En el nombre de ella

50.- DENEB

Lo primero que hice cuando me dieron el alta, fue ir a casa. Y mi mamá al ver que estaba bien, fui al hogar de Iridna, ya que me comentó mamá que los padres de ella estuvieron marcando para saber de mí. En verdad esos señores eran un amor, eran muy dulces conmigo y a pesar de lo que estaba viviendo ella, ellos se mantenían fuertes, porque eran los pilares que iban a sostenerla ahora que volviera a salir.

―Dios, hijo. Tu madre me comentó que estabas herido. ¿Qué haces aquí?

A pesar de su pregunta, me invitó a pasar. La señora tenía la frente a perlada, me imagino que se encontraba cocinando ya que traía encima el mandil que usa.

―No fue nada.

―¿Cómo no lo va ser? Si ese maldito fue el culpable ―no me sorprende su respuesta ya que es muy seguro que mi mamá la haya puesto al tanto de lo que me sucedió.

―Sí, y quiero hablar con Iridna. Hay algo que descubrí, creo que sé quiénes son los malnacidos que participaron… ―el pensar en ello, esos desgraciados me dan asco―. No sé sus nombres, pero puedo describírselos a ella, y podrá saber quiénes son.

Le conmociona mis palabras ya que se queda un buen rato mirándome ausente, hasta que una sonrisa triste aparece.

―¿Quiénes son? ―pregunta, trémula.

―Eso es lo que quiero saber, porque si ella los identifica podríamos enjuiciarlos, y Félix no se iría solo.

Una exhalación de alivio sale de sus labios.

Sé que puede que sea una esperanza muy vaga, pero me quiero aferrar a todas la que sean posibles.

―Ahorita ella no está. Salió con Saúl.

―¿Cómo que salió? ―me sorprendí al saber eso.

Sonríe.

―Iridna, quiso ir por algo que necesita en la universidad. No sabes lo alegre que me sentí cuando quiso salir. Mi niña salió. No le dio miedo ―toca su pecho al decir aquellas preguntas―, podría ver el miedo es los pequeños ojos que tiene, pero fue valiente. Mi bebé fue valiente, Deneb.

Ahora entendía porque sonreía, y yo lo hice. Le costó salir tanto, aún le va costar, pero esto, es dar un paso de gigante, y me alegra.

―No deben tardar ―vuelve a recordarme―. Toma asiento, mientras regresan. Yo iré a la cocina, sino se pegará lo que tengo.

―Sí, no se preocupe.

Saco mi celular para perder el tiempo mientras espero. Hasta que el teléfono de la casa suena. La madre se apresura a llegar ya que el aparato está cerca de donde estoy, yo no me atrevo a contestar porque sería maleducado.

Me sonríe la señora y toma el teléfono.

En segundos, su rostro se desfigura. Sus labios se vuelven una fina línea.

Sé que algo malo pasa, y el nombre de Iridna llega de manera inmediata.

Sólo bastó eso para que la base que se estaba forjando para que ella ―la chica de cabello largo que ahora es corto― se apoyará, se hiciera polvo en segundos.




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