En el nombre del amor; cicatrices

Capítulo 16

Estela

Volar es el sueño de algunos y el terror para otros; yo soy más de la segunda parte—. Me juras que esa cosa no se va a caer. —Señale con horror el avión. Armando quién iba más centrado en sus propios pensamientos no dijo nada, solo subió las escaleras tranquilamente e hizo un gesto con la mano para que lo siguiera. Inhale. Exhale—. Por Cristian. —Deje que mis pies avanzaran por sí solos, agarrando valor en el proceso.
Una azafata muy hermosa de tes morena y pecas nos recibió en la parte de arriba—. Bienvenida señor Armando—lo saludó con una tierna o incluso tímida sonrisa antes de pasar un mechón de su oscuro cabello por detrás de su oreja—. Me alegro de verlo. —Sus ojos de un marrón claro parecía lucir brillante ante la presencia de Armando. Es claro que siente atracción por él.
—Ha pasado mucho, Julieta.
Vaya, pero que buen nombre para una mujer con tal belleza.
Ella le sonrió. Luego me dirigió la mirada con la misma expresión cálida que solo hacia reflejar un poco las imperfecciones de su edad—. Bienvenida usted también señorita Wil…
—¡Estela! —interrumpió Armando en un grito que resonó a nuestro alrededor. Con la confusión de ambas tocio incómodo—. Su nombre es Estela—compuso más calmado.
—Oh, sí. Es cierto, Arm. —Pareció recordar algo como si fuera un secreto entre amigos—. Pero, ¿qué me pasa? Debe ser el calor—rio—. Señorita Estela y señor Armando, adelante por favor—invitó.
Supongo que gracias a la conexión que tiene él con Julieta, es que pudo conseguirnos un vuelo a Alemania con tanta prisa y sin necesidad de hacer alguna reservación o fila para los boletos. Seguimos a la mujer hasta la parte trasera del avión que lucía mucho más elegante que la parte anterior. No sabía si se trataba de una zona VIP. Aunque es muy extraño, no hay ninguna otra persona en las demás cabinas…oh, bueno, a excepción de los dos copilotos que están charlando a gusto sentados en los grandes asientos blancos. En cuanto nos vieron se levantaron casi asustados por ver el entrecejo fruncido de Arm. Julieta negó riendo.
Después la atención se posó sobre mí. Me sobresalte confusa por la forma en cómo me analizaban como un raro espécimen—. Buenos días.
Jul puso las manos sobre mis hombros, generando otro sobresalto—. Es una invitada especial, compórtense.
Asintieron nerviosos aún con los asesinos ojos violetas de Armando—. Buenos días señorita, Wilson—dijeron a la par.
Parpadee perpleja—. ¿Ah…? —alcance a formular.
Ahora, Armando era quién lucía una cara de susto. Después suspiró—. Tienen instrucciones. Deprisa. —Los dos se acomodaron su corbata mientras se dirigían a su puesto, no sin darle un guiño coqueteo a Jul, la cual solo rodo los ojos y buscó un indicio de atención de Armando, pero este ya se encontraba sentado, lanzando un aliento cansado. Sin decir nada me senté en el otro extremo.
—Es ella…
—¿Segura?
Susurraban o eso intentaban, dos azafatas detrás de la cortina enfrente de mí, distinguiendo solo las sombras de su figura femenina de tacones altos.
—Si. Escuche que le dijeron señorita Wilson.
Ese apellido. Ya lo había escuchado, ¿dónde? —mentalice un poco—Cierto. Cristian, unas cuantas veces lo menciono. Pensé que lo había inventado. ¿Por qué lo repiten aquí? Mmm. El único con respuestas esta tratando de ignorar el asunto—. ¿Quién es Wilson? —pregunté a Armando, el cuál abrió los ojos de golpe.
Encogió los hombros—. Una persona, supongo—intento hacerse el gracioso.
Cuando no es directo conmigo es seguramente porque me miente—. ¿Es otro secreto de Cristian? —Asintió. Suspiré—. Bien, esperare. —No es como si tuviera otra opción.
En serio, Cristian es todo un misterio. Creí que lo conocía. Tal vez… Los pensamientos sobre él se disolvieron en cuanto el avión despego e intente no clavar las uñas en el asiento. Después de un rato pude agarrarle el amor a estar sobre las nubes.
