En la boca del lobo.

Capítulo 11: El ataque.

—Disculpa el desorden. No he tenido tiempo de ordenar —decía Camila, bastante apenada, mientras recogía unas prendas que se encontraban sobre el sofá. 

—No tengo por qué juzgarte. Exactamente así se encuentra mi departamento —respondió Román con un tono burlesco. 

—¿Quieres algo de tomar? ¿Café o té? Hace bastante frío; más vale entrar en calor. 

—Un café, si no es mucha molestia. 

De inmediato, Camila se dirigió a su cocina y comenzó a preparar las bebidas para acompañar aquella noche fría. Por su parte, Román inspeccionaba todo el departamento con la mirada y se percató de la cerradura especial de su habitación. 

—¿Qué escondes? ¿Dinero? —preguntaba Román mientras se reía.

—Más vale estar prevenida. La semana pasada entraron a robar a mi vecino del 408. 

—Mujer precavida —comentó Román.

Camila preparó dos tazas de café y las llevó hasta la mesa de centro que se encontraba en la sala. 

—¿Una o dos cucharadas de azúcar?

— Solo una, por favor —dijo Román y, posteriormente, le dio un sorbo a su taza—. Entonces, ¿vives sola?

—Es correcto. Desde hace un tiempo y, ¿qué hay de ti?

—También vivo solo. Desde hace unos años decidí alejarme de mi familia, aunque no fue la mejor decisión, pero...

De repente, una llamada telefónica interrumpió su discurso. Las llamadas eran insistentes y tuvo que salir del departamento para responder. Camila, un poco extrañada, espero en su sala; desde esa ubicación podía escuchar la conversación. Después de unos minutos, Román se incorporó al departamento.

—Camila, lo lamento mucho, pero tengo que irme. Me surgió un problema familiar y tengo que ir a la casa de mi madre de inmediato.

—No te preocupes. Lo mejor es que vayas; no puedes hacerla esperar —respondió Camila.

—Muchas gracias por entender. Tenemos un café pendiente.

—Claro, lo anotaré en mi lista de citas pendientes.

Sin más detenimiento, Román abandonó el edificio y, una vez que se encontraba en la calle aprovechó para realizar una llamada importante. Por otro lado, Camila recogió las tazas de café y las vertió sobre el fregadero. Abrió la puerta de su habitación y aprovechó para sacar nuevas conclusiones de la investigación que llevaba a cabo.

—Por lo visto, Fidel y Román no tienen una buena relación —aseguraba mientras hacía anotaciones en una libreta—. El padre de Román tenía un puesto importante en la empresa, ya que él designó a Fidel como gerente. Interesante, pero aún sigo sin descifrar cómo es que conocían a Nicolás y, lo más importante, ¿mi padre estuvo involucrado con ellos y con la empresa?

Cada vez más surgían preguntas que no tenían una respuesta concreta. Todo era confuso y parecía ser un laberinto sin salida. Sus pensamientos la agobiaban mucho, pero no podía dar marcha atrás. Sin embargo, todas sus ideas fueron interrumpidas cuando el sonido del timbre empezó a retumbar en todas las paredes del departamento. Camila, extrañada, se acercó a la puerta; nunca recibía visitas de ninguna persona y mucho menos a altas horas de la noche.

—¿Quién es? —gritó Camila, pero no consiguió respuesta alguna del otro lado de la puerta. Así que decidió asomarse por el pórtico de la puerta y pudo distinguir la silueta de una mujer—. ¿Es usted, señora Clara?

—Sí, soy yo. Buenas noches, lamento molestarte a estas horas. Solo pasaba para recoger el dinero de la renta, recuerda que ya es fin de mes —mencionó nerviosa. 

Camila seguía sin abrir la puerta; su intuición le decía que no era buena idea hacerlo y, sobre todo, porque el dinero de la renta ya se lo había dado por la mañana. ¿Cómo era posible que no lo recordara? 

—Si no mal recuerdo, le di el pago hoy por la mañana —respondió Camila. 

—Cierto, qué tonta soy, ya no lo recordaba. 

—Tenga buena noche, señora, hasta mañana —mencionó para finalizar la conversación. Por un instante, hubo un silencio abrupto. 

—Camila, un último favor. ¿Me puedes regalar una taza de azúcar?

—¿Una taza de azúcar? —inquirió bastante extrañada, ya que le resultaba raro dicha petición, pero no se negó a hacerlo. Caminó hacia la cocina y se dispuso a llenar la taza. 

Del otro lado de la puerta se encontraba la señora Clara, cuyo rostro denotaba mucho miedo, debido a que a un lado suyo se encontraban dos hombres armados listos para atentar contra Camila. 

—¿Por qué no abre la puerta? ¿Qué tanto hace? —murmuró uno de los hombres. 

—Rellenando la taza de azúcar —contestó su compañero. 

—Ya lo sé, imbécil, pero ya se tardó mucho. Deberíamos derribar la puerta de un tiro —respondió con un todo de voz muy bajo.

En el interior del departamento, Camila se encontraba pegada en la puerta, escuchando con detenimiento la conversación. No entendía con claridad, pero sabía que algo andaba mal.  De repente, escuchó que alguien estaba recargando su arma. De inmediato, se alejó de la puerta lo más rápido posible, pero no sucedió nada. No sabía qué hacer; entendía que alguien la estaba esperando del otro lado y no tenían buenas intenciones. 

—Camila, ¿aún sigues ahí? —gritó la señora desesperada. 

Por su parte, buscaba algún escondite efectivo, pero nada funcionaba. Hasta que se acercó a la ventana de la cocina y la abrió. El aire sopló con bastante intensidad; Camila se asomó y vio las escaleras de incendios, el escape perfecto. Sin pensarlo dos veces, se subió sobre la barra de su cocina y sacó su pierna, con bastante esfuerzo intentaba alcanzar las escaleras. Mientras intentaba escapar, recordó que el reloj se encontraba en su chaqueta. Con mucho temor, regresó a la sala en busca del objeto, hasta que recordó que lo tenía en el bolsillo de su chaqueta. Se dirigía nuevamente hacia la cocina cuando el estruendoso ruido de un disparo interrumpió su escape. Totalmente asustada, se levantó rápidamente del suelo y se preparó para salir del departamento. De una patada, la puerta se abrió y entraron los dos hombres en busca de la chica. Camila se encontraba bajando por las escaleras de emergencia con rapidez para llegar hasta la calle. La señora Clara aprovechó la distracción de los dos hombres para huir del lugar. 



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En el texto hay: asesinato, secreto, policiaco

Editado: 29.04.2024

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