Estela
—Qué horror…—Exprese mientras me seguía mirando el cuerpo en el espejo del baño. No creo haberme visto en este estado nunca, normalmente eran algunas cicatrices finas que se podían cubrir con facilidad, pero estas…, se ven más profundas, como si deseara haberme rajado. ¿Desaparecerán? Supongo que no todas. <<Es momento de que te ayude a descubrir tu verdadero propósito aquí.>> ¿De qué hablaba esa loca?
Tocaron la puerta—. Señorita Estela, ¿está lista? —preguntó Armando.
—En un minuto salgo—avise y termine de colocarme la sudadera antes de salir. Hoy, por fin me dieron el alta.
—Su medicamento. —Entrego una pequeña bolsa—. Cristian me dijo que se quedara en nuestra casa. —Señalo un coche que supuse era suyo.
—…Si, pero solo será por unos días para no molestar. También buscare trabajo. —No quería que pensara que me estoy aprovechando de mi noviazgo—. Y, ayudaré con los gastos.
Me miró—. No se estrese por eso. Dudo que haya problemas con el dinero. —Volvió a mirar su móvil—. Además, nos agrada. —Lo vi impactada. Pues, no me esperaba que confiara en mí tan pronto. Le sonreí a lo que extrañado preguntó—: ¿Qué? —Arqueó una ceja.
Pude ver con más detenimiento el color de sus ojos; son azules, estoy segura que con manchas violetas que logran resaltar gracias a su cabello un poco largo peinado hacia atrás color grisáceo. Ahora entiendo porque a Dani le gusta—. Si tienes corazón, aunque no lo parezca.
—¿Gracias?
Reí.
—¿Estela? —Ambos nos detuvimos. Volteé y me sorprendí de ver a Diana corriendo en mi dirección—. ¡¿Vienes del hospital?! —Comenzó a inspeccionarme—. ¿Qué te paso?
Axel le toco el hombro—. Tranquila, bonita.
—Ustedes dos, ¿qué hacen aquí? —cuestione y Diana me mostro la palma de su mano, la cual mostraba un vendaje recién hecho.
—Un pequeño incidente—dijo con cara de ángel.
—La tonta se cortó picando fruta—delato Axel.
—¡Oye! —quejó.
—¿Son amigos tuyos? —inquirió Armando.
Tanto Axel como Diana lo visualizaron curiosos como dos gatos adorables que podrían atacar en cualquier momento.
—Si—respondí—. Les presento a Armando, es un familiar de Cristian.
—Mucho gusto. —Saludo Diana de mano mientras hablaba demasiado deprisa—. Le agradezco mucho por cuidar de mi amiga. Se que es algo necia, pero linda persona, ¿verdad? Y aunque le diga que la deje sola o que todo está bien, es mentira. Ya sabe cómo somos nosotras las mujeres, ¿no? Siempre tratamos de hacernos las fuertes en una sociedad que se rige por pensar que necesitamos de una figura masculina para hacer cualquier cosa cuando en realidad todos somos capaces de llevar a cabo diferentes tareas si nos lo proponemos, aunque, claro….
Armando solo le asentía a todo lo que le decía. Yo deje de escuchar cuando comenzó a tocar el tema que enseña la película de Mulán. Mientras Axel solo le inclino la cabeza y formulo un tranquilo—: Hola.
—En fin. —Diana me tomo de las manos al terminar su largo discurso—. Y, ¿Cristian? —Levanto las cejas en modo de cómplice.
—Tuvo que viajar a Alemania por cuestiones personales—conteste.
Diana sonrió y aplaudió—. Entonces, tienes tiempo.
Dude si era pregunta, así que conteste un ligero—: Sí…
Reforzo su agarre—. Vamos a mi casa.
Eso en definitiva no fue pregunta—. ¿Eh?
Sin más me jalo del brazo. Voltee para ver a Armando, el cual solo nos seguía en silencio. Supongo que no había problema.
******
Después de unos minutos dentro de la casa, todo fue un completo desastre.
—…Abre…la ventana…—suplique a Diana, quien seguía sin moverse. Pero al final lo termino haciendo Armando—. A fuera…—incite a los demás. —Salimos de la cocina para dejar que saliera el humo por las ventanas.
Diana seguía cabizbaja y con sus ojos llorosos—. Lo siento. —Sujeto su brazo con su mano opuesta. Conocía ese gesto muy a menudo por parte de ella, estaba sobajándose así misma—. Soy inútil. —Se desplazó una lagrima por su mejilla, la cual limpio con rabia.