—¿Necesita algo señorita Wilson? ¡Digo! Señorita Estela—rio Julieta, apenada.
Dicen que la curiosidad mato al gato, podría ser verdad, pero un gato tiene siete vidas. Aprovechare una, ¿qué tan malo puede ser? —. ¿Quién es Wilson?
Dio un paso atrás de la sorpresa—. Emm. —Miró a Armando con necesidad de ayuda, a pesar de que se encontraba dormido. Apretó la comisura de sus labios.
—No te preocupes. —Esto es algo que no le concierne—. Está bien si no me lo dices. —Comprometer a una persona a revelar la verdad a costa de todo, es despiadado.
Su rostro se llenó de un alivio tan abrazador que me resultó extraño. Cristian suele verme de una forma parecida y me he acostumbrado a ello, pero aún se siente raro cuando un desconocido me muestra cierto cariño. No todos ni todo es malo, aunque si un poco quebrado—. La vi algo desanimada—dijo en un tono amable que provoco cayera rendida a otorgarle confianza.
—Sí—confese—. Estoy preocupada por Cristian.
Se sentó a mi lado con delicadeza, dejando un libro grande de pasta gruesa color madera sobre sus piernas—. Supuse que sería eso.
—Me imagino que lo conoces por Armando.
Asintió riendo—. Desde pequeño. Solía ser un chiquillo muy arrogante—contó haciendo una mueca graciosa—, luego cambió un poco en su etapa de rebeldía y hacía unos añitos que no lo veía, hasta hace una semana.
—¿Abordo este mismo avión?
—Claro. No tienen la necesidad de tomar otro.
Me guarde las preguntas o estoy segura que Arm., de inmediato despertaría como un zombi a llevarse mis oídos para que no escuchara los secretos de Cristian si no era de su propia boca.
Jul me extendió el libro—. Esto podría ayudarle a levantar su ánimo, dudo que haya problema con mostrárselo. —Lo sujete, inspeccionando la portada sin título ni ninguna letra—. Es un álbum de fotos.
Un álbum…—Acaricie la pasta, tentada en ver su contenido. ¿Sera buena idea verlo sin su permiso? <<Él jamás se lo contara.>> Me oprimió el pecho.
—Cuando viajo el joven Cristian hace unos días dejo este álbum, dijo que era de él y su amada.
Amada…si soy yo, ¿no? —Algo celosa lo abrí.
La primera foto era mía, diseñando el vestido del concurso. Viéndolo bien, aquel día fue nuestra primera cita. A lado tenía una notita azul cielo con su distinguida caligrafía: “Se ve preciosa al realizar lo que le gusta y también con ese conjunto.” Rei, en definitiva, era un pervertido.
—Supongo se dio cuenta que el personal de aquí la quedo viendo mucho, es porque husmearon en el álbum y la reconocieron; la novia del joven Cristian.
Parpadee perpleja—. ¿Por qué causo tanto impacto? Digo, Cris es guapo, de seguro tuvo muchas novias antes de mí.
—Le aseguro—se levantó—, que ninguna contó en verdad—marchó directo al área de bocadillos a traerme unos cuantos junto a un té—. Disfrute del viaje.
Sorbí el caliente y tranquilizante té de hiervas. Deje que el líquido me recorriera el cuerpo de manera satisfactoria antes de pasar a la segunda páginas. Se trataba de unas manos unidas, eran las nuestras. ¿Cómo la habrá tomado? También tenía una nota: “Su contacto se siente seguro, me gusta.” No pensé que le transmitiera la misma seguridad que él a mí. Una calidez me recorrió el cuerpo al pasar el dedo sobre la foto.
En la tercera era cuando me mostraba su reloj. Reí al ver la expresión sonriente de mi cara seguida de una sorprendida al darme cuenta que había sido fotografiada. “Aún desprevenida, te ves hermosa.” Al parecer Park tenía contemplado que algún día vería este álbum.
En la cuarta estaba alzando los brazos en la costa de Amalfi. “El día más divertido de mi vida.” Sonreí. El mío también.
En la quinta hoja venían muchas de tamaño pequeño; era yo con los vestidos que me probé con Emili. “No tengo palabras para explicar… ¡Lo preciosa que eres! Y por fin nos besamos.” La forma en como lo escribe, confirma que sí quería que lo leyera. Sonreí en rememorar nuestro primer beso.
