En el nombre del amor; cicatrices

Capítulo 23

Estela
—Que milagro—canturreó—. Hace años que no te veo.

Él que dice que no sabe utilizar el sarcasmo. Rodé los ojos divertida—. ¿Cómo supiste que era yo? —pregunte.

—Mmm. Para tú información, no todos me dicen rubio, ¿qué mi nombre no es sencillo de recordar?
Vale, había cometido el error de decirle así al inicio de la llamada, pero era la costumbre y mejor que el apodo de “rata tonta”.

—Y, ¿bien? ¿A qué debo el placer de tu llamada, gruñona?

—¿Estás con Diana?

—No—su voz se tornó más gruesa—. ¿Te contó algo?

—Pensé que seguías en su casa, es que…

—No, no lo estoy. Llego su noviecito y se olvidó de todo lo nuestro después de hablar con él por un par de segundos. Sabes, ¿qué me dijo? “Lo siento Axel, no puedo dejarlo, me necesita”. ¡Necesita! —carraspeo—. ¡Necesita, Estela! No la ama.

Yo solo quería confirmar si iba a asistir al crucero de esta noche porque no me había contestado el mensaje y resulta que me metí en una pelea amorosa.

—Axel…—Las palabras de consuelo no me llegaron.

—No importa—resoplo—. Acabo de ver tu mensaje del crucero, tu novio el rico es bastante amable al invitarme y creo necesito ese respiro. Los veo en su casa, mándame la dirección…, y tal vez lleve a Rubí.

De toda esa información solo capte lo último—. ¿Estás con Rubí?

—Larga historia. Nos vemos, gruñona—colgó.

Suspire.

—Una situación complicada—dijo Cristian, que se encuentra a mi lado. Según él para saber si en verdad el número que guardo Axel en su celular aquel día en el cine era real, aunque en sí era para escuchar el chisme.

—Es un tipo extraño—comente—, pero de buen corazón.
<<Llego su noviecito.>> Regreso con él. Ay, Diana.
—Cristian.

—¿Sí? —Aparto un mechón de mi cabello para mirarme directamente.

—Sé que no quieres hablar de él, pero en verdad necesito saber. —Respire hondo—. ¿Crees que Sebastián ame a Diana?

Se inclino hacia atrás sin dejarse caer por completo en la cama, pensando en la pregunta, quizá hasta recordando momentos con su amigo, porque sí, sin importar la negación, era su amigo. Incluso una risa genuina le broto de los labios. Regreso sus ojos a los míos, convencido de las palabras—. La ama, Estela—contestó—. Sin duda alguna, lo hace.

La cabeza se me llenó de pensamientos catastróficos al rememorar el día en que estuvo a punto de golpearla, ¿por qué? No importa cuantas vueltas le dé, sigo en duda, sigo en contra. Amar no es golpear. Amar es…es… ¿proteger? No. Amar es… agh, ¿qué es amar? Sé que amo a Cristian, hay una conexión que tenemos, un vínculo ardiente que llena nuestros corazones con solo vernos, ¿cómo defino eso? Va más allá de lo material, del contacto, de las palabras, de la razón.

—Sebastián ha cambiado mucho—aceptó en un leve suspiro—. Pero su amor hacia Diana creo que jamás lo hará.

Eso espero.

—Así como mi amor hacia ti. —Besó el hueco entre mi cuello y hombro, generando una risita por el cosquilleo que me provoco su aliento caliente—. Entonces, ¿viene Axel? —el tono emocionado me deja un sabor dulce en la boca. Ambos se agradan.

Asentí. Luego encogí los hombros junto a una risa nerviosa—. También Rubí…

Él tenso la mandíbula al pasar saliva—. Está bien. —Exhaló—. Le debo una disculpa.

Tenía razón. Rubí realmente creyó que él iba por algo serio cuando solo la estaba utilizando para llegar a mí, que escándalo. No puedo ni pensar cuanto a de doler eso, lo imagino como un sentimiento mezclado de rabia, tristeza, desprecio y mucho, mucho rencor; yo dudo ser capaz de perdonar algo así. Espero las cosas se solucionen entre ellos, me gustaría ver a todos mis amigos unidos… Vaya. Amigos. Que palabra tan emocionante. Jamás creí tener personas valiosas en mi entorno, aunque eso igual me preocupa. <<Él te va a encontrar. Es un hombre sin piedad.>> Un escalofrío me recorrió la columna. Tal vez…debía mantener más distancia que antes, por su bien.

Una calidez en la mano me regresó al presente—. ¿Preciosa? —Se incorporó, percibiendo el temblor en mis labios—. ¿Qué te preocupa?

<<Vamos a vencer, juntos.>> Había dicho, pero—. ¿Qué vamos a hacer, Cris? —la voz me traiciono al tornarse temerosa. No hizo falta explicación para que me comprendiera al instante—. Puede que Marcela ni siquiera me busque…, sino…él. —Obligue a mi garganta a no soltar un sollozo—. No tenemos ni idea de quién sea o cómo se vea. —Temblé—. Ni el por qué me busca. —De pronto el corazón me palpito a un millón por el miedo a pensar en las siguientes palabras que saldrían de mi boca—: O, si en realidad soy Estela…

<<Estela.>> Me llamo. <<Eli.>> Me dicen. <<Elai.>> Han dicho. Todo eso junto al hombre misterioso, ah, sí, y mi tipo de sangre. Mierda. En serio estoy maldita.

—Tal vez lo de tu nombre es una pista—opinó—. No te lo había dicho. —Pauso unos segundos, desesperándome al punto de querer exigirle que siguiera; sin embargo, continuó—: Ella en las dos ocasiones que me ha visto ha repetido lo mismo: “Cuídala.” —Me sobresalte, pues eso carecía de sentido y más cuando era ella quién me arrebataba la sangre, en otras palabras, me quitaba la vida. Cris prosiguió—. Eso creo, en las dos ha sido solo un susurró a distancia, como si quisiera que nadie lo supiera. Al principio pensé que era parte de mi imaginación y más cuando se rindió ante el arma de Daniel, porque no me parece una mujer fácil de persuadir. Esta vez me convenció en cuanto detuvo a uno de los hombres que iba a dispararme.

Lo salvo. Ella lo salvo, ¿por qué? Entonces algo cobro sentido en mi cabeza. <<Todo estará bien a partir de ahora. Lo arreglaré, te lo prometo.>> Acaso… Acaso… Es imposible, ¿no? Mire a Cristian quien parecía tener el mismo pensamiento. Me gano en expresarla.
—Puede que la estén obligando…

Rememore a los dos hombres arrastrando a Marcela hacia atrás, impidiendo que me revelara más detalles acerca de—. Él…—concluí—. Él la está obligando. —Negue—. Puede que él la esté obligando—compuse.
Hasta que no lo confirme, no creeré en ella, en la mujer que me maltrato durante tantos años y que vendió mi sangre a cambio de dinero. Igual y estoy confundida. Lo que menos necesito en este momento es ilusionarme con la idea de una buena madre.




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