En las Fauces del Lobo | Próximamente En FÍsico

14. Reencuentro de dos almas unidas

Cuando te reencuentras con alguien especial, las cosas parecen cambiar para bien, sientes una quietud en tu alma que te lleva más allá y te deja ser tú mismo             

Cuando te reencuentras con alguien especial, las cosas parecen cambiar para bien, sientes una quietud en tu alma que te lleva más allá y te deja ser tú mismo. Eso le ocurrió a Rowena cuando cruzó su mirada con Terry, había cambiado, pero su forma de verla y sonreír hacía ver que definitivamente era el mismo.

Su alma seguía unida a la de ella.

Después de visitar a la señorita Brighton y dejar las flores silvestres en la lápida, Rowena le pidió a Rolan, casi de rodillas, si podía ver a su amigo de la infancia, Rolan no pudo negarse y, como ya estaban a las afueras, decidió que no era una mala idea visitar a los Holwen.

Caminaron todo el trayecto necesario hasta la granja, era el camino que Rowena usualmente usaba, pero de tanto estar entre las ramas del bosque, desconocía todo.

Cuando hubieron llegado a la granja de los Holwen, Rowena llamó mediante la pequeña campanita, ya que nadie estaba en el exterior. Kendra fue quien salió del granero, César tras de ella.

—Hola, Kendra —saludó Rowena meneando su mano con dulzura.

—Hola —sonrió la pequeña, mucho más nerviosa que otras veces, seguramente estaba impactada porque un día le dijeron que ella estaba muerta y al otro había aparecido como si nada, con nuevas heridas, pero totalmente viva.

Rowena observó a César, quien la observaba a ella, también meneó su mano hacia él.

—Hola, Kendra —saludó Rolan—, estamos buscando a tu familia y a Terrence.

Kendra asintió con la cabeza y les indició que la siguieran, César esperó a Rowena y con ella a travesó el terreno hacia la casa de los Holwen, una pequeña casa de un piso (como la de los Wölgub) y hecha de madera.

Rowena estaba nerviosa, jugaba con sus dedos de una forma desesperada y sus manos sudaban. Intentó tranquilizarse llenando sus pulmones de aire y apretando la falda de su vestido, pero estaba tan ansiosa de ver a Terrence que su mundo se movía de un lado a otro.

¿Ésa era la sorpresa que Heidi le había dicho cuando recién fue encerrada?

Cuando llegaron ante la puerta, Rowena apretó con sus manos la falda y Rolan tocó la puerta con sus nudillos. Se escuchó ruido del interior, voces, risas y una silla moverse.

Entonces Heidi abrió la puerta, su cabello corto y su sonrisa. Rowena alzó sus comisuras y abrazó a su amiga.

—¡Rowena! —exclamó Heidi sujetando a la chica en un abrazo.

—¡Oh, Heidi!

—No sabes cuánta alegría nos da volver a verte, más de la tan horrible noticia.

—¿Es Rowena? —gritó una voz femenina desde el interior.

Rowena jugueteó con sus manos un poco nerviosa, no entendía por qué se sentía de esa forma, si era tan habitual visitarlos, al menos unos días más atrás. Claro que las circunstancias cambiaban, para muchos, ella había retornado de la muerte.

—Sí, mamá —respondió la chica divertida, girándose un poco hacia el interior, luego volvió a Rolan y Rowena—: ¿gustan pasar?

Rolan asintió con la cabeza y Rowena lo imitó con una sonrisa brillante en su rostro. Sentía el corazón latiéndole con frenesí en su pecho, estaba ansiosa, emocionada e incluso un poco desesperada.

Quería ver a Terry.

Desde que se había ido del pueblo creyó que jamás lo volvería a ver, que lo había perdido para siempre, sin embargo, ahí estaba. Estuvo en su supuesto funeral. Había regresado al pueblo.

Heidi guio a sus invitados al interior de la pequeña casa de madera, a travesaron el pasillo principal, pasaron junto a la sala y llegar a un comedor más pequeño, con seis sillas. Ludwig, Kendra y sus padres estaban sentados, cuando Rowena entró, se levantaron y alzaron sus brazos para darle una calurosa bienvenida.

Cierto era que a Rowena le daba gusto verlos, sin embargo, no pudo evitar buscar con sus ojos a Terry, quien no estaba sentado como los Holwen.

El abrazo la asfixió un poco y cubrió sus ojos que abrió con fuerza para intentar tener más visibilidad. No estaba en ningún lado y Rowena sintió un poco de desesperanza.

¿Acaso lo había imaginado? ¿Su maravillosa imaginación la había engañado una vez más?

Cuando la familia la soltó, entonces Rowena pudo ver a Terry delante de ella con una enorme sonrisa. Su respiración se contuvo por unos segundos mientras su cerebro intentaba descifrar si de verdad estaba ocurriendo lo que creía ver.

Avanzó lentamente, con las piernas flaqueando, sus pies descalzos (a los cuales le costaba poner de nuevo los zapatos) estaban desesperados por avanzar más aprisa. No se detuvo a ver a su padre o a lo Holwen, simplemente esbozó su sonrisa más brillante y corrió en dirección a Terrence hasta abrazarlo.

Él no tardó en corresponder su abrazo. El nuevo aroma de Terry inundó las fosas nasales de Rowena y, aunque un olor nuevo, que desconocía en su totalidad por la distancia que los había dividido durante años, se sintió a salvo, como cuando era una niña y solamente eran él y ella.

—¿Eres en verdad tú o mi cerebro está tan dañado por tanto soñar? —se atrevió a preguntar Rowena con los ojos cristalizados, los cuales mantenía cerrados mientras lo abrazaba.

Terry rio y Rowena se sintió feliz de escucharlo reír una vez más.

—No, puedo asegurarte que sí soy yo —murmuró, apretando a Rowena contra su pecho.

Así permanecieron un rato, hasta que Rowena lo soltó y comenzó a inspeccionar el rostro de su mejor amigo de la infancia. Llevaba el cabello más largo y oscuro, Rowena recordó que cuando eran niños les decían que eran el día y la noche; su nariz había cambiado un poco, era más grande de lo que recordaba, por lo demás, lucía exactamente como lo recordaba, con un poco más de edad...




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