En la misma habitación que el diablo

Capitulo 02

Anahera Malyshev.

Después de que me burle en su cara y me haya restregado que soy de él me llevo a rastras a un vehículo, hemos estado mas de tres horas de camino a un lugar demasiado alejado para mi gusto. El sol salió hace rato, está de más decir que estoy en contra de mi voluntad en esta cosa llamada matrimonio, y valla mierda. No salí nunca del maldito averno.

El coche frena frente a una gran pared, unas rejas negras se abren dejando ver una gran villa. Hay demasiado terreno y se pensaría que es una reserva, a alguna vivienda. Los colores no son muy llamativos, me bajo sin ninguna emoción en mi rostro Pero en el suyo hay burla y se ve que disfruta de joderme.

—Adelaida te enseñará dónde dormirás, no podrás escapar y si lo intentas te encerraran —asiento, camino directo a la entrada de la casa. Laina estará preocupada.

Una jovencita no mayor de los treinta se podría decir, me guía por los pasillos. Supongo que es Adelaida, no se molesta en saludar ni presentarse, los colores del interior son iguales a los de la fachada opacos y sin ninguna emoción, no tiene el ambiente cálido de hogar que tenia el departamento.

Hay un punto en el que el pasillo se vuelve realmente oscuro dificultando ver qué hay.

—Esta es su habitación —habla al fin la mujer, el chirrido acompaña a la puerta. Deja ver la luz que se filtra por la ventana.

—Gracias.

—Por lo menos tiene modales —susurra y finjo no escucharla, me adentro a la habitación y dejo que ella cierre la puerta.

Solo hay una cama, unas cuantas mantas y la cómoda a su lado, me recuesto en la cama y a pesar de que el colchón es duro me dejo llevar por el sueño.

Una linda pradera, flores y el pasto verde. Se respira aire puro y la tranquilidad es inigualable.

El suelo bajo mis pies se empieza a mover, escucho gritos de un hombre a lo lejos, no distingo su rostro Pero reconozco esa manera de decir las cosas.

Despierto, abro mis ojos acostumbrando a la oscuridad mi pupila, es de noche muy de noche. Mi estómago ruge.

—¿Dónde esta?, maldita sea. ¡Te di esa tarea a ti, incompetente! —su voz está cerca, me levanto de la cama y abro la puerta.

Un escalofrío recorre mi columna al ver más oscuridad por el pasillo, camino rápido mirando al frente tratando de no desviar mi mirada, los gritos se siguen escuchando. La curiosidad me consume por dentro.

Un poco de luz deja ver las escaleras que dirige a la planta de arriba, hay varias puertas además de la sala está el comedor, la cocina desde luego. Pero hay una en específico que dice: "no abrir"

No quiero meterme en problemas, hago que no la vi y sigo mi camino. Estoy justo en la entrada de la sala cuando se da la vuelta dispuesto a salir.

—¿Por qué no te has cambiado? —su semblante es de absoluta confusión, alzó las cejas, ahora resulta que le importa mi vestimenta.

Me encojo de hombros y lo miro con los brazos cruzados, no espero ninguna explicación. Adelaida se encuentra llorando en el suelo, camino hasta ella pasando por su lado evitando su toque.

—¿Te encuentras bien? —le ofrezco mi mano, intenta pegarme al levantarse.

—Que te importa —murmura con los dientes apretados—. Zorra.

Para nada estoy ofendida, Pero si mi cara pudiera hablar le diría muchísimas cosas.

—¿Disculpa?

—¿Eres sorda? —me devuelve la pregunta, bufo, no entiendo que le hice para que me trate así.

Se limpia las lágrimas mientras me pasa por un lado chocando mi hombro con el suyo, sale de la habitación con la cabeza gacha al ver la mirada que él le da. Me río como psicopata, valla mierda.

Me cruzo de brazos frente a él, la sumisión no va conmigo.

—Anahera —maldito tono de voz, lo odio, creo que solo conmigo lo usa—. Cámbiate, no puedes andar así por la casa.

Asiento y me devuelvo por dónde me vine, paso el pasillo oscuro. Lo denominare mi ahora calabozo, mi prisión personal, busco una blusa pegada y unos pantalones anchos. La puerta al lado de la cama es el baño, no diré como lo descubrí.

Ya cambiada vuelvo a salir, su voz se escucha en las escaleras, camino más rápido cuando me llama, hay otra voz que se une a la de él, Pero está es más aguda. Llegó al inicio de las escaleras y lo veo, frente a él una mujer.

—Anahera, ven aquí. Aguacatico —me acerco más extrañada aun.

¿Me acaba de llamar aguacatico? Que apodo tan feo, me hubiera puesto amor, amorcito, pero no. Al señor no se le ocurrió una mejor idea.

Llegó hasta estar a su lado, me agarra de la cintura y me pega a él. Quedó a centímetros de su cara, mira sus ojos y luego a sus labios el hace lo mismo, yo lo tiento y el me tienta, une nuestros labios en un beso feroz, ardiente, me exita su forma de tocar mi cuerpo. Sus manos están en mi espalda baja casi llegando a mis nalgas.

Sus labios muerden los míos, mantiene entre sus dientes mi labio inferior. Aquella mujer chilla, más no le prestó atención, mi cuerpo está ardiendo, una de sus manos se posa en mi barbilla mientras su lengua juega con la mia. Mi piel bajo su toque quema y me invita a acercar mi cuerpo al suyo.

Nos separamos a falta de aire, sus manos siguen en el mismo sitio, no permite que baje mi cabeza. Sus ojos me atraen más a él, y vuelvo a juntar sus labios con los míos, es como una maldita droga estar en sus labios. Esta vez es más feroz, con hambre y ansias que no serán cumplidas y un deseo interminable que enciende mi ser, sabore cada parte de sus labios, volviendo loca la parte racional de mi cabeza. Él pelea por el control del beso y toma posesión de el, busca introducir su lengua en mi boca pero no le doy acceso, mantengo mi posición hasta que el aprieta mi nalga con su mano y con la otra eleva más mi barbilla. Me hace gemir y el introduce su lengua en mi boca mientras vuelve a explorar cada parte.

Se separa de mi tratando de regular su respiración, estoy jadeando por algo de aire. No pierdo sus ojos de mi vistas está vez, sonrío cuando nos da vuelta hasta quedar frente a la mujer que, apesar del espectáculo que le hemos dado no se ha ido.



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En el texto hay: psiquiatra, sucesos extraños, psicópata mafia

Editado: 11.10.2024

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