Además de ser fotos, son recuerdos.
Luego venía nuestra cita oficial al convertirnos en novios que fue en un parque a comer helado, en donde terminamos embarrados por jugar. Otra a una cena en un restaurante. La siguiente fue de compras en un bazar, porque simplemente queríamos matar el tiempo. Parecen citas a lugares sencillos, pero es lo que me mantiene feliz, porque no importa el lugar, solo la compañía.
Después de varias hojas llegue a la última, nos encontrábamos los dos abrazados y dormidos en el hospital. “Daniel, gracias por la foto.”
—Creo que me robare esta. —La quite del álbum.
—Estamos a punto de aterrizar—avisó el piloto por medio del micrófono.
—Te voy a encontrar, mi amor. —Miré la foto con ternura y guardé en la funda de mi celular.
A punto de entregar el libro a la azafata, se resbalo una página entera. Levante y quedé impactada por lo que vi. Se trataba de dos fotos parecidas, pero con un ambiente distinto. En la primera se encontraban en un jardín japonés, creo es conocido como “La puerta al mundo”, el cual justamente se encuentra aquí en Alemania. En la imagen hay una mujer rubia y de ojos dorados, muy parecida a Cristian, entonces asumí que era su madre. En medio estaba Cris, sonriendo de oreja a oreja y de aproximadamente unos diez años. A lado de él está un hombre de ojos marrones demasiado oscuros, los cuales le provocarían terror a cualquiera, y tiene su cabello de un castaño claro—ahora entendía el color peculiar de cabello de mi novio—el hombre sonreía levemente, pero se le veía feliz; sin embargo, en la otra foto, ya no estaba la mujer y el hombre ni Cris sonreían, e incluso podría jurar que parecía una persona diferente a pesar de verse exactamente igual. Además, ambos estaban vestidos de traje, haciendo lucir algo nostálgica la foto, sobre todo en la expresión sombría de Cristian.
<<Él antes era como tú.>> Las palabras de Sebastián me vinieron a la mente. ¿Será que hubo un suceso detonador de su cambio?, quizá…, ¿relacionado con su madre?
—¿Todo bien, señorita?
Guarde enseguida las fotos—. Si, —Le entregue el álbum de prisa—. Gracias. —Fingí una sonrisa que no noto nerviosismo y se llevo el libro.
¿Acaso se trataba de su familia? De ser así, su mamá…, y eso explicaría los problemas que tiene con su padre. Me agite el cabello, frustrada. Me agobia no saber nada.
—Hemos llegado. Bienvenidos a Alemania.
No importa. Me incorpore—. Primero debo encontrarlo.
****
Al bajar del avión abordamos en auto rumbo al centro de Alemania, en donde se encontraba Dani esperándonos. Cuando llegamos me di cuenta que todo era un caos total, muchos hombres de negro corrían a los alrededores o en camionetas a máxima velocidad, acaso, ¿dieron aviso a la policía? Es lo mejor, mientras más gente busque podremos abarcar mayor territorio.
—Allá esta Daniel. —Señalo con la cabeza, se estaciono y ambos nos bajamos.
Caminamos un poco, apartando a los hombres que parecían rodear a Dani, en cuanto estuve a tan solo pasos de él me detuve, pues se encontraba demasiado exaltado y gritándole a los demás, provocándome un leve miedo por la forma en como apretaba sus puños.
—Daniel—habló tranquilamente Armando mientras se acercaba—. Cálmate. —Sujeto su hombro—, lo vamos a encontrar—este soltó un suspiro lleno de frustración.
Luego me miró con tristeza y regreso su vista a su amigo—. No sé dónde más buscarlo. —Se sujeto la cabeza—. Ya visualicé cada rincón sin éxito…—Comenzó a hiperventilar—. Se está repitiendo la misma historia. —Esa frase ocasiono que Armando llenara sus pulmones de aire para no perder la calma.
¿A qué se referirán?
Armando frunció su ceño para luego mirarme—. No Daniel—él imito su gesto—, ahora tiene un rayo de esperanza.
…Espero que así sea—. Busquemos de nuevo—dije—, en cada parte una y otra vez hasta encontrarlo.
