En la boca del lobo.

Capítulo 13: Secreto descubierto.

—¿Cómo te encuentras? —inquirió el Oficial Cristian.

—Bien. Jamás pensé que me sucedería algo así. Ahora sé que alguien me tiene en la mira —contestó Camila.

—¿Pudiste reconocer el rostro de alguno de esos hombres?

—No, pude escapar antes de que entraran al edificio.

—¿Sospechas de alguien?

—Lo he estado pensando mucho y quizá sean los mismos hombres que estuvieron detrás de Nicolás y su esposa. Tengo miedo de que mi destino sea el mismo —respondió asustada.

—Tranquila, ya hay una investigación al respecto.

—Eso no me mantiene tranquila. Esas personas aún siguen libres; no me siento segura.

—¿Hay algo más que recuerdes? —preguntó Cristian.

Camila miró hacia el techo, intentando recordar cualquier detalle que fuera de ayuda.

—Sí —exclamó—. Junto a esos hombres se encontraba la señora Clara, la dueña del edificio.

—¿Qué hacía con ellos? ¿Es una cómplice? —inquirió Cristian, confundido.

—Tal vez, o quizá la utilizaron para llegar a mí.

—Tendremos qué dar con ella. Seguramente tendrá información valiosa que nos facilite la investigación.

Camila asintió con la cabeza. Estaba igual de interesada en descubrir quien estaba detrás de todo.

—¿Quieres pasar a tu departamento? De todas formas, no te permitirán sacar nada de ahí hasta que se complete la recolección de pruebas.

—Entiendo, pero necesito ir —dijo Camila. 

Subió a la camioneta del Oficial Cristian y se abrochó el cinturón de seguridad. Por un momento, sintió paz, pues se sentía segura era con él. 

—Un momento —dijo Cristian, sacando una pequeña caja de su bolsillo—. Mi esposa te mandó un regalo. La semana pasada viajamos al centro de la ciudad y no pudo resistirse a comprártelo. Espero que sea de tu agrado. 

—Gracias —respondió Camila, abriendo la caja. Se trataba de un llavero personalizado con su nombre. Cada letra estaba adornada con pequeñas piedras brillantes azules—. Es hermoso, siempre lo llevaré conmigo. 

Al llegar a su antiguo departamento, el temor se apodero de su mente. Cristian le dio una palmada en la espalda, intentando tranquilizarla. El lugar se encontraba acordonado con una cinta amarilla, prohibiendo el acceso a cualquier persona. Cristian tuvo que intervenir para que Camila pudiera entrar a su hogar brevemente y con supervisión. 

El departamento estaba totalmente desordenado, con muebles tirados y cajones abiertos, como si los atacantes buscaran algo. Al entrar a su habitación se sorprendió, ya que el tablero de investigación improvisado que había armado en una de las paredes se encontraba destruido, con las fotos despegadas. 

—¿Qué es lo que buscaban? —cuestionó uno de los agentes.

—No lo sé, no tengo idea —respondió Camila, aunque sabía perfectamente la respuesta. 

Mientras tanto, Román había llegado al departamento de Camila y se sorprendió al ver una patrulla que le negó el acceso al edificio. Desesperado intentó contactarla sin éxito. Como última alternativa decidió llamar a Fidel.

—¿Sabes algo de Camila? —preguntó directamente y sin rodeos. 

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —respondió Fidel. 

—Te hice una pregunta.

—Es algo que no te importa, ¿sabías que intentaron hacerle daño? Y convenientemente estabas desaparecido, lo cual es muy sospechoso.

—¿De qué hablas? ¿Quién intentó hacerle daño? —inquirió Román, confundido. 

—Tú. ¿No era ese tu plan, vengarte de la muerte de tu hermano? —gritó Fidel. 

—Ahora estoy seguro de que ella no tuvo nada que ver. Creo que hay alguien más detrás de todo esto —afirmó Román. 

—No quieras tapar tu culpa y deberías responsabilizarte por tus acciones. Le has provocado mucho daño.

Román, molesto por las acusaciones de Fidel, colgó la llamada al ver a Camila salir del edificio con el oficial Cristian y corrió hacia ella. 

—Camila, te he estado buscando.

—Román, ¿dónde estuviste? —exclamó Camila, abrazándolo. 

—Arreglando algunos problemas familiares, pero ya estoy aquí. Me he enterado de lo sucedido y me alegra saber que estás bien. 

—Perdón, por no haberlos presentado antes —respondió Camila mientras se dirigía al oficial—. Él es Román, un buen amigo del trabajo. 

—Un gusto en conocerlo —respondió Román. 

—El gusto es mío —dijo el oficial, estrechándole la mano.

—¿A dónde irás ahora? —cuestionó Román. 

—Pensaba ir con Fidel, de hecho, me estoy quedando con él. 

—¿De verdad?  ¿Con él? —su rostro reflejaba el enfado que sentía en esos momentos. 

—Esa noche pasaron muchas cosas y se ofreció a ayudarme —explicó Camila. 

—Necesito que vengas conmigo —sugirió Román. 

—Claro, no tengo problema con eso —después se dirigió hacia el oficial—. Gracias por traerme hasta aquí. Espero que pronto tengas información de la señora Clara.

—Haré todo lo posible y en cuanto tenga información te la haré saber —respondió el oficial despidiéndose con un abrazo. 

Román y Camila se dirigieron hacia su casa. En todo el camino tuvieron una pequeña plática sobre lo sucedido de aquella noche, aunque Román evitó el tema del padre de Camila, al parecer no era buen momento para confesarlo. 

Su departamento era pequeño, pero tenía todo lo necesario para estar cómodo. Román la invito a sentarse en un sofá de la sala principal.  

—¿Confías en Fidel? —inquirió.

—Hasta este punto, la verdad, no confió en nadie. 

—Haces bien. Nunca sabes quién te puede traicionar —respondió Román. 

—¿Vives solo? —preguntó Camila tratando de cambiar el tema. 

—Así es. Completamente solo.

—¿Y tu mamá? ¿tienes hermanos? —continuó Camila. 

—Mi madre vive lejos de aquí, aproximadamente a una hora. Hace un par años decidí irme de su casa —dijo Román, tomando un tiempo para suspirar—. En cuanto a tu segunda pregunta, no quería tocar el tema, pero creo que ya tenemos bastante confianza. Tenía un hermano menor, pero fue asesinado hace unos meses. Fue muy duro para mí y a veces solo quisiera tener al responsable frente de mí y hacerle lo mismo.



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En el texto hay: asesinato, secreto, policiaco

Editado: 14.09.2024

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