me llevo una mano a la boca aunque sea tarde ya que la persona se ha dado cuenta que he estado llorado.
—Hermanita, ¿quieres hablar?
Es la primera vez que lloro desde que desperté en hospital. Es la primera vez que lloro por mí misma. Es la primera vez que todo me pasa factura y es horrible. Puedo sentir que voy a morir en cualquier momento.
Cuando intenté suicidarme no lo dude en ningún segundo. Pero la enfermera me encontró momentos después y me ayudó. Me enojé tanto, le grité que me dejara ir, pero no lo hizo. No hubo una segunda vez porque no se despegaron de mí.
Pero ese chico insistente, tuvo algo que ver. Su insistencia y el que volviera a enfrentar a Félix, fue una bofetada a la realidad, me sacó del agujero y me enseñó que puedo encontrar luz.
Hay noches que puedo sentir las manos de esos asquerosos, escuchar las palabras sucias que me decían. Puedo sentirlo y me doy asco. Pero no puedo recordar sus caras y eso me vuelve loca. Pero nunca lloré.
Pero ahora lo hago y todo vuelve a mí como un impacto mortal.
—Te amo, Iridna. Eres mi hermana y me siento tan mal de no protegerte. ¿En qué momento creciste y el mundo te comió? No fui el hombre que soñaste que fuera y no podré serlo cuando no te cuidé. Debí estar al tanto de ti, pequeña. En verdad lo lamento.
Siento sus brazos a mí alrededor y por unos minutos lo dejo.
—No es tu culpa —gimoteo.
—Claro, que sí.
Mi hermano me abraza hasta que me quedo dormida, haciéndome recordar cuando era pequeña.
Desee que esa noche mis lágrimas y el abrazo de mi hermano me curaran como cuando era niña, deseaba de corazón que no hubiera dolor, pesar, ni asco por mí misma. Pero no, aún seguía ahí, doliendo.