Asintieron, pero mientras más pasaban las horas aumentaba el temor. En cuanto a mí, mi cabeza no dejaba de culparme “Ni siendo su novia puedes entenderlo o protegerlo.” “Siempre tan inútil.” “Cualquiera hubiera sido de mejor ayuda que tú.” Carajo… ¿Dónde estás? Trate de tranquilizarme para pensar mejor. Se supone que cuando una persona se siente mal busca un lugar en donde encontrar paz, ¿cuál será su lugar? …quizá…, si, puede ser—. Vamos al Jardín japones.
La expresión de confusión invadió los rostros de ambos, mientras Daniel paraba el auto de golpe y voltearon a verme a la parte trasera del coche, Armando me analizo por unos segundos—. ¿Viste algo?
—No hay tiempo para eso—regañe, aunque ninguno se movió—. Una foto, ¿okey? —acepte—, pero no entiendo todo el contexto, solo…es un presentimiento.
Intercambiaron miradas antes de que Daniel se pusiera en marcha de nuevo—. Hagamos caso a esa corazonada.
Tal vez suena tonto, pero juro que cada vez que nos acercábamos al lugar podía sentirlo, él estaba ahí, no había duda. En cuanto se estaciono, yo salí corriendo, dejándome llevar por la atracción parecida a un imán que me llevaba hacia Cristian.
El lugar era enorme, tanto que perdía las esperanzas y la luz no me ayudaba. Fue hasta que mis ojos captaron un puente pequeño color rojo, en donde el agua era una corriente ligera y las luciérnagas su compañía, un lugar justo para Cristian quién estaba en ese puente, con su mirada perdida, seguramente sumergido en sus pensamientos. Ahora entiendo porque no quiere que lo veamos así, se ve muy frágil, casi a punto de romperse, debe dolerle ocultarlo siempre con una sonrisa y es que a veces olvidamos que una luz surge de la oscuridad—. ¡Cristian Park! —grite. Él volteo quedando impactado por verme ahí. Luego visualizo lo que tenía en su mano, se trataba de una cerveza que me provoco un sabor amargo en la boca.
—Creo que me estoy volviendo loco—menciono en un suspiró triste—. Te necesito—dijo regresando su vista al cielo—. Te necesito Estela.
Podrá estar bebiendo, pero no es mi madre. Corrí directo a su cuello para abrazarlo—. Te encontré.
Por un momento quedo paralizado—. ¿Estela…? —murmuro y safo de mi agarre para corroborar que era yo, al estar seguro escondió la lata detrás de su espalda a pesar de que lo alcoholizado se le notaba—. Yo…—Parecía nervioso, creo entiendo el motivo.
Le sujeté las manos, él por su parte fue incapaz de mirarme cuando vi la bebida—. Tú no eres como ella—acaricié su rostro—, pero, por favor, deja esto—pedí, quizá de manera egoísta, pero esto no lo ayuda en nada, solo es un medio para olvidar o evadir las situaciones de la vida—. Te ayudare—sonreí, a lo cual pude notar que logro recobrar un poco la cordura.
—¿Por qué no estas abrigada? No puedo descuidarte ni un segundo porque tú…—lo interrumpí con un beso lento que fue tomando el ritmo de dos personas desesperadas, hasta que la falta de aire lo detuvo.
—Te extrañe. —Lo mire a los ojos—. Te extrañe mucho. —Se sonrojo mucho más allá del alcohol y me beso la mejilla, luego descendió al cuello—. Cris, no. —Detuve—. Pueden vernos.
Gruño—. Quiero reproducirme contigo. —Se recargo en mi hombro.
—¡Loco! —grite avergonzada—. Estamos en la calle.
Rio—. Entonces, ¿podemos reproducirnos en la casa?
En ese instante unas señoras comenzaron a soltar risillas al escucharnos.
Estaba que echaba humo—. ¡No digas eso en un lugar público!
Volvió a gruñir y dejo caer todo su peso—. Quiero dormir.
—Espera, eres pesado para mí. —Luchaba por mantenerme en pie.
—No se preocupen—habló sarcásticamente Daniel—. Ninguno de los dos se moleste en avisarme que están bien. — Cruzo los brazos mientras regresaba su respiración a la normalidad.
Cristian lo fulmino con la mirada antes de abrazarme con fuerza—. Lárgate.
