Mordí mi labio nerviosa por lo que estaba apunto de hacer, di un vistazo a mi izquierda y derecha ese mensaje mantuvo el miedo en mi todo el día y es por ello que decidí venir a la policía, si es que de verdad era un demente como lo parecía debía pararlo, reportarlo para que dejara de acosar a más personas, cogí una bocanada de aire armándome de valor y marché con paso firme a la estación, en la recepción se encontraba un joven oficial y tres personas sentadas en unas sillas negras.
-Buen día ¿en qué puedo ayudarle señorita?-preguntó el oficial tras llegar al mostrador.
-Quiero hacer una denuncia, ayer en la madrugada recibí una llamada extraña, la persona me decía que por qué estaba despierta y en lo que me levanté para fijarme por la ventana dijo que no fuese tonta no lo encontraría y hoy...
-Descuide señorita esto ha pasado cientos de veces, no son más que adolescentes sin nada mejor que hacer que asustar a las personas por un rato, no hay nada de que preocuparse, además tengo entendido que ayer fue la final de futbol americano en la preparatoria, probablemente algún joven ebrio o por alguna clase de reto lo hizo, créame en varias fiestas de la preparatoria hice cientos de cosas así.
-Pero...
-Se lo aseguro, no hay nada de que preocuparse, puede irse a casa tranquila
- Esta bien, gracias por su tiempo.
Policía inepta, fue un error haber venido, no sirven para nada, podía tratarse de algo sumamente serio y para ellos eran solo ''adolescentes ebrios, sin nada mejor que hacer''
Caminé hasta mi casa molesta con la inservible seguridad de este país. Desde la entrada de mi casa observé un camión de mudanza justo cruzando la calle, esa vivienda estuvo deshabitada bastante tiempo, a nadie le gustaba por su sencillez, aunque eso no quería decir que no fuera bonita. Se escuchaban unas voces dentro del cajón, unos hombres bajaban con cuidado un sofá color vino, el más joven de ellos se dio cuenta de mi mirada curiosa, avergonzada aparté mi rostro rápidamente y abrí el portón blanco con torpeza aun sentía la mirada penetrante del chico. Suspiré aliviada al entrar y me dirigí hasta mi refugio, mi querida habitación, mi padre no estaba, era normal salía tarde del trabajo, mi madre de seguro en la cocina con el móvil en la oreja a veces me preguntaba si no se le entumía la mano de estar así todo el día.
Tiré mi mochila en la cama y no tardé en sentirme extraña como si alguien me estuviera viendo, como si no estuviera sola en mi cuarto, recorrí velozmente de pies a cabeza mi recamara encontrándome con todo normal, todo está en su sitio excepto mi oso que se encontraba en el suelo, no le di mucha importancia de seguro se cayó mientras dormía es algo que siempre solía pasar.
- ¡Hija podrías bajar un momento por favor! - gritó mi madre desde la cocina.
Levanté mi oso y lo coloqué en mi escritorio, salí de mi habitación confundida mi madre no era una persona que me hablara mucho, cuando lo hacía era para reprenderme así que debo suponer que hice algo mal.
¡Rayos!
- ¿Pasa algo mamá? - llevé mis manos detrás de mí, pensando en que había hecho o alguna excusa.
¡No se me ocurría nada!
-Si supongo que ya notaste que tenemos vecinos nuevos.
¿Esperen qué?
¿A caso no iba a regañarme?
-Sí, ¿qué pasa con ellos? - alcé una ceja extrañada.
-Iremos a darles la bienvenida-sonrió.
- ¿Desde cuando eres amable con los vecinos? - pregunté muy confundida, si yo creía que apenas notada que vivía con ella.
-Desde siempre- se encogió de hombros- ahora toma estas galletas que preparé- me colocó un plato repleto de estas en mi mano.
¿Desde cuándo sabía cocinar?
Toda mi vida me mantuvo a comida congelada no tenía idea que podía hacer esto.
¿Por qué a mí nunca me las preparó?
¿Qué tenían ellos de especial?
-Anda vamos no hagas caras largas.
Bufé y la seguí a regañadientes, no podía creer todo esto. Nos encontrábamos en frente de su puerta, en ese momento quería irme a mi habitación con el plato de galletas y comerlas todas.
-Sonríe y sé amable quieres- susurró mientras tocaba el timbre.
Rodeé los ojos esperando a que minutos después la puerta fuese abierta por una señora de cabello dorado y ojos claros.
- ¿Puedo ayudarles? -sonrió amablemente.
-Hola soy Rose Rutwood y ella es mi hija Elise Rutwood- me señaló a lo que yo copié su gesto sin muchas ganas- somos las vecinas de enfrente.
-Es un gusto conocerlas soy Karen Beicop.
-El placer es todo nuestro, hemos venido a darles la bienvenida y de paso darles estas galletas que yo misma preparé- pronunció con orgullo quitándome el plato de las manos y dándoselo a la señora.
-Es muy amable de su parte no debieron molestarse- en ese momento un chico de igual cabello dorada y ojos claros la interrumpió, este fue el mismo que me pilló mirándolos, debe ser de mi edad talvez uno o dos años mayor cuando mucho.