Habían ganado, pero no se sentía como si hubise terminado. Los vencedores se sentían sin fuerzas y no tenían una razón para celebrar. La Luna Llenaba brillaba en el Cielo y nadie estaba ahí para observar su magnificencia ni para confesar sus pecados. Porque esa noche misma era un cúmulo de transgresiones.
Aquella noche de Luna Llena era culpable como un pecado.
Heidi había preparado té mientras esperaban en el interior de la casa, todos tenían una taza en mano, Terrence y Ludwig observaban por la ventana y discutía sobre lo que parecía estar sucediendo fuera.
Las cosas se habían calmado, habían logrado extinguir los incendios y ahora atendían a los heridos. Vieron a Odette ser transportada, tenía los ojos cerrados y ni siquiera sabían decir si respiraba.
Desde ese día, Odette sería considerada toda una heroína.
Era una bruja, hija de la bruja que el pueblo más temía, pero ella misma los había salvado y los había liberado de su maldición, había dado casi su vida por ellos, que siempre la juzgaron y trataron mal.
—Esto hará las cosas muy diferentes para Mazefrek —murmuró Terrence, llevando su taza a los labios.
Ludwig sonrió sin mucho ánimo.
—Ni que lo digas...
Heidi estaba sentada mirando el suelo, mientras Cedric, Gwendolyn y Casiopea conversaban a ratos, con voz apagada.
—¿Por qué Yen nos trajo aquí? —preguntó la chica de cabello corto, alzando la vista.
Todos miraron a Heidi y se encogieron de hombros.
—¿Rowena estará bien? —preguntó Gwen.
—Al menos no estuvo presente en la masacre del pueblo —dijo Cedric con una sonrisa.
—Me temo que se habrá metido en algo peor que esto —contestó Terry, negando con la cabeza—. Ay, Rowena...
Casiopea los observaba en silencio, sintiéndose culpable. Ella no tenía la culpa de las cosas que se habían revelado aquel día, ni que Rowena estuviese desaparecida, pero no podía evitar preguntarse: «si yo nunca hubiese aparecido... ¿las cosas serían diferentes?»
Lo único que les quedaba era esperar. Temían irse y que Yen regresase furiosa porque no estaban, por algo los había llevado hasta ahí. Todos los que estaban sentados en el salón, sabían que estaba a punto de ocurrir algo grande e importante.
Otra cosa que les cambiaría la vida.
—¿Más té? —preguntó Heidi poniéndose en pie, rompiendo el silencio que se había apoderado de la casa.
Todos asintieron, necesitaban algo que los distrajera y que los calmara. Cedric se recostó en el regazo de Gwendolyn, y se dedicó a observarla, mientras ella únicamente miraba al frente, dubitativa.
Cedric se permitía apreciar con descaro las facciones de la chica, que sentía su mirada y se ponía nerviosa. Suspiró pesadamente y, como un reflejo, comenzó a jugar con los mechones claros de Cedric.
El chico sonrió, bastante complacido.
—¿En qué piensas? —le preguntó después de un buen rato.
Gwendolyn parpadeó y controló sus dedos. Cedric maldijo mentalmente, entonces bajó sus ojos a él.
—En lo que estará haciendo Rowena —dijo, humedeciendo sus labios—, espero que no sea nada...
Cedric asintió con la cabeza y se acomodó sobre el sillón para verla cara a cara, Gwendolyn se lo agradeció. Ambos se acomodaron mientras Heidi les acercaba un par de tazas y regresaba a la cocina.
La castaña y el chico se miraron a los ojos.
—Yo también estoy preocupado —susurró Cedric, soplando un poco su taza para enfriarla un poco—, pero ¿sabes en qué no puedo dejar de pensar?
Gwendolyn lo observó y alzó una ceja en confusión. Cedric actuaba de forma diferente con ella, desde hacía días, pero en aquel momento lo sentía más abierto, más con ella.
Le respondió negando con la cabeza, esperando que se lo aclarase.
—En la lluvia —dijo, separando la tensión de sus ojos para ver hacia una de las puertas.
Gwendolyn lo observó en silencio, tratando de comprender exactamente lo que quería decir. ¿En todo lo que pasó cuando estaba lloviendo? ¿En las desgracias que habían ocurrido? ¿En las muertes que parecían haber sucedido? ¿En su madre?
Recordarlo le partió el corazón. Cedric había perdido a su madre de una forma horrible, lo había visto con sus propios ojos. Sabía que aquello le pesaba, que se sentía fatal, pero estaba siendo muy fuerte.
«Es el shock» se dijo, «todavía no asimila lo que pasó».
—Más bien, lo que ocurrió debajo de la lluvia —sonrió, ahora sí mirándola a los ojos.
Gwendolyn sintió su corazón golpear con fuerza, sintiéndose mareada de repente. Se concentró en los ojos de Cedric, y recordó cuántas veces había soñado porque la mirase como justo la estaba mirando en ese momento.
Sintió que se derretía en ese momento, como si fuese un cubo de hielo olvidado bajo el sol.
—Gwen —llamó Cedric con voz calmada.
Gwendolyn olvidó cómo respirar.
—Creo que siento algo por ti —susurró sin desviar la mirada.
La chica se inclinó hacia él, Cedric estiró la mano y, sujetando ambas tazas, las dejó sobre la mesita. Se acercó más a Gwendolyn, la sujetó por la cadera y la besó. Gwendolyn vivió aquello como la primera vez en la lluvia.
Heidi, con dos tazas de té se desplazó por la sala, sobresaltándose con la escena que tenía delante. Trató de pasar indiferente, aunque se le habían caldeado las mejillas por el bochorno.
Llegó a lado de Terry, que seguía observando a través de la ventana. Ludwig se había sentado con Casiopea y parecían compartir un mundo, ajenos a cualquier otra situación. Heidi los observó un momento, preguntándose en qué momento habían desarrollado tanta confianza.
Casiopea se veía mejor que como la habían encontrado, parecía tener más forma, más sana. Tenía color en sus mejillas y, aunque la batalla no le vino a bien, a nadie en realidad, seguía viéndose mejor que la primera vez.