En lo profundo del Rio

PARTE XII

1

Alan y el viejo Jack fueron durante varias noches seguidas hacia aquel cementerio abandonado. Se acomodaban en silencio, ocultos tras las altas hierbas observando hacia aquella sepultura. Habían acordado no decir nada a nadie sobre el hallazgo del cuerpo, al menos no hasta no ver con sus propios ojos lo que allí estaba sucediendo. Pero nada pasó en aquellas noches, más que ser atacados por voraces mosquitos mientras esperaban pacientemente en la oscuridad. En el río tampoco nada sucedía. No había rastro de la criatura, era como si todo hubiera vuelto a la normalidad, pero en el fondo, ellos sabían que solamente era la calma antes de una tempestad.

Durante el día, el viejo Jack se dedicaba a reparar su cabaña. Luego de mucho trabajo había conseguido dejarla habitable. La construcción no era más que cuatro paredes de madera y un techo, pero había sido su hogar la mayor parte de su vida. Ver como su pequeña cabaña volvía a ser lo que era, llenó su pecho de satisfacción. Aunque tenía un bolso lleno de dinero que le permitiría vivir en alguna buena casa en el centro, o incluso marcharse hacia alguna ciudad lejana para olvidarse de todo, él no lo haría.  Él se quedaría allí hasta recuperar a su hija o hasta que la muerte viniera a buscarlo.

– ¿Alguna vez has pensado en lo que harás el resto de tu vida muchacho? –Le preguntó el anciano al niño una de aquellas tardes mientras terminaba de martillar los últimos clavos que sujetarían las tablas que formaban su pared.

–He estado pensando en… ya sabe… ir a la universidad, quizás convertirme en un ingeniero. Aunque no lo parezca, me gusta mucho la lectura, sobre todo de ciencias. Podría pasarme tarde enteras solamente leyendo.

–Bueno eso explica por qué no tienes amigos. De lo contrario estarías con ellos y no con un anciano ebrio en medio del bosque. –El viejo Jack esbozó una ligera sonrisa.

–De todas formas creo que eso nunca se cumplirá. Aun si rescatamos a mi hermano, estudiar implicaría marcharme a la ciudad, irme muy lejos. Eso implicaría dinero… y mi padre… bueno, el quiero que me quede a trabajar en los sembradíos al igual que él, y al igual que su padre antes que él. No creo que esté dispuesto a darme un solo centavo para que me vaya de San Antonio.

–Lo único que puedo decirte es que no te apresures. Aun eres solo un niño. Tienes mucho por delante. Y si piensas que puedes ser un gran ingeniero, actor o lo que sea que quieras ser… entonces encontrarás la forma de hacerlo. Solamente no hay que bajar los brazos. Si desde ahora deseas que el tiempo pase, llegará el día en que te des cuenta que la vida se te ha escapado tan velozmente que no la has disfrutado.

– ¿A usted le queda algún sueño sin cumplir? –Preguntó el muchacho mientras observaba el rostro pensativo del anciano.

–Bueno… para mi es demasiado tarde para pensar en sueños. Con los años, luego de tanto tiempo en soledad, solo he deseado dos cosas. La primera es recuperar a mi hija, verla al menos una última vez antes de morir. –El viejo Jack hizo una pausa.

– ¿Y la segunda? –Indagó Alan.

–La segunda era tener un verdadero amigo… pero eso ya se ha cumplido. –Le respondió mirándolo con una sonrisa.

Alan sonrió. El anciano se sentó junto a él sobre un tronco caído. Permanecieron observando como el sol se deslizaba en el horizonte tiñendo el cielo de un dorado majestuoso. –No se preocupe, los recuperaremos. –susurró el pequeño.   

2

Aquella noche, como las noches anteriores, fueron hasta el viejo cementerio. Dejaron el bote oculto en la costa del arroyo que se abría camino por entre la espesura del bosque, y aguardaron ocultos en la alta hierba. Pero aquella noche, no era igual a las anteriores. Había una sensación extraña flotando en el aire. Ellos podían sentirlo. Un nerviosismo se apoderó de ellos desde el momento en que llegaron a aquel macabro lugar. La luna llena, enorme y blanquecina, parecía estar más cerca que lo habitual, tanto, que podían observarse con detalle cada uno de los cráteres y valles en su superficie. Su luz blanquecina iluminaba todo el lugar proyectando y alargando las tétricas sombras de las tumbas.

Permanecieron en silencio. No se oía ningún sonido más que el funesto aullido del viento soplando entre las copas de los árboles que se agitaban como seres espectrales. Alan temblaba ligeramente. Intentaba no estar asustado, pero sentía que algo maligno estaba a punto de suceder. Su corazón latía aceleradamente. Entonces, a lo lejos, de lo profundo del bosque comenzó a oírse un ligero murmullo. Luego una tenue luz anaranjada brilló entre los árboles, luego otra, y luego otra. Eran antorchas. Luego de unos minutos había más de una docena de antorchas acercándose desde las penumbras.

El viejo Jack hizo la seña poniendo su dedo sobre sus labios indicándole a Alan que guardara silencio. Estupefactos observaron como un grupo de persona se había acercado hasta el cementerio. Vestían con túnicas oscuras con capuchas que impedían que se vieran sus rostros. Cada uno sostenía una antorcha. Caminaron por entre las viejas lápidas y se detuvieron frente al último nicho con techo abovedado. Formaron un semicírculo frente a sus puertas. Uno de ellos, se paró frente a los demás, quienes se arrodillaron ante él. Sostenía un viejo libro entre sus manos. Un libro muy grueso y con tapas oscuras. Lo abrió y comenzó a leerlo.

El viejo Jack y Alan estaban aterrados, frente a ellos se hallaban los integrantes de aquella secta. Aquellos que han sido llamados como los Siervos de las sombras. Estaban allí dispuestos a realizar uno de sus ritos. El anciano y el niño pensaron en huir entre la oscuridad y alejarse de allí lo más rápido posible, pero algo en ellos parecía obligarlos a permanecer y presenciar lo que fuera que estuviera por ocurrir.



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En el texto hay: monstruo, sirena, pescadores

Editado: 17.06.2021

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