En el rostro del heredero

CAPÍTULO 18

Rizel

—Espero no ser el único en tener la sensación de estar caminando directo a su muerte —David, susurra, fingiendo recoger algo de mi lado ya que los ojos de los hombres de aquella mujer están como águilas en nosotros.

—Necesitamos respuestas.

—Tú necesitas respuestas, yo necesito volver con padre —Sayil interviene, como siempre, siendo una molestia.

Sin embargo en el momento en que giro a verlo, hay algo en mí que despierta la suspicacia. Sayil es una piedra molesta, que lastima tu caminar. Más allá de mis diferencias con él, es la necesidad y urgencia de irse. Sé que es su padre… pero no me engaña, hay algo más.

—¿Qué estás tramando, Sayil? —mi cuestionamiento alerta a los dos hermanos—. Tienes a tu padre y mientras estés aquí; sabes que sigue respirando. Es claro que necesitas avisarle que sigues vivo. Pero a mí no me engañas, ¿qué es? —menciono desconfiado.

Sé que los hermanos Calzana se dan cuenta de mi inquietud por él, por la forma en que se repliegan a mi lado, observándolo.

—¿Qué nos estás ocultando, Campanell? —Elena se irgue y lo enfrenta.

Si hay algo que caracteriza a Elena; es la valentía en su ser, y la lealtad que tiene hacia las personas que la rodean. Sí hay algo malo con Sayil y ella lo descubre. Las cosas van a salir mal.

—Sólo necesito ver a mi padre.

—Espero que sea cierto y no un soplón —menciona como si nada David, mientras quita una hoja seca de su mano—, ya sabes que mi hermana va a romperte la cabeza si planeas traicionarnos.

La sorpresa baña el rostro asqueroso de Sayil, pasando a una de total ofensa.

—¿Por qué piensan aquello?

—¿Ahora por qué pelean? —escucho que Anura le inquiere a Arnal.

—Niños —es su respuesta.

Ellos están en la distancia, sentados en un tronco vejo, cuidando a Obsidian.

—Porque estas actuando muy extraño.

—No estoy actuando de ninguna forma.

—Bien —suspira Elena, alejando unos mechones de cabello—. Eso es todo.

Camina en dirección en dónde está el cuerpo de Obsidian.

—Ha enloquecido —susurra él.

Sonrío de lado al saber lo que van a provocar esas palabras. Quiero alejarme, sin embargo me quedo para ser testigo de cómo David golpea con su dedo índice el pecho de Sayl con indiferencia.

—Es mi hermana, vuelve a decir algo así y le voy a contar como la has llamado para que te arranque la lengua.

Oculto mi sonrisa. No puedo mentir al saber que no soy el único que comienza a desconfiar de él.

—¿Ahora te ríes?

Suspiro.

—Sólo piensa muy bien qué vas a hacer, Sayil —doy dos pasos, alejándome—, porque perdone esto —señalo mi rostro—. No pienso perdonar una traición mayor.

—Eso es lo que te dices por haber perdido contra mí.

Las imágenes de esa tarde; en que mi padre cayó casi al desmayo por falta de alimento frente a Boris y yo solo un niño rogando que no lo lastimara. Después siendo la diversión de un hombre mientras peleaba con el que se supone era mi amigo… Sí, parece algo que no estuvo en sus manos, teniendo en cuenta que yo mismo permití que me dañara.

Pero, pese al dolor que se alimentaba de mí y el fuego ardiente que consumía mi corazón. Puedo recordar la sonrisa de Sayil.

—Eso es lo que te dices para no recordarte lo miserable de persona que eres.

Sé muy bien que lo sabe, Puedo recordar la satisfacción de verme agonizando en vida al perder frente a mis ojos a mi padre.

No espero alguna respuesta sucia, voy en dirección a Obsdian.

—Debemos comenzar a movernos —Anura menciona, logrando que sólo en voz, los hombres se levanten en automático.

—¿Qué hay de Obsidian? —la imperiosidad de Elena, ante la situación de la mujer de rizos aún dormida, le preocupa.

—Tú la llevarás en brazos —me ordena.

Por primera vez, hay algo en que estamos de acuerdo.

Con cuidado, tomo a Rizos entre mis brazos, elevándola. Elena acomoda la cabeza en mi pecho, le agradezco con un movimiento.

—Sólo debemos bajar y encontraremos el lugar.

—¿No estamos yendo en dónde Obsidian murió? —la impertinencia del hermano menor Calzana, deja al descubierto de una forma peculiar la pregunta; ¿a dónde nos dirigimos?

—No. Aquel sitio sólo era el lugar para poder hablar con nosotros.

—¿Cómo es que pudieron hablar con usted? Se supone que sólo los de linaje Líder pueden lograrlo —inquiero.

La caminata es acompañada por las pisadas frecuentes de los demás hombres, el viento golpeando las ramas, y el correr de algunos animalillos al oírnos venir.

—Con la sangre —responde, de un momento a otro.

—¿Sangre? Pero si Obsidian no se encontraba aquí y la Reina ha muerto hace muchísimo tiempo, cómo…

El silencio aborda el palabrerío de David. Encerrando nuestras mentes en las posibilidades de hablar con ellos. Y hay una, que por la forma en que David, Elena y yo nos miramos; nos repugna, y logra que sea vil y asquerosa.

—Tienen el cuerpo de la Reina —adjudica la chica de cabello corto, con el rostro contraído por la repulsión.

—¿Y dónde están los demás Líderes? Se sabía que había uno hablando con Boris, y supongo que la pequeña población de dónde venimos se comunicaron contigo. La pregunta es ¿cómo obtuvieron sangre de la Reina si se supone que escaparon del Reino?

Hay un nuevo silencio, este no guarda, este asfixia, y a una persona en específica: Arnal.

El hombre que se mantenía callado, nos observa.

—Compré la sangre de la Reina con uno de los guardias del Reino.

—¿Cómo sabías que era de confiar?

—Porque lo asesiné después de que me lo entregara.

—Entonces no la compraste… —susurra David, consternado.

—Es claro que Boris está hablando con los Líderes sobajados —anuncia, Anura. Con la tranquilidad que la caracteriza.



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En el texto hay: venganza, reino y poder, herederos

Editado: 20.02.2023

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