En el nombre del amor; cicatrices

Capítulo 19

Estela

—¡He dicho que si!
—Yo digo que no —contestó cruzando los brazos.
—Que sí.
—Que no.
—Park.
—Rais.
Nos encontrábamos en la casa discutiendo acerca de visitar a su abuela. Tal vez piensa que soy molesta al tratar de llevarlo a la fuerza, pero hoy me llamarón del hospital. <<La señora Valentina está muy grave. El tiempo se agota.>> Esas fueron las palabras del doctor. Cristian no lo sabe. Daniel me dio esa orden, según él, Cris podría alterarse y volver a escapar.
—¡Park, debes ir! —Lo señale furiosa estando arriba de la cama para que no me agarrara.
—¿Por qué insistes tanto? —Frunció las cejas.
—Ella…—Aprete los puños. Sería más sencillo si supiera la verdad, aunque...no puedo ser yo quien decida eso—. Ella, desea verte.
—Me es difícil verla. —Agacho la mirada.
—¿Por qué? Yo podría ayudarte. —Me baje de la cama.
—No lo entenderías—mencionó con frialdad—. Nadie lo ha hecho. —Salió de la habitación directo al balcón.
Me estresa tanto no poder saber qué hacer en situaciones como esta. ¿Le doy su espacio? ¿Me voy a dormir? ¿Continúo insistiendo? ¡Carajo! ¿Qué hago?
Indecisa, me mantuve observándolo durante unos eternos minutos; su piel blanca resalta en la noche y ese cabello castaño claro resplandece como si fueran hilos finos bañados en oro, revoloteando debido a la agresión del viento. Que deslumbrante vista. Sonreí mientras los pensamientos me pintaban de rojizo las mejillas—. Eres complicado—refunfuñe para mí misma. —Decidida camine hacia él con una manta, la cual se la arroje para cubrirlo. Cristian volteó curioso—. Cúbrete o te enfermaras—regañe cruzando los brazos. No obtuve respuesta, solo me analizo con esos encantadores ojos color miel—. Si no tienes nada más que decir, me iré a dormir. —Me di media vuelta—. Buenas noches. —Comencé a caminar de regreso a la cama; sin embargo, Cristian me detuvo al pasar la manta por arriba de mi cabeza y con ella rodearla la cintura.
—¿Estas molesta? —preguntó en un tono bajo.
Aun sin voltear, contesté—: Quizás… —Encogí los hombros para restarle importancia, aunque la respuesta era obvia con mi actitud.
—¿Quieres…? —Dudo—. ¿Quieres un abrazo?
Él sabía que caí rendida de esa manera, que mi enojo se desaparecería en cuestión de segundos al entrar en contacto con su piel, pero esta vez no era el momento para rendirme, debía priorizar a Valentina y no a la sensación placentera de mi cuerpo. Para ello, cambie el rumbo de la conversación—. Yo no soy como las demás personas. —Lo enfrente con la mirada—. Si decides contarme, encontrare la manera de comprenderte, sin importar que tenga que buscar mi paciencia en otro planeta. —Su expresión cambio, nuevamente se suavizo y después se transformó en una sonrisa traviesa.
—Preciosa—mencionó jalando de la manta con fuerza para juntarme todo lo posible a su cuerpo. Claro, estaba intentado hipnotizarme con su encanto, con el objetivo de posponer el tema después de unas cuantas caricias, en esta ocasión no funcionara. Hizo cruzar nuestras miradas, siendo la suya picara, mientras yo entrecerraba los ojos con amenaza. Sin importarle, se agacho a la altura de mi rostro para besarme.
—Estoy molesta. —Coloque la mano antes de que nuestros labios se juntaran—. Lo que significa que no tendrás más besos. —Se sobresaltó y alejo su rostro consternado. Igual me sorprendía haber resistido a tanto.
—Que injusta—reprocho.