—Cállate—rebuzno Armando—. Estoy molesto contigo.
Cris caminó hacia atrás. Me agarre de sus brazos para no caer y retenerlo—. No quiero verlos. —susurró. Pude sentir sus ojos humedecerse—. Ellos solo quieren que la perdone y finja que no me duele el que me haya abandonado para que pueda irse feliz de este mundo.
Ellos por su parte agacharon la cabeza—. Dejaremos el tema, pero vuelve a casa—pidió Dani.
Negó.
Perdonar a alguien por obligación es lo mismo a una mentira, y supongo, la señora Valeria no querría eso. En su lugar, preferiría que Cristian se encontrara bien, ante todo. Acaricie su cabello—. ¿Ya comiste? —pregunté.
Confuso, contestó mi pregunta—. No.
—¡¿Cómo es eso posible Cristian Park?! —fingí enojarme.
Palideció—. Es que…, no tengo hambre—habló como niño regañado.
—Eso no es excusa. —Caminé hacia la salida del jardín y justo como lo pensé él me iba siguiendo e incluso inconscientemente subió al coche. Los chicos aprovecharon la situación y echaron a andar el auto.
—¿Estas molesta? —preguntó tembloroso.
Parece un cachorro triste, haciendo que me arrepienta de tratarlo así, aunque es la única opción—. Si, porque no te cuidas.
—Amor. —En un movimiento ágil me atrajo a él, quedando yo sentada con una pierna en cada lado de su cintura—. Perdón. Me voy a cuidar.
—¡Cristian, están los chicos! —Eso le importo muy poco, pues pretendía llenar mi rostro de besos.
—Te amo muchísimo. —Abrazo de nuevo—. Si tu fueras una reina, yo sería tu esclavo para que me maltrataras.
—¿Qué cosas dices? El alcohol ya te afecto el cerebro.
Los chicos carcajearon.
—Nunca lo había visto así—burló Dani.
—Ni yo—apoyo su colega.
En serio, ¿está tan loco por mí? Cris me miró con tanta ternura que me derritió. Sonrió—. Ángel caído del cielo. —Me puse nerviosa ante el nuevo apodo amoroso. Me adoro con sus encantadores ojos color miel y exhalo con tanta paz que me contagio—. Por favor, cásate conmigo.
¡¿EH?!
—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? Tú, ¿acat…acab?—comencé a tartamudear—, ¡¿Qué has dicho?!
—¿No quieres? —Se le cristalizaron los ojos.
Santo cielo, ¿cómo es posible que en esta situación me parezca tan sexy?
—No es eso—acaricie su cara—. Es solo que estas borracho y no sé si tu propuesta es en serio.
—Mmm. —Hizo un puchero.
En serio, ¿me ama tanto como para querer formar un matrimonio conmigo? Lo miré detenidamente. Sí, en sus ojos veo esa respuesta. Sonreí.
—¿Serás mi esposa?
Esperare ansiosa el momento en que me lo proponga de nuevo con total consciencia, porque al final lo olvidará, pero mi respuesta será la misma siempre—. Cuando sea mayor de edad, me casaré contigo.
Su mirada se ilumino—. ¡Tendré a la esposa más hermosa del mundo! —celebró—. Prometo hacerte muy feliz, amor mío. Sin importar nada más en el mundo. —Me beso con mucha intensidad, obligándome a alejarlo o sentí que me comería viva.
—Calma esa salvaje lengua de una buena vez—exigí a baja voz.
—Espero no te moleste Estela, estaremos por un tiempo en la casa de Valeria en lo que arreglamos este asunto—avisó Armando.
Sosteniendo la boca de Cris para evitar sus labios contesté—. No hay problema.
—Bésame, bésame—pedía.
Si antes carecía de vergüenza, ahora ni la conoce.
Cuando llegamos mi novio se negó a salir porque se trataba de la casa de su abuela—. Quiero regresar a Italia—repetía, dando rabietas. En verdad es muy diferente a Marcela cuando consume alcohol.
—Tengo frio—mencioné con la ilusión de que entrara—, y hambre—pareció pensarlo—, también mucho sueño—mentí.