Una parte interna de mí quería acercarse y decirle que no pasaba nada, que tenía solución. Pero, otra ni siquiera planeaba aproximarse y me recordaba aquel incidente del vestido junto a las palabras de Emili. << Si tanto te quiere debería decir la verdad.>>
Negué con la cabeza en silencio. Tenía que alejar aquellas emociones negativas, porque con Diana todo estaba bien, o ¿no? La miré, aún tenía su cara triste y llena de salsa de tomate. Sonreí. Sí. Estamos bien.
—No pasa nada bonita—animó Wood limpiándole el rostro con su pulgar—. Es comida. —Encogió los hombros.
—Si, pero…
Le arroje un mandil—. Anda ya—le dije—. ¿Te darás por vencida así de fácil? —rete.
Ella sonrió aceptando el desafío y coloco su mandil—. No soy como tú. —Corrió directo a la cocina dando risitas.
Si. Bastante bien. Cállate conciencia. Esa expresión fue en tono de burla. Ella no sabe qué ha pasado con mi vida a lo largo de todos estos años.
—¿Señorita? —llamó Armando, haciéndome reaccionar—. ¿Pasa algo?
Volteé a verlo y le sonreí—. Nada. —Caminamos en la misma dirección que ellos.
—Es en trozos pequeños, ¿lo ves? —Le explicó Axel como cortar el jitomate para la lasaña que intentamos hacer.
Note como a Diana le costaba un poco mover su mano derecha así que la aparte. Arremangue las mangas y sujete el cabello en una coleta alta—. Deberías descansar o esa mano va a empeorar. —La señale con la mirada—. Tú deja el trabajo de hoy para nosotros. Después te enseñaremos con más calma.
Su expresión de sorpresa se expandió en una gran sonrisa—. Gracias Esti. —Sostuvo dos de las tazas de té que había preparado para nosotros mientras le hacía un gesto a Armando para que la acompañara a la sala. Con un gesto también lo anime a ir con ella.
Wood me dio la espalda—. Ya que tú cocinas. —Intento escabullirse.
—¿A dónde vas, rata tonta? —Sujete del cuello de su camisa.
Giro la cabeza con el ceño fruncido—. ¿Rata?
Enarque una ceja—. En serio, ¿eso te ofendió más que tonto? —Lo solté.
Se recargo en la estufa, ignorando que Diana la había dejado prendida—. Tolero tonto, más no, rata.
Gire con la lasaña lista para meter al horno—. Wood.
—¿Mm?
—Si no te mueves de ahí, serás una rata quemada.
Al instante se percató de la manga de su camisa incendiándose. Corrió al lavabo y abrió el grifo desesperado mientras le soplaba. Se me salió una carcajada.
—Ja, ja—dijo irónico—. Mucha risa, ¿no?
Me quite los guantes de cocina antes de responder—. La verdad, sí.
Resoplo. Luego se mantuvo callado por unos minutos mientras la lasaña se cocía. Sentí su mirada clavada así que lo vi de la misma forma—. ¿Qué piensas? —curioseé.
Bajo la cabeza, negando, como si se hubiera arrepentido, pero, después volvió a mirarme—. ¿Qué te paso?
Fruncí el entrecejo, confusa—. ¿A qué te…? —Entonces un aire frío me invadió el pecho. Mierda. Había olvidado mis brazos. Baje las mangas deprisa como si pudiera retroceder el tiempo con ese gesto. Por suerte Diana no se dio cuenta, o quizá sí. Suspiré. De nada sirve ocultárselos, algún día lo verán y tendré esta misma conversación una y otra vez con cada persona que se dé cuenta. Me detuve a analizar de nuevo los brazos sin descubrirlos—. Parecen intentos de suicidio, ¿no? —Asintió con lentitud—. Ojalá fueran eso. —Me lleve las manos al pecho. Luego lo visualice, él seguía esperando una respuesta. Supongo que está bien. Marcela ya se encuentra tras las rejas, dudo que Wood haya sido o sea un aliado suyo.
—¿Fue…? —dudo unos segundos—. ¿Fue Cristian…?
—¡No! —conteste al instante.
Soltó un aire aliviado. Sonreí de lado. En verdad le preocupo. <<La quiero como una hermana menor a pesar de que es un año mayor>> Yo, también. Por ello, pienso que se ha ganado el derecho de saberlo porque es…mi amigo. Mi primer y verdadero amigo. Respire profundamente—. Me… me las hizo mi madre.
