En los brazos del enemigo

Capítulo 1

Ahora sí que estamos en serios problemas, papá no debió haber hecho eso. Sé que los Godard son despreciables y que se tienen merecido todo lo malo que les suceda, pero romperle la nariz a Ray Godard fue una imprudencia y, para colmo, ¡en pleno cumpleaños de la reina Annabelle! El rey Esteldor no va a olvidar tan fácil esto, ya nos tenía bien advertido que estaba harto de las disputas entre ambas familias y ahora quién sabe de qué será capaz después del espectáculo tan lamentable que dio mi padre.

Agacho la mirada mientras camino detrás de mis padres hacia la salida del salón de bailes, sintiéndome tan diminuta como un insecto. Toda la corte nos mira, algunos con asombro, otros con gesto divertido, pero la gran mayoría con absoluta desaprobación.

—Tenían que ser los Blake de nuevo —murmura con molestia Ginebra Schubert a nuestro paso.

Suelto un gemido de vergüenza, ¿por qué mi familia no puede ser tranquila y discreta como el resto? Ni siquiera me atrevo a ver hacia donde están los reyes, no soportaría sus miradas fulminantes sobre nosotros. Voy tan apenada que casi tropiezo con mis faldas por la urgencia de salir y dar por terminado este momento.

Dudo que sea capaz de volver a dar la cara en sociedad después de esto. No es que sea la primera vez que mi padre y el señor Ray Godard se pelean en público, su enemistad viene desde que yo era una niña y no es inusual que cada que se encuentran se hagan de palabras e incluso lleguen a los golpes, pero jamás había sucedido en un evento real frente a los ojos de la corte entera. Ahora sí que mi padre perdió los estribos, claro que el señor Ray fue quien volcó su bebida sobre la chaqueta de mi hermano por “accidente” primero y eso fue lo que provocó que papá le diera el puñetazo en la cara que lo mandó de espaldas al suelo.

El señor Godard es un cobarde de primera, él jamás confronta a nuestro padre de frente, sino que suelta comentarios malintencionados o recurre a acciones mezquinas para fastidiarnos y hacer que papá pierda la cabeza y quede como un loco de remate. La esposa de Ray, Ágata, y su hija Celeste son igual de ruines, siempre intentan provocarnos a mi madre y a mí con comentarios desagradables o burlas, aunque nosotras evitamos morder el anzuelo. Al menos ellas no estaban presentes en la fiesta, así que nos ahorramos verles las caras.

 

El carruaje ya aguarda por nosotros. Subo lo más aprisa posible, necesito llegar a casa y esconderme debajo de las cobijas. Creí que este sería mi año, por fin estoy en edad de presentarme en la corte y ser pretendida, pero ahora dudo que algún chico llegue a interesarse por mí. Moriré solterona y exiliada pues será difícil que volvamos a recibir una invitación para presentarnos en sociedad.

—Ese canalla va a pagar caro lo que hizo… —musita mi hermano menor Frederick en cuanto el carruaje arranca.

—¡Nada de eso! Ya tuvimos suficiente, ¿cuándo van a parar con esta locura? —exclama mi madre en tono molesto.

—¿Cómo podemos parar si ese cobarde de Ray se rehúsa a aceptar mis duelos? Prefiere perder el honor a enfrentarse a mí cara a cara. Si hubiera aceptado batirse a duelo conmigo desde un inicio, este asunto ya estaría resuelto —contesta mi padre cruzándose de brazos.

—Cuando dices que estaría resuelto, ¿te refieres a… matarlo? —pregunto, horrorizada con la idea.

—¡Pues claro que sí, Ava! ¿Qué otro resultado puede tener un duelo? Ese canalla y yo no podemos compartir el mismo reino, uno de los dos debe perecer y no estaré tranquilo hasta que eso suceda —exclama mi padre a gran voz, mostrando lo furioso que se encuentra.

—Por favor, Salomón, esos desmanes déjaselos a los jóvenes, tú ya eres un hombre mayor. Debes tranquilizarte, no puedes permitir que tus emociones te ganen, piensa en la familia. No sabemos qué represalias va a tomar el rey Esteldor en nuestra contra después del espectáculo tan lamentable que acabamos de hacer en pleno cumpleaños de la reina… ay de nosotros… —expresa mi madre, apesadumbrada.

—Tranquila, madre. El rey sabe bien lo despreciables que son los Godard, ¿no recuerdas que Celeste y su madre tienen prohibido estar frente a la reina después de todas las tretas que le jugaron? Por eso Ray estaba solo, su esposa y su hija están vetadas de asistir a los eventos reales —le recuerda mi hermano dedicándole una sonrisa cariñosa.

—¡Y probablemente ahora nosotros también! —exclama mi madre antes de tomar el brazo de su esposo con gesto compungido—. Amor mío, entendiendo a la perfección el odio que le tienes a ese hombre y lo comparto, pero debes pensar también en tus hijos y su futuro. Debes parar con esta sed de venganza. 

—De ninguna manera. Yo no descansaré hasta que ese Godard pague por lo que nos hizo —advierte mi padre con el rostro enrojecido de coraje.

Suelto un suspiro y me giro hacia la ventanilla. No estoy muy segura de qué fue lo que sucedió entre ellos para despertar este odio tan visceral, nunca me han explicado a detalle el origen de la disputa. Solo sé que, hace casi diez años, Ray Godard estafó a mi padre en unos negocios que ambos tenían. Ignoro qué tan grave fue la estafa o si llegó a afectar de manera importante nuestras finanzas al punto que mi padre no logra olvidarlo. Hasta donde yo sé, los Blake somos una familia bastante acaudalada, así que la estafa no debió tener consecuencias tan funestas. Sin embargo, mi padre se rehúsa a dejar ir el tema y cada que tiene a Ray Godard enfrente pierde los estribos.




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