En la boca del lobo.

Capítulo 9: No merecía morir.

—¿Gustas vino tinto o vino blanco? —preguntó Fidel, levantándose de su asiento para llenar la copa de su acompañante. 

—Vino tinto —respondió Camila. 

Durante los últimos días, se sentía bastante intranquila. No se sentía segura y en su cabeza tenía un ruido que la molestaba constantemente, pero aun así accedió distraerse por un momento; sino, terminaría sin control de sí misma.

—Me alegra que hayas aceptado esta invitación. Estas semanas han sido de mucho trabajo; ni siquiera nos hemos dado un tiempo para platicar como aquella primera vez —dijo Fidel con una sonrisa en la cara. 

—A veces es necesario salir de toda la mierda en la que nos encontramos envueltos —murmuró.

—¿Perdón?

—Nada. Decía que a veces necesitamos desestresarnos del trabajo —respondió, devolviéndole la sonrisa. 

 Fidel la observó sin detenimiento y posteriormente le dio un sorbo a su copa. 

—Camila, seré directo. Realmente me interesas mucho y quiero conocerte más. 

—¿En serio? 

—Sí, ¿por qué lo dudas?

—No lo sé. Es un poco extraño para mí; no hemos convivido mucho. Pocas veces hemos coincidido en la empresa —respondió confundida. 

—Quizás tengas razón. La mayor parte del tiempo convives con Román —decía mientras hacia un gesto de desprecio—, pero realmente estoy interesado en ti. 

—Ahora que has tocado el tema, ¿qué ha pasado con Román? No lo he visto desde aquella vez que me concedió el día libre. 

—Tampoco sé dónde anda metido. Lo último que supe fue que su padre se encontraba gravemente de salud. Tal vez eso justifique su ausencia —respondió un poco molesto. 

—Solo preguntaba, ya que dejamos trabajo pendiente.

—Deberías tener cuidado. Es una persona que oculta muchas cosas; toda su familia anda metida en cosas sospechosas —decía mientras le daba una mordida al salmón que se encontraba en su platillo. 

—¿Cosas sospechosas? —respondió confundida. 

—Solo digo, no vayas a salir embarrada. Es por eso que siempre me mantengo al margen con ellos.

—Lo entiendo. 

Después de un incómodo silencio, la conversación empezó a fluir de mejor manera. Comenzaron a platicar desde sus hobbies hasta su género musical favorito. La noche se había vuelto amena, y por un momento, Camila se olvidó de sus problemas hasta que recibió una llamada del Oficial Cristián. 

—¿Me permites un momento? Contestaré una llamada; no tardo —decía mientras abandonaba la mesa de aquel lujoso restaurante. 

—Sí, no te preocupes. 

Camila bajó hacia el pasillo de recepción y tomó la llamada. 

—¿Tienes noticias acerca de la señora Bane? ¿Verdad? —dijo Camila, temerosa. 

—Así es, pero antes de que te diga la información que poseo, quisiera saber: ¿dónde te encuentra en estos momentos? —respondió el Oficial.

—Me encuentro fuera de casa. ¿Hay algún problema?

—Márcame cuando estés en tu hogar; por el momento, no puedo decirte nada. 

—Por favor, dime. ¿Qué pasó? ¿Dónde se encuentra?

—La señora Bane... está muerta —contestó el Oficial con un nudo en la garganta. 

Camila se quedó muda y, en un par de segundos, comenzó a llorar.

—Fue mi culpa. Si tan solo me hubiera quedado con ella —decía entre lágrimas. 

—No, Camila, no fue tu culpa. Si te hubieras quedado ahí, también correrías peligro. 

—Ahora lo importante es localizar a su hija. No sabemos de su paradero; creemos que se encuentra con algún familiar. Por el momento, no puedo decirte nada más. 

Camila colgó la llamada; de cierta manera, se sentía culpable y no podía creer por lo que estaba pasando. Sentía empatía por aquella niña que se había quedado huérfana en estos momentos. Decidió acudir al baño para limpiarse las lágrimas y retocarse el maquillaje; no podía permitir que Fidel se diera cuenta de su estado de ánimo.  

—¿Todo bien? Te noto un poco rara —mencionó Fidel demasiado extrañado. 

—Sí, todo bien. ¿Qué tal la sopa? 

Ambos continuaron con su velada, aunque Camila intentaba contener todas las emociones que sentía. Después de unas horas, Fidel se ofreció a llevarla hasta su departamento.

—Deberías considerar mudarte más cerca de la ciudad. Te encuentras muy retirada. 

—Sí, lo he pensado. Tal vez pronto lo haga. Gracias por la invitación; fue una buena noche.

—De nada. Espero que se repita y no sea la única cita —respondió Fidel—. De verdad quiero conocerte mejor. 

—Me encantaría. 

Tras una breve conversación, ambos se despidieron. Una vez en su departamento, Camila se encontraba pensativa; no podía creer que la señora Bane se encontraba muerta. Era evidente que aquellos hombres la habían asesinado. En estos momentos, temía por su seguridad; quizá ella sería la siguiente. 

—No merecía morir —murmuraba afligida. 

Después, Camila se levantó de su sofá y entró a su habitación, la cual se encontraba resguardada con una cerradura especial. Tras introducir la llave, la puerta se abrió. En una de las paredes, se podía observar un tablero de investigación improvisado; en él, había distintas fotos de Nicolás Bane, de sus padres y del reloj misteriosos. Había colocado unas líneas rojas que figuraban ciertas conexiones entre los sujetos, pero aún todo parecía muy difuso; no tenía la información suficiente para sacar conclusiones. Después de varios minutos de reflexión, decidió colocar una línea más sobre el esquema. Así que procedió cortar un pedazo de cinta roja y colocó una foto de la gran empresa "CSMS". Quizá podría ser la pieza que faltaba en todo este rompecabezas. La razón que la llevaba a sospechar de su lugar de trabajo eran las fotos que encontró en el casillero de su compañero. 

—¿Román y Fidel están involucrados en todo esto? Por lo visto, conocían a Nicolás —se decía a sí misma. 

Al día siguiente, Camila se encontraba lista para un nuevo día, pero en esta ocasión se levantó más temprano de lo habitual, ya que tenía que asistir a su reunión semanal con sus padres. Al llegar al cementerio, quitó las flores marchitas y colocó unas nuevas llenas de vida. Posteriormente, se sentó sobre la sepultura de su padre.



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En el texto hay: asesinato, secreto, policiaco

Editado: 29.04.2024

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