En Las Curvas ¿del Amor?

UNA NOCHE ¿ PERFECTA?

—Pero se supone que dijiste que te faltaban de ese tipo, no son mi estilo, pero según tú es la de la lista.

—Shhu, no lo digas tan alto, eso es cosa entre nosotros, no me espante el ganado. Volviendo a tu pregunta, no captas la idea del reto, solo míralas,

Bebiendo su trago de whisky. Observando las cuatro mujeres que lo miraban cuáles leonas a su presa, una más coqueta que la otra, una más atrevida con su manera de vestir, no disimulaban para nada su deseo, porque un hombre así, por lo menos las mirara, eran modelos plus sise, se notaba a simple vista, pero no tenían ese brillo en los ojos, les faltaba ese no sé qué, que lo pudiera atraer hasta el punto de hacerlas parte de la lista, porque ese lugar no era para cualquiera, tenía que tener ciertos requisitos, algo difíciles de conseguir.

—Lo siento — No puedo evitar hacer una mueca de disgusto, claro, sin ser percibida por Sebastian, quien seguía como depredador buscando la presa perfecta.

—Si te das cuenta, todas son más de lo mismo, no sé por qué no se dan cuenta de que en la variedad está el gusto.

—Habla el hombre que las mujeres no le duran más de un mes— brindando y estallando en carcajadas.

—Para que más, en la primera semana uno ya se da cuenta de cuánto demorará en caer, pero de que lo hacen, lo hacen.

—Nunca se te ha escapado una. —le replicó Andrés.

—Claro que no, por favor, solo mírame, quien se resistirá a un hombre como yo— Girando sobre sus propios pies, sin soltar el trago, tenía que vanagloriarse de las horas en el gimnasio, del traje a medida que se mandó hacer, nada de lo que había vestido en los últimos años era comprado en alguna tienda por departamento, todo lo que vestía o lucia era a especialmente mandado a hacer para él.

—¿Qué tanto te quedas mirando? —le dice Andrés. Al darse cuenta de que se había quedado sin palabras de un momento a otro, lo encontró mirando hacia la puerta de entrada. Por un instante él también se quedó perplejo.

—¡La encontré! Es ella.

—¿Estás seguro? No sé, teniendo tantas otras mujeres a tu disposición, ese parece un corderito perdido, sabe que ese vestido no es para mujeres de su volumen.

—Cállate y aprende, para que cuando crezcas seas como yo, exitoso hasta con las mujeres.

—¿Te vas a acercar? Me imagino. —Le comento con algo de fastidio y desgano.

—Nada que ver, solo mira cómo solita llegará, solo mira los hombres a mi alrededor, no son competencia ni un millón de años, estoy acostumbrado a resaltar entre los plebeyos, soy algo así como de otra liga.

UNAS HORAS ANTES

—Solo mírame, siento hasta viento ahí abajo, me niego a salir así a la calle.

—Por favor, amiga, te vez hermosa, de verdad que sí, el vestido se siente a tu cuerpo de una manera perfecta, te aseguro que no dejaran de preguntar por ti.

—Seguramente de quién es la gorda que se te atrevió a lucir así, agradezco que fuera negro, de lo contrario pareciera un disco giratorio, de esos que usan en las fiestas.

Alana, que solo movía la cabeza, suspiró profundo y la tomó de los hombros.

—Vas a ir a esa fiesta, te vas a divertir un rato, me vas a acompañar solo una hora, quiero ver como son las fiestas en ese lugar, luego de eso, nos vamos a un Subway cercano y pasamos el rato, si no te sientes cómoda, en mi bolso te traje un vestido más sencillo, te lo puedes poner con los zapatos, hasta tienes tu chamarra que dejaste la vez pasada. No tienes escapatoria, Eve.

—Está bien, me peino y nos vamos de una vez.

—Nada de qué te peinas, ya deben estar llegando.

—¿Quiénes? — En ese momento sonó el timbre, Alana fue a abrir, dejando entrar a un amigo de ella, Max Lorenz, especialista en belleza, tal cual decía su tarjeta.

—Bueno, querida, dónde está el proyecto— cuando vio a Evelyn, la observó con cierta distancia, hacía con los dedos una especie de cuadro, como cuando un pintor observa el lienzo que va a trabajar.

—Ella es Evelyn Carter, la amiga de la que te platiqué.

—Hola, querida, mucho gusto. Soy el mago, digo, el encargado de maquillarte y dejarte aún más hermosa. No mires así, que tienes unos ojos preciosos, además, tienes un rostro fino.

—Hola—dijo ella en lo que parecía así un susurro, se sentía un poco cohibida cuando le dirigían las palabras.

—El vestido solo no hará magia, así como mi maquillaje, niña, tienes unos —haciendo la seña con ambas manos— Más de uno anduviera perdido, viéndote, además, con esas piernas, hasta a mí que me gusta el plátano, me podría gustar la papaya. Tranquila, es broma —dándole un golpe sobre la espalda, haciendo que ella casi se cayera por la sorpresa.

—Gracias, supongo.

—Te sientas y no mires, que esto queda en mis manos.

—Max, solo tienes una hora. —Le indicó Alana.

—Basta y sobra, mientras tú no te quedes de manos cruzadas y lacéala,

—Alana, la verdad es que estas, loca, parezco una payasa.

—¿Te estás quejando de mi trabajo? Has quedado como una obra de arte, pero hay quienes no saben apreciar una piedra preciosa, aunque la tengas en sus narices, Alana, fue un gusto, pero te repito, ahora queda en ella. — Se despido con dos besos, le dejó algo para el retoque y se marchó.




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