—¿Por qué eres tan cabrón?— le preguntó Claudio a Alex.
—¿Tú viste cómo nos miró esa riquilla?— respondió con otra pregunta. Su amigo negó con la cabeza, ya que él había estado concentrado en la ardiente amiga de la chica de lengua floja.
—No lo hice, debo confesar que solo tenía ojos para su amiga.— Alex negó con la cabeza, con la mirada fija en la carretera, sin poder sacar de su mente los ojos negros y esa piel blanca como la nieve. Era delgada y hermosa. «Pero es una idiota niña rica», le gritó su mente.
—Eran feas.— mintió.
—Eres ciego, definitivamente, o te gustan los hombres; no tengo otra explicación para que digas semejante idiotez. Esas chicas estaban de ostia, bien sabrosas.— Alex soltó una carcajada, a la vez que aparcaba el auto en el edificio en ruinas donde vivían su familia y también su amigo.
—Me gustan las tías, no me van los jotos. Ellas son diferentes a nosotros; jamás se fijarían en chavales como tú o yo.— Caminaron hasta la entrada del lugar e ingresaron mientras hablaban de aquellas chicas que habían conocido esa noche.
—Debes dejar esos prejuicios; estamos en el siglo XXI.— lo señaló como si estuviese rapeando.
—Mejor ve a dormir, pareces princesita soñando con imposibles.— le dio un golpe en la espalda en forma de broma. —No volverás a verla en tu vida; mejor olvídala.— le guiñó un ojo antes de ingresar a su casa y encontrarse con el caos que siempre había en ella.
Su madre estaba durmiendo en el sofá, con todo el desorden a su alrededor. Amaba a su madre, pero solía sentirse hastiado de siempre ser él quien luchaba por sacar todo adelante.
—Mamá, ve a dormir a tu habitación.— le tocó el hombro sin obtener respuesta de la mujer, soltó el aire de sus pulmones y decidió llevarla cargada en sus brazos hasta su habitación. Cuando la dejó en la cama, la cubrió con una manta y salió dispuesto a limpiar su casa.
—Mañana es un nuevo día y regresa Eber a casa. No sé si sentirme feliz o preocupado.— pensó en voz alta al saber qué clase de persona era su hermano mayor.
Dejó de pensar en todo aquello y comenzó a ordenar todo lo que su madre debería haber hecho. Solo rogaba que algún día ella cambiara; amaba a su madre, pero no estaba a favor de la vida desordenada que llevaba.
(•••)
Sofía llegó a su casa muy entrada la noche. Sabía que si sus padres se enteraban de dónde había ido aquella noche, se le vendría la noche. Porque no solo fue al instituto de ballet, también estuvo bebiendo en un bar de muy dudosa reputación.
Se quitó las zapatillas antes de entrar por la puerta de la cocina y, de puntitas, ingresó a la mansión, rogando no ser vista por nadie. Llegó a salvo al pie de las escaleras y sonrió al ver que solo estaba a unos pasos de llegar a su habitación.
—¿Dónde demonios has estado, Sofía?— le preguntó su padre mientras encendía la luz del living. La muchacha cerró los ojos con fuerza y, fingiendo una sonrisa, se giró. Se encontró con su padre, con el ceño fruncido y esa cara de pocos amigos.
—Estaba con Renata; fuimos a cenar y luego por un helado.— mintió al ver cómo Adriano, su padre, estaba cada vez más cerca de ella.
—Desde esa distancia podía oler el alcohol y el cigarrillo.— Intentando disimular, ella intentó oler su cabello, pero no lo logró.
—Bebí un cóctel que tenía un poco de alcohol, pero no estoy ebria, papá.— el la observó; conocía demasiado bien a su hija y sabía que algo estaba ocultando.
—Voy a intentar creerte; tú sabes la responsabilidad que tienes y lo mejor para tu vida.— le recordó.
—Lo sé muy bien, papá. Ahora iré a descansar; mañana debo ir a la universidad.— En su voz se podía percibir lo desanimada que se sentía; cada día su sueño se desvanecía entre sus dedos.
—Descansa y sé el orgullo de tu padre.— Adriano besó la frente de su hija y subió a su habitación.
Sofía esperó por breves segundos, mirando todo lo que había a su alrededor. Tenía todo, pero a la vez no era nada. ¿De qué le servía ese dinero si no podía perseguir su sueño? Su padre no entendía que ella podía perseguir su sueño y mantener la empresa que él había fundado con tanto trabajo.
Subió a su habitación, se quitó la ropa y se acostó. No tenía energías para nada más; mañana sería otro día, al cual deseaba despertar y que sus padres la dejaran ser libre.
Cerró sus ojos y sin poder evitarlo vino a su mente aquel lagarto cara de papilla.
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Tefy Luდ
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Editado: 20.11.2024