Saco su último enojo en un suspiro y me sujeto la mano para entrar. A pesar de que ya casi estaba cayendo dormido, decidí llevarlo a la cocina—. Siéntate aquí. —De inmediato recostó su cabeza en la mesa. Visualice los ingredientes del refrigerador, prepare unos ravioles rápidos. Los chicos me ayudaron a acomodar la mesa y nos sentamos a comer.
—Deberías haberla visto. —Armando no paraba de reír junto a Dani—. Parecía una gatita pegando sus garras al asiento.
—Era la primera vez que subía a un avión—me defendí.
Cristian ni parecía estar atento a la realidad, pues no paraba de mirarme o soltar mi mano, en ocasiones dejaba caer su cabeza entre mi hombro y cuello mientras sonreía. Me pregunte que es lo que pensaba.
—Cris, necesitas comer—reprendí. Porque ni siquiera me dejaba comer a mí a gusto.
—Ya hasta abrevias mi nombre. —Ya lo había hecho antes, creo no lo recuerda porque se puso más cariñoso.
—Park. —Me daba vergüenza que los demás nos estuviera observando, así que cubrí mi rostro con la mano que tenía libre.
—Deberíamos dejar a la parejita. —Se levantaron—. Mandare a que prepararen sus habitaciones.
Cris levanto su cabeza de golpe—. ¡Prepara solo una! —me gano en hablar—. Duerme conmigo o no comeré.
—No me amenaces.
—No te lo recomiendo Estela, de seguro no se estará quieto—advirtió Dani.
—Por favor—rogó.
—No—Armando interfirió—. Serás un peligro para ella en ese estado.
Tiene razón, si cuando lo encontré empezó a hablar de reproducirnos, solos en una cama seguro cumplirá su palabra.
Cristian lo fulmino con la mirada—. Tú no hables.
Eso hizo hervir la sangre de Armando—. Mocoso, engreído—intento agarrarlo, pero Cris se levantó tambaleando.
Me acerque a él—. Déjame ayudarte.
Se agacho en cuclillas. De seguro debe estar muy agobiado después de tanto escandalo—. ¿Te sientes mal? —inquirí inocentemente, pues me levanto de las piernas, quedando mi cuerpo sobre su hombro, como si llevara un costal de papas.
—¡Cris, ¿qué planeas?! —Agarre fuerte de su ropa por miedo a que me dejara caer por su estado de ebriedad.
—Vamos a la cama. —Comenzó a subir las escaleras.
Sentí el cuerpo arderme—. ¡Espera! —No me hizo caso.
—¡Cristian vuelve aquí! —intentaron detener, pero pude sentir como él se tensó.
—¡Esta bien! —mencione. Lo estaban asustando sin saberlo.
Armando subió un par de escalones—. Usted no sabe…—Se arrepintió de seguir—. Cuando se pone así no le importa los sentimientos de los demás.
En verdad es tan frustrante no saber nada de la persona que es mi pareja; sin embargo, algo siempre me ha dejado en claro. Toque su espalda—. Él no me hará daño.
Guardaron silencio, supongo que fue su manera de aceptar la situación.
Aun así, santo cielo, dijo que me llevaría a la cama, pero, no sé en qué aspecto se refiere…—me cubrí el rostro—aunque mi cabeza ya se imaginó lo que no debía. ¡No creo estar lista! Primero debería tomar un baño y llenarme de fragancias, además, no recuerdo si llevo puesto un buen conjunto de ropa interior ¡cielos! ¿en qué estoy pensando? De verdad, ¿será hoy?... no, no. ¡Mejor otro día!
—Park, hablo en serio. ¡Bájame! —obedeció, solo que ya estábamos en la habitación y me tenía acorralada en la cama. Trague saliva en cuanto sus ojos escanearon mi cuerpo mientras podía sentir en mi piel su respiración caliente, volviéndose imposible evitar no querer hacerlo con él en cuanto comenzó a recorrerme los muslos por fuera de mi pantalón sin perder el contacto visual.
Me acaricio el rostro hasta descender al cuello, el cual sujeto por detrás y atrajo hacia él con deseo. Quedó a centímetros de mi boca. Nuestra respiración agitada se volvió excitante. Una de sus manos se adentró por mi blusa, acariciándome la piel del abdomen. Gemí, arqueándome por su contacto caliente. Entonces, enredó sus dedos en mi cabello, jalando para que lo viera. Temblé. Él no era mi Cristian. Intento besarme, pero gire la cabeza. No quería, así no. El miedo se apodero de mí. Quizá, después de todo, si sería como ella.
