En el rostro del heredero

CAPÍTULO 19

Obsidian

No hay dolor. No hay preocupación.

Simple tranquilidad.

Puedo verme sentada en la sala de un lugar que jamás he visto.

Una alfombra roja adorna el suelo de aquel lugar ostentoso. Un sillón en forma de trono está cerca de la chimenea, y una mujer abraza mis hombros.

Puedo sentir la seguridad, afecto, y la paz que transmiten.

Toda gira en un momento, ahora no estoy en una sala, sino en una habitación. Una enorme cama con un edredón azul cielo cubre la majestuosidad. Lo acompaña a los lados cortinas de seda, con mariposas bordadas. El aire cálido que entra en la ventana las remueve.

Puedo escuchar a alguien llamarme, antes de poder verlo, todo se oscurece.

“Obsidian”, me llaman. Intento seguir la voz, no hay más que oscuridad.

La tranquilidad desaparece, alojando dolor, desesperación, angustia.

Dos figuras se presentan ante mí, son poco nítidas y se mueven como si estuvieran a nada de desaparecer.

—¡Obsidian!

Hay algo que me arrastra, no puedo describir que fue porque no puede observarlo. La impresión es palpable en mi cuerpo, y me expulsa de forma inhóspita.

—Obsidian.

Hay algo que me exige respiración y mis ojos se abren.

Un jadeo se catapulta entre mis labios. Puedo sentir la nubla en mis ojos, ante una neblina.

Palpo la superficie en donde estoy sentada, está húmedo. Rodeada de flores atrapo entre mis dedos la delicadeza de ellas, sintiendo la solidez de un poder abarcando cada centímetro de mí.

El letargo en mí es visible,  ante el parpadeo de un aleteo de una mariposa busco más allá de mí, respuestas. Hay figuras amorfas a lo lejos. Un susurro delicado se instala en mis oídos.

Y en un segundo, todo se aclara con violencia que me obliga a retraerme.

Mi vista se vuelve nítida, la agudeza de mi escucha vuelve.

Me levanto, buscando en las miradas confusas de los hermanos y de Sayil; respuestas, incluso en los presentes su recelo es visible en mis movimientos. Y el de Anura es de satisfacción.

―¿Qué ha sucedido? ―carraspeo al sentir mi garganta atrofiada ante mi voz.

Sé que hay algo detrás de mí, por la forma tan defensiva que dan un paso, todos, y sus ojos se enfocan de forma misteriosa. Y volviendo a que Anura sonríe con tanta satisfacción que me asusta, y la adrenalina se atiborra como miles de rocas gigantes en mis manos.

―Me liberaste. Al fin.

Aquella voz varonil fue mi compañera por días enteros, se encargó de que llegara aquí. Es difícil no reconocerla, pero, pese que estoy espaldas a él, puedo identificar algo diferente.

Viro en mi lugar, encontrándome a Rizel… o lo que queda de él. Su cicatriz en el rostro ha desaparecido, dejando a un hombre solemne, con una mirada oscura, dado que sus perlas son de un café; ahora es como si sus ojos fueran negros.

Su postura erguida con una pizca de sosiego endemoniadamente violenta, te seduce de tal forma que hipnotiza. La sonrisa afanosa muestra la desfachatez de un ser superior al Rizel que ayudó a combatir a los de la Guardia en casa.

―Hola, Obsidian ―el saboreo de mi nombre en su paladar es exquisita, con un toque de ronroneo inapropiado sin intención.

―¿Rizel? ―ladeo el rostro, buscando, en aquellas penumbras cristalinas que están en su rostro algo del joven de la cicatriz.

No hay nada.

―Es Rizel, el verdadero ―canturrea Anura, caminando con su paso casi flotante tan característico.

―¿Verdadero Rizel? ―inquiero con imperiosidad.

―Así es ―la manera tan simple en que habla, me pone nerviosa, porque es cómo si yo entendiera, y la verdad es que no―. ¿Recuerdas que te dije que había algo que liberar, nieta mía?

La burla en su rostro me deja varada, ante un suceso nuevo. El desconcierto inunda cada parte de mí sin saber que sentir ahora.

Eleva sus palmas a la altura de su pecho, y con la gracia que caracteriza a Anura, las abre dejando ver una luz tenue que con los segundos se vuelve una llama de fuego, lo sorprendente de esto es que es duradera, y ella no se agota.

Lo entiendo en el momento en que observo aquellos ojos que son un reflejo de los míos: liberar lo que sea que ahora esté en el cuerpo de Rizel ha dado el poder a Anura de estar en contacto con sus habilidades.

En un pestañeo, aquella flama se vuelve una bola de fuego. Son milisegundos antes de saber su cometido.

―¡Corran! ―grito a mis espaldas. Aquellos hombres que protegían a aquella mujer, son traicionados.

Mi mano se eleva en un acto reflejo y como una pared contusa; defiende, no lo suficiente ya que me manda al suelo.

El bullicio de los pies corriendo ante una tierra mojada, dejan al descubierto que han podido huir.

Me levanto ante el eminente peligro que hay frente a mí.



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En el texto hay: venganza, reino y poder, herederos

Editado: 20.02.2023

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