—¡¿Qué?! —Parecía haber entrado en estado de shock.
Sin rodeos Estela, sin rodeos—. ¿Recuerdas que te dije que protegía a Cris de una persona?
Analizando las cosas se respondió así mismo—. Era ella.
—Si—reafirme. Sostenía sorpresa y horror en su expresión—. Por suerte, Cristian me salvo. —Se me formo una sonrisa al mismo tiempo que sentía calidez en el corazón—. Ahora, estoy a salvo. —Al mencionar la última palabra él se sobresaltó, en cuanto noto la confusión de mi rostro trato de disimular la acción tomando agua rápidamente, no obstante, la incertidumbre era clara—. ¿Qué sucede?
Negó—. Nada.
Apunto de insistir Diana entro a la cocina—. ¡Huele delicioso!
—¿Verdad? —preguntó Wood sin esperar respuesta—. Mi hermanita tiene buen sazón.
Tal vez solo fue mi imaginación—. Ya casi está listo—avise—. Y, ¿Armando?
—Se quedó dormido en el sofá.
El pobre debe estar cansado después de tanto.
—¿Lo despierto? —preguntó.
Negué—. Dejemos que duerma un poco. —Comencé a colocar la mesa y sorprendentemente Wood se aproximó a ayudarme—. En cuanto despierte le daré de comer si no te molesta. —La visualice, notando que tenía una mueca inconforme. Quizá sí le molesta que él este aquí—. Es buena persona. —Guardó silencio, por lo que me obligue a explicar, siempre lo hago cuando estoy nerviosa—, no daremos molestia. Después de cenar nos iremos.
Si él no era bienvenido en esta casa, yo tampoco. Además, ahora que lo recuerdo, Diana siempre fue así. Muy selectiva con las personas que se acercaban a ella. <<Tú puedes ser mi amiga porque te pareces a mí, aunque seas pobre.>> Mientras más lo pienso…más me pregunto porque estoy aquí. Sigue doliendo que la persona en quién más confié, sea al mismo tiempo la que más me menosprecio e inseguridades causo.
Claro, hubo momentos en donde podíamos ser amigas normales, llenas de energía, alegrías y confianza, pero de algún modo incluso de forma camuflada soltaba un comentario hacia mi persona; sin embargo, siempre he querido creer que es por culpa de sus padres, los cuales la educaron de esta manera. Quiero creer que Diana no es mala, solo está un poco perdida.
—¿Por qué se van tan pronto? —carraspeo—. La casa es tan grande que hay habitaciones disponibles para que se queden.
—Am, no sé.
—Esti. —Alivio su expresión—. No son molestia. Ya te lo dije, he cambiado.
Es cierto, Estela. Deja de olvidarlo. Ella es diferente. Tal vez, solo no he dejado ir el pasado correctamente.
El horno sonó, llamando la atención de todos. Coloque los guantes y saque la lasaña. ¡Cielos! Mis fosas nasales quedaron encantadas.
—¡Huele deliciosa! —anunció Axel. Luego, me miró enarcando una ceja y cruzando los brazos—. Pero falta probarla.
—Oh. ¿Me estas retando, rata tonta?
Se rio—. Apuesto diez euros a que no sabe tan buena.
—¡Hecho! —acepte mientras la servía—, perderás—asegure pasándole un plato que analizo unos segundos. Estaba jugando su rol de comensal rico y amargado como los que atendíamos en el restaurante. Partió un pedazo provocando tensión en el ambiente en cuando lo olió antes de llevárselo a la boca, al instante sus pupilas se dilataron.
Arrugo la nariz—. ¿Cómo no lo pensé antes? —torno la voz de niño arrogante—. Claro que iba a saber rica, porque yo te enseñe.
Rodé los ojos—. Engáñate a ti mismo si eso te mantiene tranquilo, rubio—reímos—. Aunque, me debes diez euros. —Gire la cabeza en dirección a la chica que parecía perdida en sus pensamientos—. ¿Diana?
Ella reacciono—. ¿Sí? —sonrió.
—Siéntate a comer.
—¡Ven bonita! —llamo Axel—. Toma asiento a mi lado.
