Estaba muriendo. Había perdido cualquier tipo de motivación y carecía de cualquier expectativa con respecto a la vida, no tenía ningún punto de llegada esperando por mi y estaba completamente desorientada, no existía ninguna razón para levantarme y había perdido la cuenta de los días, ¿Acaso era lunes? Porque la gente
parecía más acongojada de lo usual. Mi casa se estaba deteriorando con el paso del tiempo, las goteras estaban por todas partes. Me fue imposible ocultar que desde hace tiempo habia venido lidiando con una tormenta, y aunque todos se dieron cuenta nadie hizo nada. Pensé en
que quizás cuando sólo queden ruinas, todos dirán algo como: "Que triste, jamás noté que su casa tenía goteras". Creo que jamás lograré entender porqué las personas se comportan de formas tan lamentables.
A pesar de la desolación que me envolvía, algo dentro de mí seguía buscando una chispa de esperanza, una razón para seguir adelante. En medio de la oscuridad, recordé las palabras de mi padre que una vez me dijo: "Incluso en los momentos más difíciles, siempre hay algo por lo que vale la pena luchar". Esas palabras resonaron en mi mente como un eco reconfortante. Decidí que, aunque mi casa estuviera en ruinas y la tormenta pareciera interminable, aún podía reconstruir los cimientos de mi vida.
Mire a mi alrededor, sin saber donde estaba o por qué estaba conectada a máquinas. Mierda otra vez había pasado.
Mire hacia mi costado, y Dylann dormía en el sofá que se posaba en la habitación del hospital. No quería hablar o despertarlo, tenía miedo. Me había visto en mi momento más débil.¿Se sentirá culpable por lo que paso? ¿pensara que soy una carga?¿me verá como algo malo? ¿será que ya no me querrá en su vida?.
Ha pasado poco tiempo, pero siento que ya se encariño conmigo y no creo que eso sea bueno, dentro de todo solo soy una bomba que esta por estallar, en cualquier momento explotare y quiero el menor número de víctimas posibles.
—¿Quieres que llame a la doctora?.
—Estoy bien Dylann.
—Tomaste una botella de fármacos, eso no es estar bien.
—Bienvenido a mi mundo.
—Bien, por que no me iré.
—Eres una estrella famosa —dije moviendo mis brazos— No puedes quedarte con la pelirroja que todos odian.
—Yo no te odio.
Lo mire unos minutos hasta que la puerta se abrió, la enfermera poseía una sonrisa escalofriante mientras se acercaba, tomó mis signos vitales y parecía sorprendida.
—El psiquiatra vendrá dentro de poco, estuviste en coma 3 meses, casi mueres Danielle, la última vez que estuviste aquí prometiste no volver hacerlo, el lavo de estómago no fue suficiente esta vez, y tu amigo no se quiso ir nunca, teníamos toda la sala de chicas locas por el, sus amigos dejaron flores y tuvimos que poner seguridad por todos lados, ahora eres una persona famosa como el— exagero América, la enfermera a mi lado.
—Bienvenida a mi mundo— replicó Dylann.
—Bien, donde esta la señorita Rivers— dijo el psiquiatra entrando a la habitación.
—Hola—susurre.
El psiquiatra pidió que todos salieran de la sala pata poder conversar de todo lo sucedido juntos. Lo que al principio resultó fácil termino siendo más difícil de lo que me imaginaba. No podía creer que estaba aquí otra vez, que esta en esta sala blanca sin dibujos, con un solo mueble, y ventanas sin persianas.
—Danielle, esto es grave, hablamos a tu padre, y esta de acuerdo en interna...
—No.
—Danielle no puedes tomar estas desiguales por ti, estamos todos juntos en esto.
—Estoy en mi último año, tengo una vida.
—Hasta hecho esto más veces de las que puedo contar, y me da miedo que ya no volvamos a vernos.
Guarde silencio y solo mire sus ojos tristes, aquellos que me había puesto Dylann ese dia.
—Fueron 3 meses de coma, bajaste mucho de peso, ya no hay más alternativas.
—¿Podemos buscar alguna forma?.
El solo suspiro y no hablo, se levantó y dejó pasar a mis padres. Exacto, ambos estaban allí de pie frente a mi, sus caras manifestaban el reflejo de la decepción y la incomprensión ante el problema.
—Te iras a un psiquiátrico— grito mamá —Ya no aguantaremos mas esto.
—Ni siquiera vivo contigo.
—Hija, esto te matará, ¿Quieres eso?— hablo papá triste.
Solo baje mi cabeza, no sabia que decir, o que dirían ellos si les dijera que si quería morir. ¿Qué se hacía en estos casos?, me sentía bajo la lluvia, y poco a poco todo se hundía y dolía cada vez más. Ellos salieron de la habitación y me quede a la deriva.
Me sentía nerviosa mientras esperaba a que los doctores terminaran su conversación en privado con mis padres. El aire en la sala de espera era denso, casi opresivo, y cada segundo que pasaba se volvía más difícil de soportar. Observaba a través de la puerta entreabierta, tratando de descifrar las expresiones en los rostros de mis padres mientras los médicos les hablaban en voz baja.
Finalmente, la puerta se abrió y los doctores salieron, seguidos de mis padres. Sus caras estaban sombrías, y su paso era pesado, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.