Las penumbras se hicieron luz en cuestión de unas horas, una de las habitaciones en el pasillo tres de la Ee se hallaba vacía una vez más y los estudiantes se encontraban desayunando en el comedor, hablando sobre un rumor de lo ocurrido la noche anterior en el valle Elementya.
Wyatt y Luna se presentaron al lugar, ambos fueron interrogados por los demás alumnos sobre lo ocurrido el día anterior. Viendo a través del tumulto de gente, observaron a Cha comiéndose un sándwich en una mesa. La chica se veía cabizbaja.
Wyatt y Luna se abrieron paso entre la multitud, y tomando cada uno sus sándwiches y una taza de leche, se sentaron a la par de Cha.
—¿También te fueron a atosigar recién te vieron? —preguntó Luna.
—Si —respondió Cha— pero no les dije nada.
—¿Y Agda? —inquirió Wyatt.
—Sigue en enfermería, creo que van a buscarle algo mejor como el hospital. Ayer Sebástian no tuvo piedad contra ella.
—Entonces el arcángel reapareció…
—Si, traté de ayudar a Agda, pero siempre me apartaba y no me dejaba acercarme.
—¿Entonces te reconoce en ese estado?
—Eso parecía…
Un silencio llenó la mesa, había aún un tema que Wyatt y Luna querían tratar, pero al ver a Sun-Shin tan apagada y recordarla con los ojos humedecidos la noche anterior no encontraban la forma de preguntar.
Antes de la hora en la que las clases comenzaban, Wyatt tomó algo de valor y preguntó:
—¿Y como te fué ayer en… ya sabes qué? —susurró a lo último para que nadie escuchara.
Sun-Shin bajó la mirada.
—Me dijo que no sentía lo mismo.
—Cha… lo siento, no debimos…
—No tienen la culpa de nada, simplemente no se pudo y tengo que aceptar ese "no" y seguir adelante.
—¿Y qué será de ambos ahora que saben lo que el otro siente?
—No lo sé, en cuanto Sebástian vuelva supongo que lo voy a averiguar.
Segundos más tarde, las clases dieron comienzo, y de nuevo el salón de segundo año tenía un asiento vacío junto con otro a la lista.
En otro lugar realmente alejado de la Ee y un poco de Enemeia, un adolescente se despertaba de su letargo, era Sebástian. Al abrir los ojos, vió que se encontraba en una habitación de gran tamaño con paredes pálidas y paneles de vidrio que mostraban un pasillo por donde caminaban muchas personas con bata blanca. Aquella habitación Sebástian la conocía bastante bien, pues es la habitación donde dormía cuando los científicos se lo llevaron del torneo.
—¿Y yo como llegué aquí otra vez? —pensó girando la cabeza hacia todas direcciones, como desorientado.
Pasó unos minutos analizando su situación cuando apareció por una puerta un hombre de gran altura, ojos color café, cabello corto oscuro y lentes como ovalados que vestía de una bata color ceniza. Aquel hombre intimidaba por la cara que tenía, que era tan solo comparable a la del profesor Azariel.
—Señor Alejandro… —dijo Sebástian— ¿Cómo es que…?
—Ayer volvió a ocurrir —lo interrumpió aquel adulto, mirándolo con algo de firaldad— durante la puesta del sol, el "arcángel infernal" volvió a hacerse presente en tí —Aquel hombre le resultaba incómodo llamar así a lo que a Sebástian le pasaba, pero solo lo hacía porque no había otro nombre.
—¿Ayer volvió a ocurrir?... ¿Quienes se vieron afectados?
—Habian dos personas en el sitio cuando ocurrió: una china y otra que llevaba algo negro alrededor de los ojos.
—Sun-Shin y Agda… —susurró— ¿Y como están?
—La de ojos rasgados está en clases en este momento, y la otra supe que la van a llevar al hospital.
—¡¿Al hospital?!
—No te preocupes, es sólo porque en enfermería no la pueden atender correctamente, no está taaan grave.
—¿"Taaan"?
—En fin, la cosa es que perdiste el control de nuevo y te trajimos de regreso para ver qué hacemos contigo.
Sebástian se sentó sobre una cama que había ahí.
—Gracias a lo ocurrido tenemos información nueva —dijo Alejandro—. Tall parece que el fenómeno ocurre solamente cuando pierde el conocimiento.
—Imagino que eso sirve para investigación.
—Correcto, de hecho tenemos que realizar una prueba experimental sobre eso, no te preocupes, no va a dolertr ni nada.
Sebástian tragó saliva mientras Alejandro lo sacaba de su habitación para llevarlo por los pasillos. Habían varios cuartos por el sitio, todos se utilizaban para fines investigativos o similares. En uno de ellos, dos científicos mezclaban sustancias en jarros muestras anotaban las reacciones de los líquidos, en otro había una persona usando su elemento mientras otras tres anotaban y pasaban artilugios extraños, y en el último del pasillo, en una habitación enorme, estaban como diez elementales tocando el suelo mientras una máquina escribía letras en una pantalla cuando los hombres indicaban. En el monitor estaban bastantes nombres, y cada uno de ellos eran seguidos por su dirección y nacionalidad.
Sebástian nunca había visto esa sala, y la curiosidad le ganó.
—Señor, ¿Que hacen esas personas de allí y esa máquina?
—¿Esas? Son rastreadores. Se encargan de detectar el nacimiento de nuevos elementales y saber siempre su ubicación para traerlos a Enemeia cuando cumplan quince años. ¿Nunca te has preguntado cómo saben tus maestros quienes son elementales cuando van a traer alumnos nuevos todos los años?
—Entiendo, ustedes les dan esa información.
—Exacto, de hecho aún recuerdo cuando les dimos tu nombre y dirección el año pasado.
—¿Pero entonces pueden rastrear a cualquier persona que posea un elemento así como lo hacen ahí incluso cuando ya esté en Enemeia?
—No, solo es posible cuando el elemental nace, fuera de cierto lapso de tiempo tras nacer es imposible saber su ubicación.
Siguieron caminando hasta llegar a una pequeña cámara con disparadores extraños. Sebástian fué puesto en medio del cuarto mientras Alejandro se apartaba y observaba desde un centro de control tras un panel de vidrio.