A saltitos llego a la mesa, dando un discurso de una de sus muchas aventuras a lo largo del mundo, sobre todo alabando a Alemania por sus increíbles estructuras en castillos—. En la ciudad de Cochem, se levanta uno de ellos desde el año 1000. —Axel y yo, continuamos expectantes de su narración dramática que ejercía con las manos—. Me contaron que fue construido por el conde Ezzo, o algo así. —Se llevo un bocado de lasaña antes de continuar—: Desde entonces, tuvo distintas funciones como fortificación militar, hasta que un gran incendio devastó a la ciudad y dejó al castillo en ruinas por casi 200 años. —Parecía sorprenderse a la par que nos contaba.
—Entonces, ¿solo viste las ruinas? —preguntó Axel.
Diana se limpio la boca con delicadeza—. No seas bobo. Obviamente lo repararon.
—¿El pueblo? —Me uní a la conversación.
—No. Me dijeron que un empresario poderoso lo compro. Desde entonces nadie tiene permitido acercarse demasiado. —Movió su tenedor exageradamente—. Creen, que hace cosas oscuras en ese lugar.
—¿Cómo qué? —inquirió el rubio.
Diana se inclinó a nosotros, contando lo que sabia como si fuera un secreto—. Experimentos humanos—susurró, ocasionándome un escalofrió en la columna vertebral.
Axel por su parte dejo de comer, lucía inquieto—. ¿Cómo dijiste que se llamaba el castillo?
Lo pensó un poco—. Algo con “R” ¿Reichsbu?
—¿Reichsburg? —cuestionó Axel, respirando de manera agitada.
—¡Sí, eso! —celebró Diana—. ¿Lo conoces?
Se abrazó así mismo con los ojos desorbitados. Dijimos su nombre un par de veces sin respuesta. Preocupada lo agite de los hombros—. ¡¿Todo bien?! —Mintió al asentir.
Se rasco el cuello incómodo—. Me dio terror de solo imaginarlo. —Se arreglo la garganta para tratar de disimular su voz temblorosa—. Sigamos comiendo, hermanita. —No me moví, era evidente que seguía ansioso. En cuanto iba a preguntar, me sujeto la mano con fuerza—: Por favor. —Por alguna extraña razón sentí familiar su tacto y a la vez, nostálgico, sobre todo cuando sus ojos grises suplicaron que me guardara las preguntas.
Me senté por completo en mi lugar—. Debería despertar a Armando. —Y como si lo hubiera manifestado apareció en la cocina, sosteniéndose a duras penas de los muebles—. Señorita Estela, ¿está aquí? —La palidez de su rostro me hizo correr hacia él—. Armando, ¿qué tienes?, ¿te sientes mal?
Diana y Axel también se acercaron—. ¿Llamo a una ambulancia?
—No es necesario—interrumpió Armando—. Tal vez he trabajado demasiado.
Y debe ser por mi culpa.
—No ha cenado, ¿verdad? —inquirió Diana. Él lo pensó un poco y al final negó—. Venga, señor—animó—. Coma con nosotros. —Wood saco utensilios para él y le sirvió. Pude ver extrañeza en su rostro.
Es igual de desconfiado que yo.
—Preparé lasaña—mencioné con la esperanza de aliviarlo.
Sonrió—. Entonces, será un gusto probarla.
Después de cenar le dimos una pastilla para su dolor de cabeza. Recomendé el quedarnos por una noche debido a su salud, por lo que acepto. Llevamos a una habitación de huéspedes y dejamos descansar.
—Si necesitas algo me avisas—dijo Diana antes de salir del segundo cuarto de huéspedes para mí.
—Gracias. —Cerró la puerta.
Me recosté en la enorme cama. Estaba agotada. Pasaron muchas cosas, tantas, que ni tengo ganas de pensarlas.
¡Es verdad! Debería llamar a Cris y decirle el estado de Armando—Agarre el móvil, pero lo volví a dejar a un lado al ver la hora—Son la una de la mañana, voy a ser una loca por llamarlo a esta hora. A parte, hablamos al medio día. Sigue pasando tiempo con su abuela, aunque le cuesta volver a tener ese vínculo y aun no le ha dicho su enfermedad, ¿será algo grave? Espero que no. Porque Cristian puede fingir odiarla, pero, en su interior, puedo ver cuanto la ama.
Extraño mucho a mi querido pervertido—Abrace la almohada—Sí que estoy loca por él. Solo ha pasado una semana y siento ansias por verlo—Di un aplauso para que la luz se apagara.
—Descansa mi amor. —desee, presionando la pulsera.
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Editado: 06.01.2025