En esta vida no...

Capítulo 3

Llego a mi casa con un montón de compras de comida que hice como: papitas, helado, galletas y más.

Creo que después de comer todo esto me va a esperar una gran diabetes, pero se me antojó y de paso así me distraigo de mis problemas, dejo mi carro en el parqueadero y me voy hacia la casa de árbol que tenemos, hace mucho tiempo que no venía a esta casa, me acuerdo de que cuando mis padres se ponían a discutir yo venía corriendo para esta casa del árbol y me quedaba dormida entre lágrimas, no sé desde cuando deje de venir pero su siente bien estar de vuelta.

- Que te pasa Julio, crees que no me he dado cuenta cómo te revolcabas con la nueva pasante en frente de mis ojos

(me acuerdo de que mi mamá le estaba gritando a mi padre, a punto de llorar)

- Claro que no, estás loca mujer

- Yo te vi no me puedes negar

- Entonces si tanto dices que viste ¿por qué no nos divorciamos Blanca?

- Sabes que Julio déjalo así

Salí de mi casa a toda prisa corriendo para dejar de escuchar sus gritos, me fui a la casa del árbol me encerré ahí. Estaba llorando tanto que empecé a temblar no podía entender porque una niña de diez años debía sufrir tanto, me pare y empecé a andar en círculos dentro de la casita hasta que sentí algo frío en la planta de mi pie, me agache a ver y era una navaja pequeña la cogí entre mis manos no sabía qué hacer con ella.

Pero algo dentro de mí me decía que me corte, que me haga pequeños cortes con la navaja y lo hice, me empecé hacer pequeños cortes en la parte de mis costillas y desde ahí es cuando empecé a sentirme mejor como si hubiera encontrado mi cura al dolor.

Al día siguiente que entré a casa le vi a mi mamá sentada en la sala con una mirada perdida de esas que no necesitas hablar para hacer saber que te encuentras mal, me acerqué a ella y le abracé sentía mucha pena por ella, no comprendía porque es tan difícil amar, no le comprendía porque simplemente no se alejaba de mi padre y comenzaba desde cero sin alguien que le haga sufrir tanto.

- Como estas mami?

- Bien hija, todo bien

- ¿Qué pasó con papi?

- Nada cariño, pon mucha atención lo que te voy a decir, nosotras las mujeres nunca debemos dejar de pensar en el futuro en el que será de ti dentro de unos años y por ende por más daño que te pueda hacer tu esposo siempre lo debes perdonar ya que él será la persona que te ayude siempre y que te dé esa libertad económica que deseas, cuando seas grande lo entenderás cariño, pero recuerda siempre pensar en tu futuro.

Se me viene ese recuerdo mientras veo el atardecer desde mi casa del árbol, unas cuantas lágrimas recorren mis mejillas y ahora entiendo lo que me decía mi madre que prácticamente una como mujer debemos aprender a callar por más que nos duela, pero están ilógico pensar así cuál sería la necesidad de depender de un hombre si tú te puedes dar todo. Es claro que mi madre y yo no nos parecemos en nada.

Me he pasado toda la tarde encerrada en la cabaña con buena música y demasiada comida, he aprovechado este tiempo para escribir un poco en mi libreta así logro distraer mi mente. Decido dormir aquí así evito ver a mis padres.

Al día siguiente a primera hora hago todas las pruebas que me faltan para no quedar con mala nota, me baño y me voy hacia mi casa cruzando mis dedos para no verlos a mis padres.

Al entrar escucho unas voces me acerco a la sala y hay están mis padres hablando tan tranquilamente.

- Hija hasta que por fin asomas

(me dice mi madre, gracias por preocuparte supongo)

- Nuestros colegas nos han llamado y nos han preguntado si ya estás libre, porque están teniendo muchos pacientes y sería bueno que aproveches este tiempo ya que hay mucha gente, que dices ¿ya estás libre?

- Mmm....si si, de hecho, ya no tengo porque ir a clases solo tengo que presentar un proyecto en tres o cinco días

- Perfecto hija entonces mañana sábado por la mañana Luca te va a ir dejando en el hospital

(me dice mi padre todo contento y con esa firme seriedad que le caracteriza)

- Bueno cariño ya nos tenemos que ir a trabajar no nos esperes hemos de llegar tarde a y si quieres ordena algo de comer Lucia se ha tenido que ir a visitar a su familia llega en dos días.

- Bueno adiós

(me despido de mis padres)

Genial ahora si estoy sola y sin amigas y nada que hacer, bajo al parqueadero donde esta Luca ahora solo seremos él y yo.

- Hola Luca te importaría llevarme a la plaza del centro

- Claro señorita, vamos

Subimos al carro y empezamos a tener una amena conversación, le cuento que estoy sola y que se me antojado hacer unas pequeñas compras, para ser exacta quiero comprar ropa y zapatos, no tengo mucha ropa ya que salir de compras no es algo que me suele encantar pero creo que para matar el aburrimiento por hoy está bien.

En un abrir y cerrar de ojos llegamos a la plaza del centro, entramos a varias tiendas para ver que me compro a la final no me compre demasiado solo tres conjuntos de ropa y dos pares de zapatos y de paso le compre un perfume a Luca de forma de agradecimiento. Aunque él no quería aceptar yo prácticamente le obligue para que acepte mi regalo.

Antes de subirnos al carro me figo de una nueva heladería le digo a Luca para pasar comprando unos helados, nos dirigimos hacia allá, le invito a Luca a un helado él ha escogido de menta y yo de tiramisú, no puedo creer estos son los mejores helados de todo el mundo que he probado hasta ahora, solo de dar un pequeño bocado he tocado el cielo literalmente.

Mientras nos estábamos acomodando los cinturones para ya irnos a casa, en la vereda de enfrente veo a un chico o mejor dicho a un Dios Griego sentado en una banqueta leyendo un libro y pienso que no puede ser más perfecto un chico guapo que lee libros, me mata, aunque no lo puedo ver tan bien porque lleva una gorra puedo distinguir algunas facciones de él tiene el cabello un poco largo y ondulado su cabello es de color rubio oscuro, la tez de su piel es clara y tiene más cejas que yo eso si lo puedo asegurar. Lo malo es que no puedo ver sus ojos, mientras pensaba en que color son sus ojos caigo en cuenta que ya hemos llegado a casa.




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