Así pasó volando el tiempo, Sebástian continuó trabajando, haciendo algún que otro quehacer en la casa, acompañando a su madre a ver novelas y cocinar la cena del día, siempre evitando usar su elemento en la medida de lo posible o entrenar.
Para este punto, faltan ya menos de 24 horas para que regresara a la Ee por su segundo año académico y reencontrarse con sus amigos.
Durante el desayuno de esa mañana, que iluminaba más que cualquier otra y la brisa movía suavemente las cortinas, Sebástian y sus padres estaban en la mesa cuando estos rompieron el hielo.
—Entonces, ya mañana, eh.
—Sí, estoy emocionado —les respondió sonriente.
—Insisto en qué no me agrada la idea de que vuelvas luego de lo que dijiste.
—Mamá, le repito que ahora seguramente estarán más prevenidos y no se repetirá.
—No falta que me lo repites, ya te oí, y eso no basta para que piense diferente pero en fin, de igual forma vas a ir.
Terminaron de desayunar y después Sebástian acompañó a su mamá al mercado.
La tarde estaba cayendo, Sebástian descansaba recostado en su cama cuando le llegó una notificación al teléfono por parte de la institución que les dió el examen virtual con un archivo adjunto.
"Bendiciones a todos los estudiantes de la Ee, el motivo de la presente es el de informarles a los estudiantes que cursarán el segundo año que a la Ee se le olvidó decirles que ustedes deben volver por sí solos a Enemeia. Esto debía de ser notificado al alumnado un día antes de regreso a casa y enseñarles a abrir los portales, pero debido a la tensión por lo ocurrido el año anterior lastimosamente hizo que se les olvidase.
Enviamos un archivo adjunto a este mensaje donde se explica paso a paso lo que deben de hacer, bendiciones y suerte en este próximo año escolar.
P.D: El profesor Azariel les recuerda que aquél que no llegue el día acordado, se lo trae jalando de los cabellos, mucho ojo ahí."
Sebástian rió un poco por el postdata y leyó las instrucciones, que eran más fáciles de lo que había pensado, solo debía poner la palma en el suelo y usar un poco su elemento y ya.
Una vez memorizado eso y asimilado que a lo mejor tendría problemas con ello, procedió a perder el tiempo jugando algún videojuego en su teléfono o ver alguna serie, no sin antes poner una alarma para las cinco de la mañana del día siguiente para alistarse y no saber por las malas si el profesor Azariel cumple con lo que dice.
La noche cayó, el cansancio se notaba en los constantes bostezos y los ojos que anhelaban cerrarse en búsqueda del sueño. Sebástian puso su cabeza sobre la almohada, la manta sobre su cuerpo, con el ventilador encendido y las ansias que el día de mañana llegase, se durmió.
En su sueño ya estaba en las afueras de la Ee, veía un enorme establecimiento que se asemejaba a un centro comercial de paredes de cuarzo desde casi el final de un camino que llevaba a un bosque o que salía del mismo. Escuchó un bello cantar de ave desde su derecha y en su mano se posó un periquito de plumaje naranja y amarillo tan brillantes como el fuego.
Aquél periquito canturreaba alegremente hasta que de pronto empezó a picar la mano de Sebástian fuertemente. Él se lo trataba de quitar, pero cualquier cosa que intentara terminaba más picoteado de lo que estaba, solo se calmó cuando desde el cielo se escuchó una fuerte canción de alarma.
Sebástian se levantó de su sueño, y a su lado, su teléfono sonaba por la alarma que había puesto la noche anterior. Lo desactivó con entusiasmo por el día combinado con la pereza típica de levantarse temprano y se metió al baño casi canturreando.
Salió de la ducha temblando por las corrientes frías de aire que llenaban la habitación y, lento pero seguro, se puso una camisa tricotextil color blanco con la insignia (o más bien letras) "Ee" en el pectoral izquierdo y un pantalón de uniforme color azul. Rápidamente metió en su mochila varios cuadernos.
No se llevaba nada más, ni más uniformes ni ropa por así decirlo normal, puesto que al parecer la Ee literalmente traía todo en la habitación del alumno tras el primer día de clases a la institución, dejándolo en el cuarto del estudiante en cuestión.
Fué a la cocina, se comió un tazón de cereal y se puso marcha a la Ee, no sin antes despedirse de sus padres con un cálido abrazo y palabras de aliento.
Afuera apenas se empezaba a iluminar, ni el sol había salido del todo y los alrededores tenían pintado un tono grisáceo. A Sebástian le relajaba verlo mientras el frío lo abrazaba.
Caminó hasta un prado cercano a su casa, el césped estaba fresco y aún con ausencia del sol que refleje la humedad que recubre la grama, parecía brillar.
Poniendo manos a la obra tras ver un ratito el entorno, se agachó apoyando una de sus rodillas sobre el suelo y poniendo la palma de su mano en el pasto.
—Cuerpo, no me falles ahora —pensó con la mirada fija en su mano.
El dedo meñique se movía como si dibujara algo a la vez que la palma de su mano se encendía y emanaba luz anaranjada. A Sebástian le llegó a incomodar en un principio, pero los frutos fueron cosechados al ver cómo un brillante portal salía del suelo desde donde realizó aquel "ritual".
—Perfecto —pensó mientras se disponía a cruzar aquel umbral.
Sebástian atravesó el portal y en un parpadeo se encontraba en un bosque lleno de árboles de leña oscura con manchas blancas y un camino de piedra. El sitio estaba un poquito más iluminado debido a las antorchas ahí tendidas al lado del sendero, las cuales estaban por apagarse y solo tenían pequeñas llamas en la punta.
Sebástian no dió ni cinco pasos adelante cuando escuchó el portal abrirse de nuevo, y de la luz salió una chica algo bajita de cuerpo delgado y cabello rubio, ojos color marrón y nariz puntiaguda. Vestía de igual forma que Sebástian con las letras "Es" en la parte del pecho izquierdo de la camisa.