En la cima del cielo©

Capítulo I

Juanes - Volverte a ver ♪

"Amor es aquello que ocurre cuando la tierra deja de girar, todo se detiene y solamente dos almas logran reconocerse."

~ ~ ~

Un vehículo aparcó en el estacionamiento del Auditorio cuando el reloj marcaba exactamente las nueve de la noche. Ilse bajó de él sin esperar a que David abriera su puerta, de inmediato atrajo las miradas de algunos jóvenes que descubrieron la hermosa mujer que se escondía tras ese vestido blanco, donde sus ojos eran dos zafiros que denotaban pureza. Su hermano la tomó del brazo como reclamándola, era lo menos que podía hacer por la pequeña; sus quince años mayor que ella lo harían imponerse ante quien quisiera dañar a su muñequita de porcelana.

Ilse solo rio al descubrir las intenciones de su hermano por protegerla, aunque no hubiera podido hacerlo años atrás cuando ella había entregado su corazón al hombre equivocado. Ese sería un secreto que se llevaría hasta la tumba de ser posible, solo por no tirar la imagen que él tenía de ella.

Caminaron hasta la entrada del Auditorio deslumbrándose con las luces blancas y el olor a nardos que se impregnaba en el ambiente completo. Ese era el aroma que lo llevaba hasta el cielo, aquel que alguna vez lo hizo conocer la cima del mismo, un punto exacto donde había dejado guardados recuerdos que jamás se permitiría extraviar. Nardos, a eso olía ella cada vez que la abrazaba a modo de saludo, ese era el perfume que adquiría su ropa provocando miles de momentos fascinantes. Ahora se filtraba en sus fosas nasales y el cambio radical de emociones se notaba; antes le causó sonrisas, ahora solo le calaba en el interior de pensar que esa mujer se había perdido y con ella la esperanza de ser feliz algún día.

Llegaron a las butacas indicadas en sus boletos, tomaron asiento y esperaron a que dieran la señal de que el concierto empezaría.

—Advertido quedas de que no debes dormirte ¡eh! —Exigió Ilse mirando a David.

—Sabes que no prometo nada, pero lo intentaré.

Las luces bajaron su intensidad seguidas de un silencio que poco a poco llegó.

«Damas y caballeros, bienvenidos a la gira Nacional de la Orquesta Velvet, esperando que sea de su total agrado como cada año. Ahora, sin más preámbulos, ¡Comenzamos!»

Los chellos fueron el primer sonido que embriagó al público, ese estruendo que imponía demandando atención a lo que a continuación acontecería. El escenario se fue iluminando poco a poco y por partes, según como los instrumentos se fueron presentando.

Ilse estaba tan enfocada en no perder las notas, en ver como mujeres y hombres sobre el escenario movían con frenesí sus manos, los movimientos de cabeza que daban como si éstas llevaran el ritmo de la melodía. Le transmitían tanto con tan poco, incluso decidió mirar a su hermano a un lado que no quitaba la vista de todo el espectáculo, lo había logrado cautivar como últimamente muy pocas cosas lo conseguían.

Alba cerraba los ojos, respiraba entrecortadamente porque era la primera vez, en cinco largos años, que tendría su primer solo, aquel donde dejaría que el público sintiera todo eso que ella era capaz de provocar. Hizo una cuenta mental empezando por el tres hasta llegar al uno. Estaba cerca del gran momento cuando sintió los nervios irse tras recordar todo lo que encontró esa mañana, al pensar que había una excusa para poder sacar todas esas memorias que ahora albergaba en el corazón.

Caminó hasta la parte más iluminada del escenario, esa donde los nardos reposaban en jarrones muy cerca del límite del escenario, al tiempo que las luces rojas se proyectaban sobre su figura. Empezó a tocar con vigor, con fuerza solo pensando en la única persona que alguna vez había podido amar, en que nunca podría dejar atrás ese fragmento de su vida que ahora menos que nunca querría olvidar. David había sido su libro favorito, la melodía que nunca dejaría de sonar en su interior y en base a la cual el corazón palpitaba. Él y nadie más porque, simplemente, fue el único que le enseñó lo que en realidad era amar.

Sus ojos continuaban cerrados, pero de ellos despedía un líquido que entraba en su boca volviéndose dulce como nunca creyó posible, sabiendo al mismo néctar que probó en el día que se alejó de David, que se despidió diciéndole lo mucho que le amaba, lo que sentía por él. El día en que un silencio le dijo más de lo que ella hubiese querido escuchar.

Era increíble que fuese dulce cuando el motivo fue dolor, tristeza, un corazón roto. Sin embargo, el sabor venía del corazón, aquel donde Alba tenía tanto amor para dar que nada le podría amargar su dulzura.

David la reconoció puesto que logró ver los mismos rizos, los labios rosados que solo probó una vez, pero lo suficiente como para crearle adicción y aquella nariz que le daba curiosidad tocar. Y su corazón vibró tan fuerte como si quisiera salir de su cuerpo e ir a donde ella, para seguirla como se lo impidió tiempo atrás. Como recordándole lo idiota que fue y que no podía serlo nuevamente.




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