En la oscuridad de tu amor

Capítulo 1

.

Tiempo atrás…

Hace mucho tiempo que no tengo unas verdaderas vacaciones. Tomar un respiro, pensar solo en mí, se siente incluso un poco egoísta. Soy hija única y la futura heredera de la empresa de mi padre. Él ha dedicado prácticamente toda su vida a hacer crecer su marca, convirtiéndola en sinónimo de elegancia y poder. Nuestra especialidad es la confección de prendas exclusivas, de altísima calidad y, por supuesto, lujosas. Nuestros clientes van desde celebridades que desean lucir impecables en la alfombra roja, hasta entidades gubernamentales, ya que nuestra empresa es la encargada de diseñar y confeccionar los uniformes de todas las instituciones que velan por la seguridad del país.

Desde hace tres años, esa última área está bajo mi responsabilidad. He aprendido a ser eficiente, a mantener la compostura bajo presión y a no dejar cabos sueltos. Pero todo eso tiene un precio: el agotamiento constante y la sensación de estar perdiéndome algo más allá del deber.

Hoy es el último día de mis ansiadas vacaciones, y me obligo a respirar profundo y simplemente... disfrutar. El calor del verano acaricia mi piel y el cielo está tan despejado que parece una pintura. Frente a mí, el mar resplandece bajo el sol dorado, cada ola que rompe en la orilla parece cargada de magia. Cierro los ojos un instante, absorbiendo la calma, esa que rara vez me permito sentir.

Me recuesto en la tumbona, decidida a broncearme un poco más antes de regresar al caos de la rutina. Sin embargo, de pronto, una sombra interrumpe mi paz. Abro los ojos con fastidio y me incorporo de inmediato. Cruzo los brazos con firmeza y frunzo el ceño, lista para lanzar una queja, pero me detengo en seco.

Frente a mí está un hombre... y no cualquier hombre. Es, sin exagerar, el ser humano más atractivo que he visto en mi vida. Y créanme, no me impresiono con facilidad. Alto, de complexión fuerte, mirada intensa. Tiene ese algo que no se puede describir, pero que hace que te olvides de cómo respirar.

—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunto con tono coqueto, apenas consciente de que mis labios se han curvado en una sonrisa.

—Podrías reparar mi corazón —dice él con una voz profunda, varonil, cargada de una ternura inesperada—. Ha sido flechado, y me temo que solo tú puedes curarlo.

Parpadeo sorprendida, pero no puedo evitar reír. Es descaradamente cursi, y lo sabe. Pero hay algo en su forma de hablar, en su mirada, que me desarma. Y para ser honesta… si este mismo comentario viniera de un tipo gordo, desaliñado o sin carisma, estaría más que ofendida. Pero él no es nada de eso. Ustedes me entienden.

—Nunca he conocido a un tipo tan cursi, pero eres agradable —respondo, divertida, mientras vuelvo a recostarme en la tumbona, fingiendo indiferencia aunque por dentro estoy hecha un lío de nervios y emoción.

—Sería dichoso si tan solo mis oídos pudieran escuchar tu nombre —añade con un tono meloso, mientras se sienta sin pedir permiso en la tumbona junto a la mía.

—Elizabeth. Ese es mi nombre. ¿Y el tuyo, señor poeta? —pregunto sin mirarlo de frente, jugando con la tensión.

—Diego Moretti, a tus pies, mi bella Elizabeth —responde con una sonrisa encantadora que lo hace parecer sacado de una novela romántica de época.

Sonrío de nuevo y niego con la cabeza. “Diego Moretti”… incluso su nombre suena dulce y esponjoso. Tiene una cadencia suave, como si el destino lo hubiese creado específicamente para gustarme.

La tarde se desliza como arena entre los dedos. Diego y yo hablamos de todo y de nada. Hay algo en su voz, en su manera de escuchar y contestar, que me resulta extrañamente familiar, como si lo conociera desde siempre. No suelo hablar con extraños, mucho menos con tanta naturalidad, pero él no se siente como un desconocido. Hay una conexión inesperada, casi mágica. Y no se trata solo de la atracción física, aunque esa es innegable. Es algo más... algo que se mete bajo la piel y te hace sentir viva.

Cada palabra suya agita las mariposas que ni siquiera sabía que vivían en mi estómago. Es difícil de explicar, pero Diego parece cumplir con cada punto de mi lista imaginaria del hombre ideal. Tiene el equilibrio perfecto entre galantería, inteligencia y sentido del humor. Y, por si fuera poco, sabe exactamente qué decir y cuándo.

—Me he divertido mucho este día —confieso, mientras el cielo comienza a teñirse con los colores del ocaso, anunciando el final de la tarde.

Diego me sonríe con esa calidez que derrite cualquier barrera emocional, y no puedo evitar pensar que él es el tipo de hombre que invade tus pensamientos incluso cuando no está presente.

—Me gustaría invitarte a cenar —dice, sin soltar mi mano. Ahora que lo pienso, ni siquiera recuerdo cuándo la tomó. Pero ahí está, entrelazada con la suya. Y se siente tan natural, tan... correcto.

—Veámonos en la recepción dentro de dos horas —propongo, tratando de sonar casual, aunque por dentro estoy flotando.

—Me serán eternas… pero yo podría esperarte una eternidad solo para verte una vez más. —Sus labios rozan mi mano con una dulzura tan pura que, lo juro por el cielo, casi me desmayo.

Este hombre... sabe exactamente cómo conquistar el corazón de una mujer.

Y el mío, sin dudas, ya está rendido a sus pies.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.