En el nombre de ella

48.- DENEB

—Ahora vas a comenzar a hablar.

Puedo ver en los ojos de mamá la preocupación y a pesar de que lo oculta en esa mascará de enojo, sé que le caló mi desaparición temporal.

Di al hospital después de que esa bola de cobardes me golpeó. A pesar de que les di batalla, me doblegaron, pero fue gracias a dos hombres que  venían en un camión repartidor de cerveza, que me ayudaron a ahuyentar a esos malditos. Él y su colega llamaron a una ambulancia. Yo no quería, estaba consciente y sólo me sentía muy adolorido, pero me encontraba bien. Aunque la sangre en mi cabeza, rostro, no ayudaban nada a las palabras que salían de mí.

—Fui asaltado.

—¡Deneb! —me llama mamá—. Ya no mientas más.

Vi cómo le temblaron las manos al decir aquello.

—No hagas eso, no le mientas a mamá ―mi hermano menciona con irritación.

Las palabras dicha por él dolieron, y más cuando vi los ojos cristalinos de esos preciosos ojos.

Tenía razón, ya no podía seguir mintiéndole.

—Fue Félix.

La mención de ese nombre bastó para que mamá llevará una mano a sus labios y cerrara los ojos. Luis me dedica una mirada llena de preocupación, y la conversación que tuvimos por última vez vienen a mi mente.

No puedo culparlos. Están preocupados.

“—Quiero que te alejes de esa chica.

¡No lo voy a hacer!”

Y asustados. Su hijo y hermano, fue encerrado y procesado por intento de homicidio. En verdad no me puedo hacer una idea de cómo si sintieron. Imagina creer que conoces a tu hijo y de la nada seas llamado para saber eso. Y que conozcas que lo desató una chica la cual, no conocías. Bueno, mi hermano sí. Pero no creyó que llegara a enloquecer.

—¿En qué momento te metiste en problemas, hijo? ―inquiere mamá―. Yo sólo quiero una vida tranquila. Cuando tu padre falleció lo único que quería era protegerlos, encerrarlos en una caja de cristal. Pero no sé en qué momento se rompió y el mundo comenzó a lastimarlos.

Hieren esas palabras. La muerta de papá es algo que no se toca, no porque fuera un tema prohibido, sino porque él falleció a manos de una persona que quiso desasearse de un testigo. Él había presenciado un delito.

—Lamento en verdad todo lo que te he hecho pasar, mamá. Te juro que no lo hago adrede.

Camina hasta colocarse a lado de la camilla.

―Lo sé, hijo. Eres un hombre con un gran corazón, pero lo que hiciste no fue lo correcto. Debiste dejar que las autoridades se ocuparan.

―Las autoridades no han hecho nada ―replico.

―No, pero tú estás en el ojo de un huracán ―manifiesta mi hermano―. Y estás logrando que nos devaste, Deneb.

―Es mi amiga…

Tomo un respiro.

—Iridna es tu amiga, pero nosotros somos tu familia ―dice, haciendo que algo en mí duela.

―¿Y eso significa que no debería importarme? ―cuestiono con un tono que en verdad no quise usar, pero me es inevitable cuando mi hermano a dicho aquello―. Iridna es una chica que pertenece a todas aquellas mujeres que son olvidadas, pero la etiqueta que les da siempre sigue intacta, mientras los malnacidos que la hirieron siguen ahí fuera. Sintiéndose unos malditos Dioses. Sé que no soy el correcto para dar justicia, pero créeme que cuando no la hay, la única son tus manos.

―Lamento si di a entender algo ―expresa con arrepentimiento y lo creo, porque puedo verlo en sus ojos―. Creme, hermano, me siento muy orgulloso de que tengas los pantalones bien puestos. Pero a veces… debemos estar preparados. Y nosotros no lo estábamos. Ella te arrastró a algo desconocido, tú quisiste sacarla, pero ella se negaba hacerlo. No puedes hacer nada cuando la persona no lo acepta. 

—Hijo, ella va a necesitar mucha ayuda.

—Lo sé mamá. Iridna ya lo acepta y está dispuesta a hablar… todo. Eso es un gran paso para ella.

—Lo es ―me da una sonrisa de boca cerrada.

—Vamos a apoyarte, porque no podemos hacer más que eso ―Luis se acerca hasta llegar a nuestro lado. Coloca las manos en los hombros de mamá―, pero debemos movernos. Ese chico quiere venganza, y créeme que ese loco no lo dejará pasar.

Tal vez en el momento en que golpeé a Félix, no pensé en algo más que en matarlo. Y no pensé en las consecuencias. Y hablando más allá de las consecuencias como ir a la cárcel, estaba todo como el dolor en mi familia, mi libertad y que ensuciaría mis manos. Ta vez lo último no me importaría porque gente como él no debe existir, pero… mi apoyo, mi atención para que ella vuelva a lo que era, debes ser mejor que estar encerrado.




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