En los brazos del desconocido

Capítulo 1

Dorian.

Suelo ser una persona que no se deja doblegar por nada ni nada, pero con ella he hecho una gran excepción, tan solo porque con ella olvidó todo mi propósito y ella se vuelve mi único propósito.

Me encuentro en la embajada de Londres cerrando un acuerdo de aranceles, cuando veo en mi teléfono una llamada entrante de mi cuñada Carlie.

—Si me disculpan debo salir a responder. —digo antes de salir de la sala de reuniones.

Es la reina, a ella no se le evita una llamada.

—¿Carlie? —atiendo la llamada.

—¿Se puede saber porque estoy leyendo un artículo sobre tu novia en secreto? —por el tono de voz se la notaba muy enfadada. —¿Quién es ella? ¿Porque me tengo que enterar todo por artículos periodísticos?

Bufo.

—No es lo que crees, ahora mismo buscaré quien está escribiendo notas sobre mi y le pediré que se retracte, yo no tengo ninguna novia.

—Y si es así, ¿Quien es la chica de la foto con la que caminas de la mano?

—Es solo una chica. —respondo con simpleza.

—¿Debo adivinar que ella es otra víctima de los hermanos Smith que deciden esconder detalles de sus vidas?

—Solo es una chica, no tiene porque estar enterada de mi vida.

—Una chica a la que acabas de exponer a qué desconocidos se quieran entrometer en su vida y que seguramente ni sabes quién eres, yo ya viví eso y esa es la razón por la que te estoy llamando.

—Pues no deberías usar la importancia que te doy por ser mi reina y mi cuñada para estás cosas, solo es una nota, mandaré un correo a la editorial y tema resuelto.

—¿Cuánto crees que demore en llegar la nota a la chica, o siquiera un reportero a su puerta? Ya puedo oír la primera pregunta que oirá antes de entrar en pánico, ¿Cómo se conocieron con el príncipe y rey abdicador de Dinamarca? Deberías considerar esto como algo a resolver ahora mismo, porque ella no tiene la misma habilidad que tienes tú para desaparecer y aparecer a tú antojo, ese poder solo lo tienen los que nacieron con privilegio de una corona sobre su cabeza o un destino marcado por triunfos, no para alguien que ha nacido buscando sobrevivir al día a día.

—Ni siquiera la conoces para saber que es lo que ella pensaría si se enterará quien soy.

—Su nombre es Emily tiene 26 años, tiene múltiples profesiones, pero actualmente cocina, y es moza en un pequeño restaurante, además habla dos idiomas, vive en unos pequeños departamentos alejados del centro, ¿Quieres que te siga diciendo? Deberías advertirle que acabas de arrebatarle su anonimato o deberías dejarla elegir si ser una noticia reciente es lo que ella quiere. —dice antes de cortar la llamada.

Emily, la chica que llegó sin buscarla con su caos existencial y sus contínuos tropiezos, la chica que se niega a quererme y solo me deja ser una compañía ocasional.

Ella siempre lo dice, que él amor y ese tipo de sentimientos no fueron hechos para ella, jamás ha preguntado nada sobre mi vida porque dice que eso es comenzar a relacionarse de una manera diferente, y ella cree que yo estoy en las mismas condiciones que ella, desconociendo todo sobre su vida, cuando en realidad, no hay cosa de ella que yo no tenga memorizado.

En un mundo donde siempre he conseguido todo lo que quiero, ella es mi único imposible, y eso es lo que más me obsesiona.

Busco en mi teléfono la nota a la que se refiere Carlie y descubro que en realidad no es una simple nota, sino que es una investigación más allá de unas fotos y chisme barato, titulado “Lo que lleva a una alianza poderosa”, comienza cuestionando mis razones por las que me radicó en Londres, y las negociaciones que he estado desarrollando, en ningún momento se menciona mi título real, pero sí mencionar que soy el representante de la corona de Dinamarca en el exterior, luego narra sobre un par de noches donde se me ha visto caminar por las calles muy cercano a una chica desconocida pero terminan por dar los datos que me narró Carlie.

Veo el número de la editorial y le encargó a alguien de la embajada resolver ese asunto.

Hoy eso es algo que he podido resolver a tiempo, porque Carlie ha estado atenta, tan solo llevaba media hora de publicada la nota, pero ella tiene razón en que la estoy exponiendo a algo que ni sabe de qué se trata.

Es decir ella sabe que trabajó en la embajada, cree que soy un corresponsal, sabe mi nombre pero no mi apellido, sabe que seguido debo de viajar.

En la noche me dirijo a su apartamento, entro como si nada obviando el hecho de que no le he avisado que vendría y me la encuentro sentada leyendo un libro, con una bolsa de hielo en su pie derecho.

—¿Qué te ha pasado está vez señorita descuido?

Ella levanta la vista de su libro y me ignora.

—¿No me hablaras?

—Se me ha roto un tacón en una escalera y me doble el tobillo. —habla con simpleza.

Me acerco a ver de que se trata pero intenta ocultarlo.

—¿Qué te ha dicho el médico? —le pregunto. —¿Has ido verdad? —insisto al ver qué hace de cuentas no haber oído nada.

—Creo que ya debes conocerme lo suficiente para saber la respuesta. Y no iré, ya se que es lo que me dirán.

Me acerco más a ella, pero ella parece leer mis intenciones porque pone su mano derecha sobre mi pecho haciéndome retroceder.

—Ni lo intentes, no dejaré que me toques si yo no lo permito y mucho menos dejaré que me cargues, no eres el único que conoce al otro.

Es tan estúpido incluso pensarlo que yo tengo un país a mi entera disposición, que por más que mi nombre no se encuentra debajo de una corona yo digo algo y se cumple, pero ante de ella no llevo ningún tipo de corona, y sin saberlo ella tiene él control de mí, a tal punto que aún siendo de 1.66 de estatura, y pensando al rededor de 60 kilos puede llegar a dominarme por completo siendo un hombre de unos 1.85 y 92 kilos.




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