Sebástian se apretaba los músculos mientras intentaba comprender el por qué sus amigos lo veían de la forma que lo hacían, desconociendo su forma en ese instante. En aquel momento, Wyatt con la voz tartamuda le dijo:
—E-estas c-consciente...
—¡Claro que lo estoy!, ¿Si no cómo estaría hablándoles?
—El arcángel… —pronunció Cha en las mismas que Wyatt.
—¿Otra vez el arcángel? Con razón me duele todo y no recuerdo lo que ocurrió. Bueno, al menos ya pasó.
—Esa es la cosa —le explicó Luna también incrédula de lo que veía—, aún no ha pasado…
Sebástian frunció el entrecejo. Luna lanzó un gran chorro de agua al suelo, dejando un charco en el que se reflejaban el cielo y las estrellas que comenzaban a aparecer en el mismo.
—Mirate en el reflejo —le indicó Luna.
Sebástian, confundido, caminó hasta la charca, y al inclinar la cabeza, vió a través del agua las alas que salían de su espalda, la intensa llama que tenía a modo de cabello y sus ojos color naranja brillante, que parecían aún más relucientes en el reflejo.
Los ojos de Sebástian se desorbitaron mientras daba unos pasos hacia atrás y se llevaba las manos al fuego en su cabeza, y aunque era una flama, podía sentir entre sus dedos un largo, fino y lacio cabello que se movía ras del viento y la llama que al parecer lo cubría. Sebástian se sentó en el suelo.
—¿Estoy consciente y con el arcángel activado?
—¿La pedrada estuvo buena, no? —bromeó Wyatt mientras se apretaba la parte de las costillas por el dolor.
—¿Y qué fue lo que…? ¿Y Agda?
Sebástian volteó la mirada hacia todos lados y pudo ver a Agda a lo lejos, la cual estaba tirada en el suelo viendo al arcángel tan incrédula como los que estaban cerca del alado. Al caer en cuenta que Sebástian la veía, y algo traumada por los anteriores encuentros con Sebástian, se levantó y a como pudo se echó a correr en dirección a la ciudad. Sebástian corrió tras ella, y notó que su velocidad había mejorado un poco.
—¡Vuela! —le gritó Wyatt.
—¡No sé cómo! —respondió Sebástian sin apartar la vista de la chica— ¡Mi forma descontrolada podía, pero yo no!
Tras casi veinte segundos, finalmente Sebástian estaba a unos cuantos pasos de Agda, quien desesperada lanzó una bruma hacia Sebástian, quien ni se inmutó y finalmente la agarró de la camiseta.
—Si, claro, de pronto la chica que tenía de frente se volvió Luna así de la nada…
Agda sentía su corazón acelerado por el miedo y su piel fría y de gallina, y solo se limitó a proteger su rostro o lo que le fuera posible usando sus antebrazos como escudos ante lo que creía iba a ser otra paliza de Sebástian.
—¿Qué haces? —le preguntó Sebástian al ver lo que hacía— yo no te voy a hacer nada.
Sebástian entonces caminó empujando a Agda en dirección a la Ee, pasando por los otros tres que estaban recuperándose del dolor. Sebástian les preguntó si estaban bien, a lo que le respondieron que sí y que no se preocupara. Sin embargo, cuando estaban a las entradas del camino para atravesar el bosque sombrío, Sebástian se acobardó al ver el siniestro aspecto del lugar con la noche asomándose y retrocedió unos pasos mientras seguía tomando a Agda por la parte trasera de la camiseta.
—¿Y adonde se supone que me llevas?
—Con Lenard, ya me acordé que estabas moleste y moleste sin dejarnos en paz ni a mí ni a Sun-Shin, así que es lo justo que le cuente todo eso.
—¡No es justo! ¡Eran bromas inofensivas! —le dijo haciendo un puchero.
—Agda, honestamente me caes medio bien a pesar de todo, pero al chile eres algo infantil a veces.
Pensando en qué podía hacer para cruzar, no tuvo más opción que intentar emprender vuelo. Tomó repentinamente a Agda y la abrazó fuertemente mientras intentaba realizar algún movimiento con sus alas para impulsarse. Arriba y abajo, haciendo un ruido similar al de un enorme pájaro que batía sus alas en el cielo, finalmente logró elevarse unos cuantos metros.
Wyatt, Luna y Cha los veían, y a simple vista no podían identificar cuál de los dos estaba más asustado de estar en esa clase de vuelo, pero apostaron por Sebástian ya que a Agda la había mandado a volar ya dos veces.
—Concéntrate… —pensó asustado mientras batía sus alas y buscaba la forma de que Agda no se le resbalara, ayudando ésta a lo último rodeando sus piernas alrededor de la cintura de Sebástian.
Sebástian sobrevoló los árboles del bosque con Agda bien aferrada a él. En el aire, Sebástian podía ver el sol ocultándose en el occidente, además de la ciudad de Enemeia y la Ee, que desde la altura que estaba se veían algo más pequeñas que en tierra.
—Odio las alturas… —susurró Agda con sus ojos fuertemente cerrados y casi en suspiros de temor.
—No te preocupes, si no te sueltas no te va a pasar nada.
A unos cien metros de la Ee, Sebástian distinguió la ventana de la oficina de Lenard por los marcos dorados de la misma, y con la prisa de ya pisar suelo, se dirigió al cristal y lo tocó cuidadosamente como si fuera puerta al ver a Lenard dentro del sitio. Al escuchar los ruidos provenientes del cristal de su ventana, volteó la mirada y vio con sorpresa a Agda y a Sebástian, y más a éste último por la figura con la que se apareció.
A paso rápido, Lenard llegó hasta la enorme ventana y permitió a ambos entrar a la oficina, y ya con Sebástian de pie sobre el piso tras un aleteo, Agda se bajó y casi que besaba el suelo aliviada de ya no estar en el aire. Lenard se dirigió a Sebástian con una mirada inquisidora y preguntó:
—¿Ese es…?
—El arcángel infernal —terminó de decir Sebástian—, sí, lo es.
—¿Cómo es que lo hiciste?
—No sé, de pronto me dolió muchísimo la cabeza y así quedé.
Lenard dirigió una rápida mirada a Agda.
—¿La joven Ellingsen le ayudó?
—Más que otra cosa se pasó molestándome a mí y a otros durante todo el año después del torneo, creo que aún tengo marcas de las piedras que me lanzaba.