En lo profundo del Rio

PARTE VII

1

Durante la tarde, el calor era aún más intenso. El aire era casi irrespirable. Pero a lo lejos comenzaban a formarse unas oscuras nubes que se alzaban amenazantes sobre el horizonte. Una tormenta se acercaba. Era lo normal luego de tantas jornadas de intenso calor. Luego de almorzar, mientras sus padres dormían una siesta bajo el precario alivio del ventilador, Alan tomó su bicicleta y se dirigió a la biblioteca. Llegó completamente empapado de sudor. Pedalear tantos kilómetros bajo aquel calor y con el sol golpeando su nuca como un martillo, sin dudas no era una buena idea. Cuando entró, el lugar estaba en completo silencio. Nuevamente no había nadie. Supuso que en realidad nunca había nadie. Una biblioteca para un pueblo como San Antonio sin duda no era una buena idea.

– ¿Padre? ¿Se encuentra aquí? –Preguntó mientras avanzaba entre los estantes repletos de libros. Nadie respondió. Caminó hasta el fondo del lugar y luego se dirigió al pequeño despacho del sacerdote. La puerta estaba cerrada. Golpeó y esperó. Nuevamente nadie respondió. Decidió entrar. Giró el picaporte y la puerta se abrió. Allí estaba el sacerdote, sentado frente a su escritorio, con la mirada perdida hacia la nada.

– ¿Se encuentra bien? –Preguntó mientras se acercaba.

El anciano sacerdote tardó unos segundos en reaccionar. –Me has sorprendido joven Jones. –Le dijo mientras le indicaba la silla que tenía en frente para que tomara asiento. Alan tomó asiento.

 –Dime ¿en qué puedo ayudarte? Por la expresión de tu rostro puedo notar que no te ha ido demasiado bien en tu búsqueda. ¿Acaso la has visto?

–Si padre. La he visto. La he visto muy de cerca. Por poco no la cuento. Pero esta cruz que me dio me ha salvado. En verdad se lo agradezco.

–Esa cruz era la que llevaba el padre Ignacio cuando fue atacado por la criatura. Es una reliquia muy antigua de mi religión. El valor que posee es incalculable.

–Pero ¿porque me ha dado algo tan valioso? –Preguntó Alan sorprendido.

–Porque vi la expresión en tu mirada. Vi que nada te detendría, ni siquiera la idea de una muerte segura. Es por eso que te la di, para que tuvieras alguna chance de salir vivo. Después de todo, había funcionado para mi antiguo predecesor, seguramente serviría para ti. Y me alegra que lo haya hecho. Nada es más importante que una vida, lo demás son solo objetos.

–Se lo agradezco Padre. Esas cosas. Los espectros que estaban con ella, huyeron de la cruz como si fueran vampiros. En verdad les hizo mucho daño.

–En efecto. Aquellos seres son almas atormentadas que viven bajo la influencia del mal. La luz de la cruz los lastima. Pero debes tener fe, sin fe, la cruz no sirve de nada.

Alan asintió. –Esas cosas estaban a punto de llevarme. Me jalaban hacia la profundidad. En ese momento solamente pensé en la cruz, sabía que me salvaría. Podría decirse que tenía fe en ello.

El sacerdote hizo un gesto de aprobación con su cabeza. –Sin embargo. No has tenido éxito.

–No. No pudimos acabar con esa criatura. De hecho, apenas salimos con vida. El viejo Jack…Mateo… y yo luchamos con todas nuestras fuerzas, pero fue en vano. Pero lo que venía a preguntarle padre, es algo que la criatura ha dicho. Ha dicho que algo la ha despertado del letargo en el que se encontraba. Ha dicho que “Él”, volverá pronto. Dijo que ha sentido a los “sirvientes” llamándolo. Creo que algo muy grave se aproxima. Algo ocurrirá. “La gran tormenta”, así la llamó ella.

El sacerdote se puso de pie. Miró por la ventana, reflexivo, con los brazos cruzados a sus espaldas.

–Estos días he visto signos extraños. He sentido el mal rondando. He escuchado un gran búho cantar por las noches anunciando desgracias venideras, y lo he escuchado a “Él”. He sentido su risa en las sombras. No lo he visto, pero lo siento. El mal está cerca muchacho.

–Hoy he escuchado al comisario hablar sobre tumbas profanadas. Alguien está haciendo ritos. Quizás sea una secta. Eso la ha despertado.

–También lo he oído. Cuerpos que desaparecen de sus tumbas. Hombres bajo la influencia del mal que se esconden en nuestra comunidad como ciudadanos ilustres, sirviendo al mal. Durante décadas los he investigado, encontrando rastros de sus ritos en el cementerio, o en las ruinas. Pero nunca pude averiguar de quienes se trataban. Personas malvadas que esperan la llegada de su maestro. Me temo muchacho que algo muy grave está a punto de ocurrir. Debes ser fuerte. Ya no se trata solamente de tu hermano. Debes cuidarte. El mal vendrá detrás de ti. Vendrá detrás de todos nosotros. 

El cielo se iba oscureciendo a medida que oscuras nubes de tormenta se formaban arremolinándose con el aspecto de un enorme agujero en el cielo. –Una tormenta se acerca muchacho. Será mejor que vuelvas a tu casa. Ponte a salvo esta noche. No salgas. Habrá tiempo de perseguir a la criatura. Esta noche no es seguro.

– ¿Cree que sea la gran tormenta de la que hablaba?

–No lo sé. Presiento que lo que se avecina va más allá de nuestro entendimiento. Mantente a salvo. No te arriesgues más de lo debido. El diablo saldrá esta noche. Será mejor que no te encuentre.

Un relámpago cayó a lo lejos. El estruendo del trueno que lo prosiguió hizo estremecer las paredes de la vieja iglesia. Alan volvió hasta donde había dejado su bicicleta y comenzó su regreso lo más velozmente que pudo. Apenas llegó a su casa cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer.



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En el texto hay: monstruo, sirena, pescadores

Editado: 17.06.2021

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