De pronto parecía asustado. Arrepentido. Me abrazo—. Eres la persona que amo, no mi posesión. No un simple y carnal deseo. Ni momentáneo, si no, eterno.
—¿Cristian?
—Ellos tienen razón, no estoy en mis cinco sentidos. —Puso mayor fuerza—. No quiero lastimarte como a las demás.
¿Qué…? Lo aleje un poco—. ¿A qué te refieres? —pregunte. Desvió su mirada—. Estoy cansada, Cristian. —Eso lo estremeció—. Cansada de los secretos.
Apretó los labios y cuando pensé que no diría nada e intente irme él habló—. Antes. —Me detuve—. Antes de conocerte, yo…—su respiración se agitó—, era un asco de persona.
Dice que antes era un asco, ¿acaso yo no lo era? Por supuesto que sí.
Me senté a su lado y tomé su mano—. El pasado no va definir tu actual yo y mucho menos mi percepción de ti.
¿Por qué lo haría? Todas las personas cometemos errores y de ellos aprendemos. El error es justo lo que nos convierte en seres humanos. A parte, si fue antes de mí no tendría que afectarme, porque en ese entonces no existía en su vida y eso no estaba dentro de su moral en pensar si hacerme daño o no con sus acciones, por lo tanto, los o las demás son solo eso, un pasado—. Cuéntame. —Brindé mayor confianza en cuanto le sonreí.
Suspiró con temor mientras se mentalizaba, estando seguro asintió—. Cuando pasaba algo que fuera más allá de mis capacidades…—tembló—, siempre buscaba consuelo…de una manera estúpida. —Soltó con enojo—. Me sentía tan solo que quería encontrar un refugio. —Fue incapaz de seguir mirándome.
—¿Qué clase de refugio? —inquirí.
Se tensó—. Me refugiaba…—apretó la mandíbula—, en el cuerpo de varias mujeres. —No pude evitar sentir un poco de presión en el pecho—. Y eso, no era lo peor. —Paso su mano por su cabello con frustración—. Luego de haberme acostado con ellas las dejaba botadas en la cama con dinero para que no dijeran nada, incluso, una llego a quedar embarazada…—su voz se entrecorto—, y yo, simplemente… la obligue… a abortar. —Alejo su mano de la mía—. Por eso, los chicos temen tanto como yo cuando me pongo en este estado. —Se sujeto la frente mientras temblaba—. No mereces a una escoria como yo.
Es cierto que todo aquello estuvo mal, aunque fuera porque se sentía solo no tiene justificación, no obstante, como lo dije hace un momento…
Lo abrecé por la espalda—. Ahora, ya no eres esa persona y es de lo que estoy orgullosa. Entiendo que tuvieras miedo e inseguridad para decírmelo, por eso, agradezco el que lo hicieras.
—Lo siento Estela—dijo nostálgico, casi a punto de llorar—, no soy lo que esperabas.
Negué—. Eres tú mejor versión en este momento, cambiaste por mí, eso es un privilegio. Además, ¿volviste a acostarte con alguien mientras me amabas?
—¡No! —respondió al instante y por fin me miró—. ¡Nunca! —sostuvo mi mano y acerco a su corazón—, jamás pensé en hacerlo en cuanto te metiste a mi cabeza. —Sonreí e hice que me cargara en sus piernas.
—Entonces—lo bese despacio, con dulzura—. No tengo nada de qué preocuparme.
Porque al final el pasado es lo que ya sucedió y básicamente debería quedarse atrás, ¿qué necesidad de reprocharle sí él ni me tenía presente? Sería tonto sentirme mal porque se haya acostado con otras cuando ni me conocía, el concepto de la sociedad siempre arrastra a las personas a encerrarse en el pasado, las evita seguir, las obliga a cargar con ese peso, ¿por qué no mejor ayudarlos a vivir un extraordinario presente? Al menos yo pienso eso, quizá es lo que me hace no encajar con las ideales del mundo y no me importa, porque Cristian representa mi universo entero.
—Gracias. —Volvió a abrazarme.
A veces, cada uno de nosotros con sus acciones implementadas como “buenas” o “malas” solo busca algo en común, y eso, es ser escuchado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.