Vivía en un mundo lleno de monstros.
Personas despiadadas y locas.
Existían algunas perversamente malvadas, pero ninguna como él.
Definitivamente se ganaba el premio.
Con tan solo ver la manera en la que asesinó con brutalidad a esas pobres chicas, sin tan si quiera dudarlo, a sangre fría, con horas de tortura y agonía, despojándolas de su dignidad, envolviéndolas en ese juego macabro donde se apoderó por completo de sus vidas y alma.
Los segundos se convertían en minutos.
Los minutos en horas.
Del amanecer al mediodía.
Del mediodía al atardecer.
2:00pm
El día transcurrió aun ritmo demasiado lento, después del arresto de Rune todo empezó a tener sentido, el sembró el titubeo en mi con respecto a Jasper, se encargó de que sospechara de él, con el fin de distraerme porque notó mi intriga y el nacimiento de mis dudas hacia él.
El singular alemán.
Vivió en Stevens Point.
Llegó un día después de recibir los mensajes.
Reaccionó extraño al ver los oficiales.
Y que pensar de la sustancia roja entre sus uñas.
Eso no podía ser pintura era sangre que lamentable pertenecía a Maya.
La mató por querer ayudarme, porque sabía que ella lo expondría ante mi y la policía, ahora que lo pensaba mucho de lo que me contó sobre como este chico apareció sucedió conmigo, casi en el mismo patrón, chico nuevo en el instituto y con su llegaba se desataban los mensajes amenazantes.
Obtuve mi libertad, era lo que más deseaba, solo que odiaba el precio que se tuvo que pagar, no fui quien acabó con la vida de Maya, pero era culpable por permitir que se involucrara y esa carga me perseguirá por el resto de mis días.
Estar en casa no era algo muy divertido, me sentía sola, al menos en clases tenía a Tom, odiaba que debido a mi expulsión no lo vería tan seguido. Fue un alivio el que mi padre no fuera el asesino, me sentía terrible por haber dudado de él, a veces era increíble como el miedo nos hacia ver cosas que no estaban allí, como nos hacia vacilar de personas que nos aman y nunca nos lastimarían.
- ¿Cielo? - mamá se detuvo al lado de la mesa, liberándome de la prisión de mis pensamientos.
Dejé de jugar con el vaso que todavía contenía un poco del jugo de manzana que bebía, después de terminar con mis tares hogareñas había venido a la cocina sedienta.
- ¿Si?
-Dentro de una hora Jasper vendrá para que te disculpes y aclares todo con él.
- ¿Qué? Pero-intenté objetar, sin embargo, no me lo permitió.
-Nada Elise me lo prometiste, además Karen es una buena amiga y no quiero perder una buena amistad por tu culpa, lo harás y fin de la discusión.
Asentí.
-De acuerdo lo haré.
-Así me gusta-acarició mi mejilla- yo debo irme, pero preparé galletas y pastelillos.
- ¿Adónde vas?
- Al seminario, me iré dentro de una hora.
Suspiré.
-Vale.
Los minutos transcurrieron demasiado rápido y aun no tenía ni la menor idea de que decirle a Jasper.
-Cariño- mi madre paró su andar junto a la puerta- ya tengo que marchar o llegaré tarde, Jasper no tarda en venir, por nada del mundo quiero que te quedes aquí sola, pídele que se quede contigo hasta que llegué tu padre del trabajo- se acercó hasta el sofá donde estaba sentada y besó mi cabeza- te quiero.
-Yo también mami, tranquila no me pasará nada- le sonreí- estaré bien.
-No te confíes Elise- rotó el plomo de la puerta y tiró de este hacia atrás- Jasper- pronunció asustada- que agradable sorpresa.
-Lo mismo digo Sra. Rutwood- respondió con elocuencia- ¿se encuentra Elise?
-Sí y por favor dime Rose no sabes lo aliviada que me hace saber que acompañarás a mi hija con lo que ha estado pasando no me siento segura de que este aquí sin compañía.
- Puede quedarse tranquila yo la cuidaré hasta que llegue su esposo.
-Magnifico, diviértanse trataré de estar en contacto- haló la maleta saliendo de nuestra morada pasando al lado de mi vecino.
- ¿A dónde va tu madre? -entró cerrando la puerta tras él.
Pues en realidad no lo sabía, pero quisiera hacerlo.
-A un seminario del trabajo, uno de todo un fin de semana.
-Papá también se fue a uno, probablemente el mismo, se marchó hace una hora.
-Quizá-me encogí de hombros-¿tienes hambre? Mamá cocinó galletas y pastelillos para todo un pueblo.
-Estoy bien así- colocó su mochila en el sofá- lo que quiero es hablar contigo y no andaré con rodeos, ¿puedes aclararme que sucedió esta mañana?
-Antes quiero que me digas quien te hizo esos rasguños.
-Elevó las comisuras de sus labios inclinándose hacia adelante- No hasta que contestes mi pregunta.
Bufé.
- De acuerdo- accedí.
Tomé una gran bocanada de aire.