En los brazos del enemigo

Capítulo 2

Mi hermano me trae una silla mientras que mi madre le pide a una de las sirvientas que me traiga un vaso de agua con azúcar. Siento como si la tierra se hubiera abierto debajo de mis pies, yo apenas tenía intenciones de que algún chico me pretendiera y ahora todo apuntaba a que me uniría a la peor familia del reino.

Mi padre camina de un lado al otro de la habitación, parece como si quisiera derribar los muros a golpes. Siempre ha sido un hombre que vive sus emociones con intensidad, se le da fácil perder la cabeza, lo cual en parte es la razón por la que estamos metidos en este lío. Si tan solo hubiera dejado ir todo ese asunto de la estafa, el rey Esteldor jamás habría recurrido a una amenaza semejante para poner a nuestras familias en paz.

—Te advertí que nuestros hijos serían los más afectados en este asunto —le reclama mi madre mientras sostiene mi mano entre las suyas.

—No lo serán, de ninguna forma voy a aceptar darles a mi hija. Esos Godard son de lo peor, no permitiré que tengan a Ava entre sus garras —dice mi padre con la mandíbula apretada a causa del enojo.

—¿Entonces, perderemos todo? —pregunta Frederick, consternado.

—Salomón, bien sabes que yo también detesto a los Godard por lo que nos hicieron, pero... vamos a quedarnos en la calle —dice mi madre con voz de angustia.

—¿Qué otra opción tenemos? No podemos entregar a Ava a esa familia. Ante todo, tenemos la obligación de proteger a nuestra hija. Mejor nos será vivir en la indigencia que someter a nuestra pequeña a esa gente —responde él, negando con la cabeza.

Debo luchar contra el nudo en mi garganta. El futuro de mi familia está en mis manos, no puedo permitir que quedemos desamparados cuando tengo la posibilidad de salvarnos.

—Lo haré, me casaré con ese hombre. No tenemos que perder nuestras posesiones —intervengo por primera vez desde que se fue el caballero Schubert. Las palabras me provocan un estremecimiento de horror, estoy voluntariamente accediendo a unirme a nuestros enemigos.  

—No, Ava. De ninguna manera, no debes sacrificarte por nosotros, no voy a permitir que mi hija acabe casada con un Godard —responde mi padre con voz firme.

—No tenemos opción. Si no aceptamos, todo lo que poseemos pasará a manos de la corona… ¿qué será de nosotros entonces? ¿Seremos mendigos? Ustedes son mi familia, yo haría lo que fuera por su bien… incluso esto —le digo con profunda tristeza, pero llena de convicción.

—Ava tiene razón… ¿qué más nos queda que resignarnos? —dice mi madre casi sin voz antes de ocultar su rostro en sus manos, dejándonos saber que la pena la sobrepasa.  

—¿Resignarnos a unir su vida a una persona de esa calaña? —exclama mi padre con un bufido.

—Pero puede que Dominic sea diferente, él ni siquiera vive en la ciudad, pasa casi todo su tiempo en una propiedad que posee su familia a las afueras… tal vez no es como el resto de los Godard —dice mi hermano intentando sonar optimista.

¿Dominic? ¿Ese es el nombre del hijo mayor de los Godard? Caigo en cuenta de que ni siquiera conozco al hombre con el que se supone que debo casarme. Frederick tiene razón, no recuerdo haberlo visto en ningún evento de la corte, sé que Ray y Ágata tienen un hijo además de Celeste, pero creo que jamás lo he visto en persona.

—Es un Godard, eso lo hace escoria en automático —declara mi padre amargamente—. Tal vez tiene alguna deformidad y por eso se esconde de la gente. 

Mi estómago cae hasta mis pies. ¿Deformidad? Estaba tan concentrada en su apellido que no pensé en su aspecto y ahora la idea me paraliza. Por mi mente empiezan a pasar imágenes espeluznantes del ser monstruoso que podría ser mi futuro esposo. Además de traer los genes malignos de los Godard en la sangre, Dominic puede tener un aspecto físico de historia de terror. La habitación comienza a darme vueltas.

—Boberías, Salomón, yo sí llegué a ver al chico Godard alguna vez cuando era pequeño. Era un niño de aspecto perfectamente normal —interviene mi madre.

—Su aspecto físico es lo de menos… no puedo admitir unir a mi familia con la suya, no después de lo que ese hombre le hizo a…  —mi padre no termina de hablar, su voz falla y sale disparado hacia su oficina.

Mi madre parece debatirse entre si seguirlo o quedarse aquí conmigo. Finalmente, su deber maternal gana y se gira en mi dirección.

—Mi querida hija, es muy noble de tu parte aceptar con tanta resignación este casamiento… eres una chica dulce —me dice con cariño.

—Tengo miedo —me permito admitir mientras las lágrimas se agolpan en mis ojos.

Mi madre me envuelve en sus brazos. Por un momento me siento protegida, como si el mundo no pudiera alcanzarme para hacerme daño.

—Todo saldrá bien. Estaremos cerca, la mansión Godard está solo a algunos kilómetros de distancia… en cuanto nos necesites, llegaremos para auxiliarte —me promete mi madre.

—Si ese Dominic te hace daño, lo mataré a golpes, solo tienes que decírmelo y lo haré pagar —me promete Frederick de cuclillas a mi lado.

Veo la determinación en la mirada de mi hermano menor y me doy cuenta de que no voy a poder contar con mi familia en mi matrimonio. En el momento en el que presente cualquier queja en contra de mi esposo, mi padre y Frederick perderán la cabeza y cometerán alguna locura. No puedo permitir que esta disputa se agrande más por causa mía, voy a tenerme que enfrentar a Dominic yo sola. Tomo la mano de Frederick y la aprieto con cariño, para que crea que estoy aceptando su ofrecimiento. Luego giro mi atención hacia mi madre.

—¿Qué fue lo que no terminó de decir papá? ¿Qué le hizo Ray a quién? —pregunto con curiosidad—. No entiendo por qué ha permitido que un asunto de negocios tome tal magnitud.

Mi madre agacha la mirada, como si se sintiera avergonzada.

—Ya sabes cómo es tu padre… una persona algo pasional. Siempre dejándose llevar por sus emociones —musita de forma evasiva.




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