Se colocó una orden de búsqueda. Su hermano y padres movieron mar y tierra para saber dónde estaba. Cada segundo contaba.
Hasta que alguien mencionó que las cintas de las cámaras de la ciudad fueron enviadas para ver a dónde se dirigía el auto, después de que fuera sustraída. Entre llantos y gritos la familia exigía que dieran con ellos.
Llega a nosotros un hombre uniformado, informándonos que las matricula no era visible, pero al pedir ayuda en las redes sociales, alguien indicó el lugar donde posiblemente ese hombre estaría.
Así que una vez más, volví a salir ciego del dolor.