En los brazos del enemigo

Capítulo 13

Para sorpresa de todos, Ray Godard despierta sintiéndose considerablemente mejor; de modo que su familia retoma de inmediato sus actividades como si nada hubiera pasado. Aprovecho la mejora en la salud de mi suegro para sugerirle a Dominic que cenemos en casa de mis padres. Soy consciente de que ni mis familiares ni mi esposo encuentran el plan especialmente atractivo, pero Dominic y yo vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos y para mí es importante que aprenda a llevarse bien con mi familia.

  

Llegamos a casa de mis padres un poco antes de la cena, lo planeo así de forma deliberada para que él tenga más tiempo de convivir y que todos lleguen a conocerse.

La tensión en casa es palpable desde el primer momento en que entramos. Yo soy la única que tiene buena cara, la incomodidad del resto es evidente. A pesar de todo, Dominic se comporta de forma impecable, como el caballero que es. Mi hermano también está haciendo un gran esfuerzo por mantener una actitud neutral e incluso empieza a charlar de trivialidades con Dominic como si fueran dos desconocidos a los que les tocó aguardar juntos en una sala de espera. Aprecio el esfuerzo que ambos hacen, aun si me queda claro que nunca serán grandes amigos.

Mi padre toma asiento en el lugar más alejado de la sala, en donde aguardamos a que la cena esté lista, sin quitarle la vista de encima a Dominic. Si las miradas mataran, mi esposo ya no estaría aquí. La intensidad de mi padre es tal que mi madre lo toma del brazo con cariño para distraerlo y que deje de fulminar a Dominic. Mi esposo, por su parte, tiene el buen tino de fingir demencia y pretender que no se percata de nada pues está muy absorto en su charla con Frederic.

En ese momento entra nuestro mayordomo. Asumo que viene para informarnos que ya es hora de pasar al comedor, por lo que instintivamente me pongo de pie, pero su anuncio me toma por completo desprevenida.

—El señor y la señora Schubert están aquí —nos informa con gran voz.

—Qué bien, en ese caso vayamos al comedor... hay que darle prisa a este asunto —dice mi padre con desgana.

Miro a mi madre confundida, ¿qué hacen Teodoro y Ginebra Schubert aquí? Todos se ponen de pie para seguir a mi padre fuera de la sala. No se me pasa desapercibido que Dominic resopla discretamente, como si ya estuviera esperando esto. Me quedo rezagada del resto y tomo a mi madre del brazo.

—¿Qué hacen ellos aquí? ¿Ustedes los invitaron? —pregunto desconcertada.

—Claro que los invitamos, hija mía. En cuanto recibí tu nota de que vendrías con tu esposo me di cuenta de que era la oportunidad perfecta para traer a los Schubert —responde con una amplia sonrisa llena de orgullo por la decisión que tomó.

—No entiendo... ¿por qué?

—Oh, Ava, ¿qué no es obvio? Teodoro es el hombre más cercano al rey. Invitarlo nos asegura que Esteldor se entere de que estamos siguiendo sus órdenes y que ahora nos llevamos bien —me explica—. Lo único que tenemos que hacer es poner buena cara y sobrellevar la cena.

—Pero no nos llevamos bien —comento con la frente arrugada—. Lo que yo quería con esta cena es que llegaran a conocer a Dominic, no montar un show para la mano derecha del rey.

Mi madre luce confundida por mi molestia, parece como si no entendiera que yo auténticamente quería que hubiera un acercamiento entre ellos.

—Bueno, pues... matamos dos pájaros de un tiro, conocemos al muchacho y quedamos bien con la corona —concluye encogiéndose de hombros.

Suspiro desanimada. Supongo que era demasiado pedir que hicieran el intento de llegar a encariñarse con un Godard.

Entramos al comedor en donde ya se encuentran mis familiares más el matrimonio Schubert. Mi madre y mi hermano parecen personas distintas, se ven alegres y animados como no lo estaban hace rato. Sonríen y hacen bromas mientras que comenzamos a comer. Mi madre se muestra atenta con Dominic, lo cual no hacia antes de que llegaran los Schubert. Su cambio de humor me irrita de sobremanera, esto es solo un show y no es en absoluto lo que yo esperaba de la noche. Es obvio que Dominic entiende lo que está sucediendo y no parece tener inconveniente en seguirles el juego; lo hace de modo menos animado, pero me queda claro que también se ha puesto una máscara de hipocresía para lidiar con la velada. Debo admitir que, a pesar de que no suele asistir a eventos sociales con regularidad, sus modales son irreprochables.

Quien más me sorprende es mi padre pues sigue manteniendo exactamente la misma actitud huraña de hace rato, ni siquiera le importan todas las miradas suplicantes de mamá para que se comporte, él no soporta a Dominic y no pretende ocultarlo. Lo único que hace es refunfuñar por lo bajo y beber vino a una velocidad asombrosa.

—Si tu padre se embriaga, va a ser más difícil que se contenga... tal vez deberían sugerirle que se retire a su habitación —susurra Dominic a mi oído.

—Sería muy mal educado de su parte irse cuando todavía hay invitados a la mesa —le digo a pesar de que concuerdo con él.

—Más mal educado será cuando me ataque —bromea y parte de mí teme que su predicción llegue a hacerse realidad.

Por obvias razones, Teodoro está más atento a mi padre que al resto de los comensales. Es claro que el administrador está alerta a cualquier exabrupto que pueda tener mi padre, por lo que mamá intenta llamar su atención para salvar la velada.




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