En el rostro del heredero

CAPÍTULO 21

Obsidian

Puedo sentir algo diferente en mí. No es como todas las ocasiones que practiqué con Colín; el dolor, el cansancio y algunas veces la inherente necesidad de una interrogante en mi cabeza, no estaban. Ahora. Todo se ha desvanecido como polvo en el aire, dejando una sola cosa; obligación.

Obligación al resguardar a esta gente. Aún no tenía la certeza de qué protegerlos en específico, ya que había tantas cosas en proceder. Huir, matar, esperar, custodiar, ¿qué es eso que debo hacer? No lo sé, pero algo en mí me dice que debo hacerlo, seguir mis instintos.

Esquivo aquella lanza, viéndola aterrizar detrás de mí. El enojo bulle como agua al desborde. Giro, y por el rostro del masculino sabe que es su fin.

Atrapo su brazo y lo zafo, logrando que ruja por el dolor. Pateo sus pies, y es lo último antes de mirar en una dirección.

—Colín lo hizo demasiado bien.

—Dijiste que me ayudarías con mis habilidades, no que golpearía a tus hombrees —eleva las cejas, intrigado.

Han pasado dos días desde el encuentro con Anura y aquel Rizel diferente, situándonos en un lugar alto y lo que algún día fue bosque, permitiéndonos la periferia extensa. De hecho, si subo por la colina entre los arboles notaré la punta del castillo.

—Debías defenderte con tus habilidades de Líder, no golpearlos.

El quejo de aquellos hombres que se encuentran en el suelo mientras intentan recuperarse, me distrae, mirándolos por sobre mi hombro.

—Estás fallando con tu técnica. Por qué no vienes tú y lo averiguamos.

Elevo una ceja con altanería, ladeando el rostro e incitándolo a venir a mí.

Aquellos sujetos que son parte de Fermín y del pueblo que se ha trasladado, que ahora se encuentra a salvo; me observan expectantes y con una fascinación que sólo se vuelve una carga más, porque esperan que yo los salve. ¿De qué? En sí, sigo averiguándolo.

Resopla, con la mofa en sus ojos.

La prestancia que caracteriza al hombre enfundado en ropa que demuestra su uso constante, no le quita el mérito de hacerlo varonil e imponente. Verlo me recuerda tanto a Colín; mismo porte, actitud, altanería galante y desafiante con el mirar. Se coloca frente a mí, y con una tranquilidad remanga su camisa.

Los iris cargados de experiencia, me evalúan.

—Puedes venir Elena —su petición me hace fruncir el ceño y no soy la única. Los presentes se observan entre sí.

La hermana Calzana se acerca ofuscada, mirando a su hermano, aunque está igual de perdido.

Mala idea.

En un segundo la rodea del cuello con una navaja, aprisionando uno de sus brazos, inmovilizándola.

—¡Déjala! —manifiesta David.

—Da un paso más y será lo último que tu hermana te vea hacer.

—¿Qué haces? —interrogo, sin alterarme.

—Poniéndote a prueba.

—¿Vas a matarla? No has dicho que debo ir tras los enemigos. Si haces aquello tú serás uno de ellos.

—Será una causa que pagaré.

—¡Una causa! ¡Deja a mi hermana!

Elena pese que intenta lucir tranquila, en su mirada la turbación de la situación la está poniendo ansiosa.

—Logras alejarme sin tocarme, ella vive —dice absoluto.

—Déjala —ordeno.

—Sabes que no lo haré, Obsidian —sonríe—. Hay una forma de que ella se libere.

—¿Poniéndola en riesgo?

—Salvándola.

Analizo la distancia; la cercanía del cuchillo en su cuello y lo que haría, para que no me conlleve a que muera. Todo está en mi contra, cualquier movimiento hará que la corte.

Cierro los ojos, enfocándome en como el aire entra por mis pulmones. Aquella cosa diferente en mí, la invoco, extrayéndola del suelo; subiendo como miles de hormigas, extendiéndose. Un pequeño silbido de instala en mis oídos, alejándome de este lugar.

Férvida e impávida llena mi cuerpo, dándome el poder de todo. Puedo sentirlo.

Al abrir mis parpados, distingo la mirada arrogante de Fermín, y en un segundo su cuerpo sale disparado hacia atrás. La carcajada acompañada de su levantar, me indica que he logrado lo que buscaba.

—Sólo necesitabas que te llevara al límite.

—Vuelve a amenazar a cualquier persona y la próxima no sólo será un empujón.

Sonríe.

—Ahora entiendo a Colín. La misma alma guerrera de Dalia alberga en ti.

—Querrás decir; Antonio, mi padre.

—Colín siempre estuvo enamorado de tu madre, niña —aquello, sólo me confirma lo que Boris mencionó de él.

Me remuevo incómoda.

—¿Y ahora?

—Volvamos al pueblo.

(…)

 



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En el texto hay: venganza, reino y poder, herederos

Editado: 20.02.2023

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