En todo el transcurso del día no pude concentrarme, la llamada y el comportamiento extraño de mi madre seguían rondado en mi cabeza sin parar, traté de buscar alguna razón lógica, pero simplemente no llegaba a ninguna. No creía que planeaba una fiesta sorpresa.
Sabes bien porque se comporta así
Sí porque debía tener un amante, aunque hasta que no lo comprobara, hasta que no lo viera, existía una pequeña esperanza de que fuera por otro motivo. Confié en mi madre cuando días atrás comentó que deseaba hacer todo bien. Esto me hacia pensar que quizás su reivindicación estaba impulsada por la culpa.
¿Qué escondía con su nuevo cambio de actitud?
- ¿Elise? -murmuró Tom a mi lado.
Sacudí la cabeza saliendo del trance de mis pensamientos
- ¿Qué pasa?
- ¿Estás bien? Te noto ausente-miró al profesor con recelo, asegurándose que él no estuviera viendo en nuestra dirección porque odiaba que sus estudiantes charlaran y no prestaran atención.
- Es solo que aún no he podido superar la muerte de Finnick- mentí, no le contaría, no importaba que tan buenos amigos éramos los dos, eso era algo vergonzoso para mi y no quería que pensara mal de mi mamá o que alguno de mis compañeros chismosos escucharan y luego propagaran la información por toda la institución
- ¿Quién? -frunció su entrecejo.
-Un personaje de mi libro-sonreí sin ganas.
-Puso los ojos en blanco- ¿Es en serio? - preguntó un tanto molesto- pensé que se
trataba de algo importante.
-Lo siento eso para mí es importante-lo observé rápidamente para después regresar al pizarrón donde el profesor escribía unas formulas.
-No te disculpes no es nada, solo me preocupo demasiado-suspiró tomando su lápiz para escribir.
-Lo sé y te lo agradezco-hablé en voz baja mientras fingía anotar en mi cuaderno, ya que el profesor se quedó viendo hacia nosotros.
Sonó el chillido ensordecedor que anunciaba el fin de otro aburrido día lectivo, guardé mis útiles velozmente agradeciendo a Dios por haber terminado. Acercándome a la salida veo a la chica de piel bronceada del fin de semana pasado que me miraba extraño, confundida noté como se dirigía a mi nerviosa.
-Eres Elise, ¿Verdad? - preguntó con aire esperanzador.
¿Cómo sabía mi nombre?
¿Cómo dio conmigo?
Si era la primera vez que me dirigía la palabra, no entendía que podía querer ella de mí.
Asentí algo atónita.
- ¿Quién eres tú? ¿cómo sabes mi nombre? –arrugué el ceño.
-Ya habrá tiempo para explicar eso después, necesito hablar contigo de algo sumamente importante.
-De acuerdo- accedí- dime.
Movió su cabeza a la izquierda y luego a la derecha jugando con sus manos temerosa.
- Aquí no.
- ¿Por qué?
-No es seguro, ¿conoces algún lugar en el cual podamos hablar tranquilamente?
Debía ser muy importante y delicado de otra manera no actuaría de esa manera. Lo que aún no podía entender es que tenía yo que ver con sus asuntos.
Talvez escapó de un manicomio y te confunde con alguien más.
-Sígueme conozco un lugar cerca de aquí.
Minutos después nos encontrábamos sentadas en una de las mesas del fondo en la cafetería de Lucy, a excepción de nosotras solo se hallaban una pareja adulta hablando quizá de su juventud, recapitulando todos sus años juntos o diciendo lo extraña que son los adolescentes en la actualidad con sus artefactos tecnológicos. Aparté mi atención de ellos para enfocarme en lo que de verdad importaba en ese momento, saber la razón del porqué esta chica estaba aquí.
Carraspeé.
- ¿Este lugar ya es de tu agrado para hablar?
-Sí- afirmó.
-Bien comienza-añadí un tanto impaciente.
-Me llamo Maya obviamente no me conoces, sin embargo, hay algo que nos conecta.
- ¿A qué te refieres? – formulé sin entender absolutamente nada.
¿Qué conexión podía tener con ella?
-Amanda Calvin era mi mejor amiga- de inmediato la imagen de la chica en las telenoticias vino a mi mente, las fotos de su cuerpo sin vida cubierto por una manta blanca.
-Un escalofrió invadió mi cuerpo poniendo mi piel de gallina- ¿Te refieres a la chica que asesinaron la semana pasada?
Asintió con sus ojos llorosos.
-Lo siento mucho- expresé con sinceridad- igual sigo sin entender que es lo que nos une.
-Gracias, aunque no he venido para llorar más de lo que ya he hecho - quitó su lágrima- lo que las une es…- se detuvo y alzó sus ojos tristes hacia mí- que ambas fueron acosadas por la misma persona.
Abrí mis ojos como platos asustada, ¿cómo sabía eso? Era imposible que ella se hubiera dado cuenta a menos…. a menos que ella sea el acosador, me levanté aterrada.