Amirov:
Había visto a mi madre sumirse en un luto perpetuo, suspirando de amor por un hombre que sería capaz de dejarlo todo si ella se lo pedía, pero ambos eran demasiado leales, así que habían mantenido separados, ahora que por fin me había dado cuenta de lo mucho que la amaba, de que esperaba pasar el resto de mi vida junto a ella, es que temía que si algo me pasaba, ella hiciera lo que mi madre, así que le haría prometer que seguiría, que amaría de nuevo, sólo Dios sabía cuánto la amaba y que lo único que deseaba era su felicidad, incluso de la mano de otro, uno que no fuera el padre biológico de Rachele.
Sentado en mi oficina se me ocurrió una idea, quizás no sucedería en muchos años, pero era mejor dejar todo listo.
Primero, había hecho una carta a mi madre explicando todo con respecto a mi hija, las razones y porque no debía odiarlas ni despreciarlas, aunque estaba seguro que eso jamás pasaría, mi madre las adoraba, pero era mejor prevenir cualquier situación, y en todo caso, era mejor que lo supiera por mí.
Una vez terminó, comienzo con otras para Rachele, en estas la felicitaba en cada cumpleaños, eventos importantes como graduaciones, por si algún día pedían su mano y para su boda, el nacimiento de su hijo o hijos.
Había dudado de escribir esta, porque quizás podría planearme a futuro tener otro hijo con ella, después de todo la vasectomía era reversible o bien podríamos hacer una fecundación in vitro; así que podría hacer lo mismo que con Rachele, le escribiría una para cada momento importante.
Por último, para ella, debía recordar que la vida era demasiado corta y que debía seguir, y con esto, pensé que necesitaba dejarle una carta a una última persona, para la persona que ocuparía mi lugar en sus vidas.
Suspiro mientras la cierro, escribo encima: para el hombre que está con mis amores.
Junto las cartas y las guardo mientras veo entrar a Rachele, a sus cinco años es imparable, espero ser quien la acompañé al altar, de verdad lo deseo.