Lo había llamado de un momento a otro, fue un impulso, pero se dio cuenta de sus actos, ya estaba marcando su número, para Evelyn cada día que pasaba, añoraba más pasar tiempo a su lado, era inevitable, la ilusión ya estaba incrustada en su pecho y su mente.
—No pensé que vendrías.
—Me dijiste que estarías aquí y con más ganas me provocó venir —respondió el rubio, tratando de sonreír, pero estaba en modo pánico, no soportaba a los animales, no era alérgico médicamente, pero simplemente no le agradaban.
—Gracias por venir, normalmente paso mis fines de semana, así, estos pobres no tienen alguien que los adopte, por eso estoy de voluntaria para poder ayudarlos. Toma una cubeta y me ayudas a bañar a Popeye.
Cuando él pudo ver y darse cuenta de ese enorme animal lleno de pelos, posiblemente de unos cincuenta kilos, dejando caer baba sobre la tina donde lo iban a bañar, con unos nudos en todo su pelaje. Por un instante divagaba entre salir huyendo o seguir con el plan y ganarse la confianza de Evelyn.
—Te dije varias veces que tuvieras cuidado.
—Esa cosa, se lanzó sobre mí, mira cómo estoy.
—Un desastre, por lo que veo —sonreía mirando cómo su adorado príncipe, estaba todo, magullado, despeinado, con raspones por los codos y menos mal no en la cara, porque sería una lástima que arruinaran el rostro de príncipe. Pero, aun así, se veía tan hermoso como el sol.
Cuando ella sonreía, él también lo hacía, después de todo, si era un desastre, pero captaba complemente su atención. Esa sonrisa era, gracias a todo aquello, la provocaba, él pensaba y esa era una satisfacción que ni una buena follada le había dado.
—Por lo menos me gané tu gracia, después del papelón que seguramente hice ayer.
—¡Oh cierto! Lo de ayer.
—Dije alguna que otra tontería, seguramente— expresó él. Claro que recordaba todo, cada momento, cada una de sus frases, sobre todo la última. Ella creía que estaba ebrio, pero estaba consiente
—Si me volvieras a pedir ser tu novia, te diría que sí.
—No para nada, solo no te podías poner en pie y te ayudé. No deberías volver a beber así, te harías daño.
—Tienes razón, preciosa, gracias por cuidarme, debido a ti llegué sano y salvó a casa y lo mejor de todo a tu lado —mientras acariciaba su rostro, haciendo que el corazón de Evelyn latiera tan fuerte, que sentía que subía y bajaba.
Cerró los ojos y se dejó llevar por unos momentos, pero unos ladridos la hicieron despertar de aquel sueño, era Popeye que casi escapaba volviendo a ensuciarse.
—Maldito animal, podría haberla besado otra vez.
Se lamentaba el haber perdido la oportunidad debido al horrible animal ese; sin embargo, por un instante quedó prendado con la mirada sobre sus labios, aquellos que había probado una vez y extrañaba de una manera inusual. Ninguna mujer había ocasionado algo como eso.
—¡Popeye, no ven! — Evelyn salió corriendo de manera torpe tras el animal y cuando se dio cuenta, ya estaba en el suelo, llena de lodo hasta las narices, mientras aquella criatura se quedó quieta, como si ese hubiera sido su cometido desde el principio.
—¿Evelyn? Estás hecha un desastre, pero uno bonito — Estiro la mano para ayudarla, pero debido al peso de ella, termino cayendo en el lodo también, en otro momento Sebastián, hubiera salido de ahí en segundos como un demonio, echando humo por todos los poros de su cuerpo, pero solo sonreía, no mentía cuando dijo que parecía un hermoso desastre, no se estaba fijando en los rollos que casi sobresalían de su camiseta, o que la papada de su quijada se notaba demasiado, para el Evelyn en este instante era un ángel que le regalaba una de las sonrisas más hermosas que alguna vez había visto en toda su vida.
—Ahora los dos somos un desastre. Necesito darme un baño.
—Necesitamos, diría yo, Evelyn, ¿Quieres ser mi novia? — Se lo dijo así nomás. Se supone que debería hacerlo en otro tipo de situación, pero simplemente era algo que le había salido del subconsciente. Reaccionó en segundos, pero las palabras ya habían salido de su boca.
—Acepto, solo no rompas mi corazón.
—Dijiste, ¿acepto? —La miró incrédulo, no pensó que diría que sí, solo lo dijo porque sí, con las palabras de aquella noche, rondando en su mente.
—Tenía miedo que te burlaras de mí, que solo estuvieras jugando, pero estas conmigo, en esto que a mí me interesa, se nota que no te agrada, pero aun así lo haces, así que imagino y quiero creer que no estás jugando, te has portado conmigo como un príncipe, Me has tenido paciencia estas semanas, cuando yo solo Salí corriendo, fui una cobarde.
—Solo tenías miedo, yo jamás me burlaría de ti, me gustas en serio. ¿Date cuenta? — Llevando una mano sobre su pecho. —Late de esta manera por ti.
Se acercó a su rostro, de manera lenta y hasta tortuosa para ella, aun con todo el lodo en su cuerpo. Posó sus labios sobre los de ella, no fue brusco o demandante, fue sutil, no quería que huyera de nuevo. Era cuestión de tiempo, hoy era dueño de su boca, mañana de su cuerpo y el juego habrá acabado.