—Iré a dormir—repetí. Cristian no dudo en seguirme, siendo espectador de cómo me recostaba—. Descansa. —Gire hacia la esquina de la cama en donde él no era visible. Poco después sentí como se acomodó a mi lado e incluso daba muchas vueltas, al parecer no podía dormir.
—¿Preciosa?… —susurró—. Cariño…—Me movió ligeramente el brazo mientras yo pretendía estar dormida—. Se perfectamente que no estas durmiendo—dijo al recargar su cabeza en mi hombro. Luego se apartó. Abrí con cuidado uno de los ojos para buscarlo, pero no se encontraba a simple vista, di por hecho que se había rendido.
Estaba a punto de conciliar el sueño, hasta que sus dedos me acariciaron la parte desnuda de la espalda. Me aparto el cabello y me estremecí al sentir sus labios fríos en el cuello—. ¡Oye! —Senté en la cama abruptamente.
—Sabía que estabas fingiendo—sonrío de oreja a oreja.
—Dije que nada de besos—recalqué.
La sonrisa de sus labios se perdió—. ¿Un abrazo? —preguntó como cuando un niño pide un caramelo, de una forma tan dulce que puedes morir de ternura.
Me di por vencida—…Si. —Abrí los brazos—. Un abrazo sí.
Sin esperar un segundo más busco refugio, sumergiendo su cabeza entre mi cuello y hombro.
—Estela…
—¿Sí?
—Vamos mañana a ver a mi abuela.
No me siento del todo bien que lo haga por obligación, pero el tiempo no es eterno—. Está bien. —Le di unas cuantas palmaditas en la espalda.
—Ahora…—Se alejo un poco, mirándome con intensidad.
Aprete los labios. Algo tramaba—. ¿Ahora?
En un movimiento rápido me sujeto las manos hacia arriba y recostó sobre la cama quedando él encima de mí. Inhale con fuerza. Exhale de la misma forma—. Ahora, sí puedo besarte—dijo a escasos centímetros de mi oreja.
Su aliento caliente hizo que por alguna extraña razón me arqueara. Sensaciones traidoras e impuras—. ¡¿Todo esto por un beso?! —cuestioné furiosa, pues me había engañado con su carita de ángel.
—Es mi venganza por intentar castigarme. —Sus labios ahora calientes se impregnaron en mi lóbulo. Reprimí un gemido. Siguió con el cuello. Retorcí las manos. Quería tocarlo, besarlo, dejarme consumir en el deseo; sin embargo, no se lo merecía. Su camino se extendió hasta mi hombro.
Tenía que detenerlo antes de que algo más surgiera—. Cristian Park, esto es demasiado ¡Demasiado! —queje sin atreverme a abrir los ojos.
—Eres bastante dulce—susurró al pasarme su lengua por el cuello.
—Estas pasando el límite. —Lo escuche reír.
—¿Eso crees? —inquirió el descarado.
—¡Si!
—Y entonces, ¿por qué no me alejas?
Su pregunta me resonó en la cabeza al darme cuenta que tenía las manos libres—. No lo había notado—defendí.
—O, tal vez. —Acaricio mis labios. De inmediato la sangre me subió al rostro—. Tu cuerpo lo deseaba.
—¡Tonterías! —No pienso darle la satisfacción que busca.
Encogió los hombros—. Solo tú tienes la verdadera respuesta. —Dejo caerse totalmente triunfante al otro lado de la cama, mirando el techo y dejándome aun pasmada.
Maldita sea Cristian. Lo vi de reojo. Lo noto y expandió su sonrisa. Rodé los ojos y volví a darle la espalda, de lo contrario me pondría más roja. << Solo tú tienes la verdadera respuesta.>> sus palabras invadieron mi mente. Suspiré. Puede ser que…aunque dijera que no, quizá, si lo deseaba. Agite la mano como si una mosca me molestara para apartar los pensamientos pecaminosos.
Finalmente negué y dormí, oh al menos lo intenté.
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