En lo profundo del Rio

PARTE X

1

Aquella noche Alan no pudo dormir. Permaneció en silencio mirando hacia la oscuridad del techo de su habitación. Miraba reiteradas veces en dirección a la cama de su hermano, pero no había nada. Miró por la ventana esperando verlo entre los cultivos, oculto en la oscuridad, pero no había nada. Absolutamente nada. Caminó en su habitación de un lado al otro como si de un animal enjaulado se tratara. Pensó y pensó. Tenía demasiado en qué pensar. El reloj marcaba la medianoche. Salió de su habitación y se dirigió al baño. La casa estaba en penumbras. Al parecer sus padres se habían acostado. Descendió en silencio las escaleras. Abrió con cuidado la puerta trasera y se dispuso a partir en dirección al bosque. Quería ver al viejo Jack. Quería preguntarle cómo le había ido. Pero sobretodo, quería contarle las cosas que había descubierto hoy.

Al salir miró hacia atrás. Hacia la oscuridad del interior de su hogar. No se oía ningún sonido, como si la casa estuviera completamente vacía. Luego se dispuso a marchar rumbo al bosque. Cuando dio apenas unos pasos hacia afuera, un sonido llamó su atención. Se podía oír la voz de un hombre hablando. Venía desde el granero. Lentamente, se dirigió hacia allá. Pensó que quizás sería su hermano o quizás algo más aterrador. La voz continuaba hablando. Alan no podía escuchar bien lo que decía. En un momento, le pareció que hablaba en una lengua desconocida. Se acercó hasta la entrada del granero. La puerta estaba abierta. Para su sorpresa, allí estaba su padre. Parado junto a la nueva camioneta. Mirando hacia la oscuridad y hablando muy despacio, casi como un susurro.

– ¿Papá? –Preguntó sorprendido. – ¿Qué estás haciendo?

–Hijo. –Respondió su padre con la voz calma. –Lo siento mucho. Debí asustarte. Es que no podía dormir. A veces vengo aquí al granero y hablo conmigo mismo. Hablo sobre las cosas que he hecho mal y las cosas que me gustaría cambiar. Debes pensar que estoy loco. –Dijo con una ligera sonrisa.

–Te entiendo papá. Yo tampoco puedo dormir. Solamente fui a la cocina por un poco de agua, luego abrí la puerta para tomar un poco de aire fresco. Entonces fue que te oí. Por un momento pensé que podrían ser ladrones o algo más.

– ¿Pensaste que había ladrones y aun así has venido solo? –Preguntó su padre frunciendo el ceño.

–Pues… sí. –Respondió Alan tímidamente.

–No cabe dudas que eres mi hijo… realmente valiente. Has hecho algo muy estúpido, pero muy valiente sin dudar. –El señor Jones comenzó a reír a carcajadas. –No debería decirte esto, pero… ¿quieres acompañarme a beber una cerveza? Tú tomaras un refresco por supuesto.

Alan asintió. Juntos se dirigieron al pórtico. El señor Jones trajo tres pares de cerveza Heineken, con las gotas de agua que se desplazaban por el aluminio de las latas, indicando que estaban bien heladas. Para Alan, trabajo una lata de Pepsi. Juntos se sentaron en las sillas mecedoras y permanecieron en silencio, mirando hacia la oscuridad de los campos.

–Verdaderamente amo estos campos. –Dijo el señor Jones luego de dar un gran sorbo a su bebida. –Hay algo mágico en ellos, algo que te impide alejarte de aquí. He trabajado aquí toda mi vida. Esto solía ser una especie de pantano. Nada crecía aquí. Tu abuelo los compró por algunas monedas hace más de sesenta años. Todos le dijeron que era un estúpido por comprar algo donde nada crecería… y aun así él lo hizo. Y… de alguna forma lo hizo. Hizo que funcionara.

Alan bebía su gaseosa lentamente mientras su padre continuaba su historia.

–Algunos hasta llegaron a decir que había hecho un pacto con el diablo. –Hizo un silencio, y luego hecho a reír. – ¿Te imaginas? ¡Un pacto con el diablo! Maldición. A veces la gente puede ser realmente muy estúpida. A este campo lo hicimos crecer con nuestras propias manos. Día tras día, bajo el sol abrasante, trabajamos sin descanso. Solamente tu abuelo, yo y…

– ¿Quién más papá? –Preguntó Alan al notar el silencio repentino de su padre.

–Solamente nosotros hijo. Tu abuelo y yo. Trabajamos con nuestras propias manos hasta verlas sangrar. El abuelo siempre decía… “Si quieres la grandeza debes estar dispuesto a hacer hasta el más grande de los sacrificios”. Luego que él murió hace un poco más de dos años, el campo pasó a ser mi completa responsabilidad. Aunque hacía más de diez años que vivía en el asilo de ancianos, demasiado viejo para seguir con las actividades del campo, el seguía dándome indicaciones. “Debes hacerlo al estilo Jones” decía. Y así lo hice. El campo ha crecido, los cultivos van bien. Solo míranos. Somos los únicos que nos encontramos en capacidades de cosechar. En fin… lo que quiero decir, es que un día, todo esto será tuyo hijo. Tu responsabilidad.

–Papá… –Lo interrumpió Alan mientras los ojos de su padre parecían brillar con un tono soñador. –Me encanta el campo, de verdad. Me encanta vivir en San Antonio. Es solo que pensaba… ya sabes… pensaba que algún día quisiera estudiar algo… lejos de aquí.

Su padre apoyó en el piso la sexta lata vacía que tenía en sus manos y luego la pisó con fuerza. –Entonces… ¿Quieres huir de esto? ¿Quieres dejarnos?

–No es eso papá… solamente es que siempre he soñado con ser algo más… he pensado seriamente en ser ingeniero. Sé que Theo era el amante de los autos y de la mecánica, pero también quisiera hacer algo de eso.

– ¿Piensas que ser granjero es demasiado poco para ti? Pues te diré algo… este campo ha dado de comer a nuestra familia durante sesenta años. ¡Sesenta! Nunca te ha faltado la comida en la mesa… ¡Nunca! –El rostro del señor Jones se puso colorado como una manzana. Sus ojos estaban inyectados de sangre. Estaba furioso. Como nunca antes Alan lo había visto. –Escúchame bien. Nunca podrás dejar estos campos. Será tu responsabilidad, como ha sido la mía.



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En el texto hay: monstruo, sirena, pescadores

Editado: 17.06.2021

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