En los brazos del enemigo

Capítulo 15

Nuestras ropas empapadas yacen en el suelo de la habitación. Dominic juguetea con un mechón de mi cabello de forma distraída mientras mira hacia el techo. No hemos dicho ni una palabra desde que despertamos, supongo que ambos estamos agotados después de todo lo que sucedió anoche. Soy consciente de que debo ponerme en pie y comenzar a preparar todo para nuestra partida, entre más pronto empaquemos y salgamos de esta casa será mejor, pero estoy disfrutando demasiado sentir la piel de Dominic contra la mía debajo de las sábanas y no deseo moverme aún. Él tampoco parece tener prisa así que dejo que los minutos pasen sumidos en esta calma tan deliciosa.

—Quiero hacerme cargo del niño —declara después de un rato.

Me recargo sobre mi hombro y lo observo con ojos entornados, sin saber a qué se refiere.

—Es mi medio-hermano después de todo —me explica—. Tiene derecho a gozar de nuestra fortuna. Si mi padre no tiene la integridad para hacerse cargo de sus actos, yo lo haré por él. ¿Crees poder hablar con tu familia para que me permitan conocerlo?

Asiento, desbordada de cariño por mi esposo. Además de apuesto y varonil, es un hombre integro y cabal. Ni en mis sueños más locos pensé tener la fortuna de encontrarme con un hombre como él.

—Claro, yo hablaré con ellos —respondo entusiasmada.

—Gracias. Sé que anoche acordamos irnos de aquí cuanto antes, pero me gustaría quedarme a atender este asunto. Una vez que me asegure de que estoy haciendo algo por enmendar el error de mi padre, podremos irnos a estar los dos solos —dice.

—Si así lo quieres, por mí está bien.

Vuelvo a recargar mi cabeza sobre su pecho, encantada con la intención que tiene Dominic. No sé de dónde salió tan buen hombre, pero sin duda no se parece nada a sus familiares.

El mayordomo llama a la puerta.

—Déjanos solos, por favor, Myr —responde Dominic.

—Lo siento, mi señor, pero sus padres solicitan que ambos se alisten de inmediato. Han sido llamados a acudir ante el rey Esteldor —nos informa el mayordomo.

Siento un hoyo en el estómago. Debí imaginar que el exabrupto de mi padre iba a tener consecuencias. Me lleno de temor, ¿y si en verdad perdemos todas nuestras posesiones por lo que sucedió anoche?

—Debes guardar la calma. Esteldor es un hombre racional y nosotros cumplimos con su orden de contraer matrimonio —dice Dominic como si me leyera el pensamiento—. Posiblemente solo quiera amonestarnos por lo sucedido en la cena, eso es todo.

Nos alistamos a prisa y salimos de la habitación, el resto de los Godard ya nos espera en el vestíbulo. Para mi sorpresa, Ray de nuevo tiene mala cara, como si estuviera sufriendo una recaída de lo que sea que lo está aquejando.

—¿Se puede saber por qué Esteldor ha solicitado su presencia? —pregunta Ágata de brazos cruzados.

—Tranquila, madre, seguro no es nada —responde Dominic en tono despreocupado.

Yo no estoy tan convencida de que esto no vaya a tener consecuencias, pero prefiero esperar y ver qué es lo que el rey quiere antes de seguir entrando en pánico.

—Pues dense prisa los tres —dice Celeste de mal modo, posiblemente molesta de que no puedan ir con nosotros al castillo.

—¿Te sientes mal? —pregunta Dominic notando el aspecto enfermo de su padre—. Tal vez es mejor que te quedes. Ava y yo podemos encargarnos de Esteldor.

Ray debe sentirse muy mal, pues accede casi de inmediato a la sugerencia de su hijo. Me siento aliviada de que vayamos a ser solo nosotros dos, cualquier momento en que me pueda ahorrar la compañía de mi familia política es bienvenido.

 

El carruaje nos lleva de prisa al castillo, no queremos hacer esperar al rey Esteldor y acrecentar más su molestia. Descendemos de forma apresurada y entramos al vestíbulo del enorme castillo de los reyes Autumnbow. Pensé que encontraría a mis padres aquí, pero al parecer solo nosotros fuimos llamados. Uno de los numerosos sirvientes nos guía hasta el lugar donde veremos al rey. Dos guardias perfectamente uniformados abren las puertas del Salón del Trono para dejarnos pasar. Dentro encontramos al rey Esteldor sentado sobre su trono, con la reina Annabelle a un costado y Teodoro Schubert del otro. Caminamos hasta el centro del salón y hacemos una reverencia.

—¿Mandó llamarnos, Majestad? —pregunta Dominic en actitud respetuosa.

A pesar de lo intimidada que me siento, no logro reprimir mi curiosidad y aprovecho para mirar discretamente a mi alrededor. Solo había estado aquí una vez antes, cuando era una niña, y ya no recordaba bien cómo lucía. Suspendidos en los muros hay cuernos de animales y espadas, la madera de los muebles es obscura y lisa. Hay un gran ventanal de marco plateado justo detrás del trono, que es de un color gris tan obscuro que a primera vista parece casi negro. El trono tiene tallado el escudo de Encenard en color plata en el respaldo, haciendo así juego con el ventanal. Los muros están tapizados de color vino, el piso es de mármol gris claro. El lugar parece reflejar con precisión la personalidad fría e imponente del rey Esteldor. Es difícil no sentirme diminuta ante lo que me rodea.

—Así que mi plan para hacer que sus familias se lleven bien no funcionó —comenta el rey con aparente aburrimiento.




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