En Las Curvas ¿del Amor?

NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO

—Evelyn Carter Monroe, edad veintitrés años, estudios: master en contabilidad y auditoría, habla dos idiomas, trabaja en la compañía hace dos años, algo no cuadró aquí, es raro, según esto indica que se encarga del archivo general y su sueldo es de una asistente común y corriente.

—Creo que será un punto a mi favor.— expresó Sebastián. Como un gato lamiendo sus bigotes, pensaba que no sería tan difícil después de todo; sin embargo, Andrés tenía un punto.

—Con plata no vale la de la lista.

—No seas ridículo, eso ayuda a mi técnica.

—Método de seducción, ya la has visto dos veces y no cae, estás perdiendo tu toque querido amigo— Tomándolo del hombro a modo de burla, rápidamente Sebastian aparto su mano de un golpe.

—No te burles de mí, solo demoraré un poco más de lo normal, ella no es una chica común.

—Eso es obvio— Burlándose con sus manos, como dibujando la figura de Evelyn, algo que no le gusto al “Príncipe”

—Mantén, tus cochinos pensamientos lejos de ella, te advierto.

—Qué celoso salió, la gordita no te da ni la hora y vienes a darte de hombre primitivo, está bien, no dije nada —alzó las manos reclamando rendición, puesto que Sebastián estaba a punto de lánzale lo primero que vio, que era un pisapapeles de metal.

Cuando Andrés se marchó de esa oficina, se fue dispuesto a conocer a la nueva presa de su querido amigo. Cuando se acercó al área donde estaba ella, según la información del archivo, no pudo evitar escuchar esos comentarios.

—Mira, Evelyn, no te estoy preguntando, te estoy diciendo que es una orden de gerencia, termina de cambiar esos datos y punto.

—Pero no es parte de mi trabajo, además eso es falsificar —se notaba en la voz que se sentía acorralada. Era evidente lo que estaba sucediendo y no necesitaba tener visión de rayos X para saberlo.

—Corrige, es omitir, querida.

—No lo voy a hacer, lo siento.

—De cuándo acá, tan valiente, quieres que te boten como perro a la calle, ¿cierto? Soy amiga del nuevo accionista, así que tú decides. Chaito.

Cuando la cacatúa mayor salió de ahí, se dio cuenta de que alguien más había presenciado todo, se puso tan nerviosa de ver a Andrés, fue tanto su temor que casi empezaba a temblar. Se acomodaba el cabello, las manos no dejaban de temblar, queriendo que la tierra se la tragase en ese instante, pero así como vino, él se marchó rápidamente; sin embargo, regresó en solo segundos.

—¿Qué fue lo que te dijo esta tipa? — Entró Andrés trayendo del brazo a Lilian, que ahora sí estaba sudando frío.

—Nada, no sé.

—Lo escuché todo, ¿cómo te llamas? —le gritó a Lilian. No hay necesidad de que tu gafete, dice Sanders.

—Señor, ¿quién es usted?

—Soy Andrés Ferguson, el mejor amigo y mano derecho del socio de esta empresa, que yo sepa a ti, no te conoce ni en pelea de perros, así que repite lo que le has dicho a la señorita. Mejor espera.

Hizo una llamada, directo al número de Sebastián, quien contestó de muy mala gana. Después de todo, su humor estaba peor que toro a punto de entrar al ruedo, pensar que una mujer como ella le huía, lo tenía así, con los pensamientos volando.

—¿Qué quieres, Andrés?

—Amigo, aquí tengo a.

—No lo haga, no debí decir eso, lo siento mucho, juro que no volverá a pasar, lo juro, por favor, no le diga al señor Del Toro lo que hice.

—¿Qué sucede ahí? ¡¿Qué diantres haces? ¿En qué te has metido? Y sobre todo, ¿En qué me metiste?!

—Luego me lo agradecerás —cortando la llamada de golpe.

—Mi amigo es un hombre muy benevolente, estoy seguro de que te hubiera perdonado, pero eso sí, nunca más vuelvas a usar su hombre para justificar tus abusos, porque esto es recesivamente eso, además de un delito.

—Lo siento mucho, juro no volver a hacerlo, lo juro, perdóname, Evelyn— salió corriendo con las lágrimas en los ojos, estuvo a punto de ser despedida por su bocota, por querer vanagloriarse de algo que no era. Como dicen, se fue con el rabo entre las piernas.

—Señor, yo no entiendo—. Cuando Andrés la vio con detenimiento, no podía creer que eso fuera la chica de la fiesta. Era un espantapájaros con vestido y su cabello, un nido de cuervos, y hasta la imaginaba como Medusa con sus tentáculos y todo.

—A los Del Toro no les gusta este tipo de cosas, además, mi amigo, me ando a dar una vuelta por aquí y a buena hora lo hice. También está el hecho que me parece muy leal de tu parte, negarte a una canallada de ese tipo: ¿falsificar documentos?, ¿Maquillarlos?

—Nunca lo iba a hacer—Agacho la mirada, no le gustaba ver a las personas a la cara, le causaba nerviosismo hacerlo, mucho más si se trataba de un hombre, tal vez Andrés no era tan guapo como el príncipe, pero era apuesto, alto, cabello oscuro y un mostacho como si fuera alguna publicidad de pasta italiana.

—Me retiro, tengo que ir a hablar con mi amigo sobre esto— La cara de Evelyn era un poema, no quería que la involucran y pensar que alguien la iba a meter en una conversación con el príncipe la ponía muy nerviosa—Tranquila hablaré muy bien de ti, lo dejaras aún más impresionado de lo que ya lo tienes.

—¿Qué hiciste qué?

—No me mires así, que te hice un favor.

—Sí, claro como no. Andrés, te conozco, tú no haces nada de a gratis.

—Te puse en el radar de tu gordita, que más quieres, agradéceme, más bien, déjame pasear en tu Bugatti.

Poniendo el puchero como bebé y juntando las manos a modo de ruego.

—¿Por qué te lo prestaría? Ilumíname con tu sabiduría barata.

—Ahora tu amiguita sabe que existe y no saldrá huyendo la próxima vez, ¿no crees? — Encogiéndose de hombros como si fuera lo más lógico y sencillo de explicar, mientras se servía un vaso con ron y unos cubitos de hielo. —Prueba y verás.

Sebastián no muy convencido, le presto sus llaves, cuando se dio cuenta eran las seis de la tarde, la hora que ella salía, tomo su chaqueta y su móvil y salió disparado, justo a tiempo de encontrarla doblando la esquina rumbo al callejón, el mismo donde la intercepto la noche anterior, se dio cuenta de que otra vez estaba sola.




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