En los brazos del enemigo

Capítulo 16

Myr sale a nuestro encuentro en cuanto llegamos a la mansión Godard.

—¡Mi señor, es su padre de nuevo! —le informa con la respiración agitada—, pero esta vez me temo que está peor.

Dominic entra a la casa de prisa, Myr y yo vamos pisándole los talones.

Efectivamente, el estado de Ray ha empeorado considerablemente, pero sigue rehusándose a ver al médico. Dominic se queda a lado de su padre durante horas, mientras yo aguardo en nuestra habitación. Cuando regresa, lo hace cansado y desmoralizado, temiendo que suceda lo peor. A pesar de que Ray Godard está lejos de ser mi persona predilecta, me apena que mi esposo esté pasando por esta situación e intento mostrarme solidaría con él.

 

La salud de mi suegro se sigue deteriorando durante los siguientes dos días, de modo que Dominic decide ir en contra de los deseos de su padre y mandar a llamar al médico.

El doctor Moss pasa un buen rato revisando a su paciente, mientras que nosotros aguardamos fuera de la habitación a que salga y nos comparta su diagnóstico. Finalmente, la puerta se abre y el doctor Moss sale con gesto consternado.

—¿Qué es lo que tiene mi esposo, doctor? —pregunta Ágata en tono de angustia.

—Es difícil poder decirlo con seguridad, pero sospecho que está siendo envenenado —declara el médico.

—¿Envenenado? —pregunta Ágata con expresión perpleja—, pero... eso es imposible. Debe estar en un error.

—¿Por qué piensa eso, Walter? —pregunta Dominic, guardando la compostura.

—Es solo una sospecha, como les digo, en este momento no puedo tener la certeza de que tengo la razón. Sin embargo, sus síntomas concuerdan con los que provoca una sustancia llamada Refymee; es una especia sin olor ni sabor que en pequeñas dosis diarias puede causar la muerte en unos cuantos días. La persona va a enfermado de forma progresiva de modo que no se da cuenta hasta que su organismo ya está muy afectado. Creo que eso es lo que le está sucediendo a Ray.

—¡Esto es inaudito! ¡Mi pobre marido! ¡Tan bueno! —clama Ágata con gran consternación.

—¿Se puede revertir el daño? —pregunta Dominic.

—Me temo que eso no es posible. Lo mejor que se puede hacer en este momento es detener su ingesta de la sustancia para no afectar más sus órganos y... esperar a que su cuerpo resista el veneno —responde con gesto apenado, demostrando que lamenta no poder hacer más por su paciente.

—¿Quién le hizo esto a mi Ray? ¡Quiero al culpable ahora mismo! —exclama Ágata al tiempo que golpea su talón contra el suelo—. ¡Alguien tiene que pagar por esta fechoría!

—¿Hay forma de confirmar que sea ese veneno lo que lo está afectando? —pregunta Dominic, tratando de ignorar los gritos de su madre.

—Sí, el Refymee se tiñe de azul cuando se expone a la camomila, aun cuando ya haya pasado tiempo del contacto el rastro permanece en la piel de las personas. Solo debo traer un poco de esa planta y ponerla en los labios de tu padre, si estos se tiñen de azul significa que ha ingerido el veneno —le explica el doctor Moss—. Iré de inmediato a mi consultorio y traeré la planta, entonces podré confirmar mi sospecha.

—Por favor, hágalo —le dice Dominic con urgencia.

—Doctor, según sus cálculos, ¿hace cuánto tiempo que mi padre ha estado ingiriendo esa sustancia? —pregunta Celeste con las manos recargadas sobre sus caderas.

—Al menos dos semanas por la extensión del daño que noto —responde el médico—. Ahora me retiro, volveré lo más rápido posible.

Celeste aguarda a que Walter se vaya para hacer su siguiente comentario.

—Vaya, dos semanas... me pregunto, ¿qué otra cosa cambió en esta casa hace dos semanas? ¿Será que cierta persona llegó a vivir con nosotros?

—¡¿Cómo te atreves?! —pregunto, indignada ante la sugerencia de que soy yo la que está envenenando a su padre.

—Tendría perfecto sentido, una vileza más de los Blake —me acusa Celeste con ojos entornados—. Ya se me hacía raro que hubieran aceptado el matrimonio tal fácilmente. Seguro que accedieron para poder llevar acabo este acto atroz en nuestra contra.

—Celeste, basta —le ordena su hermano.

—¿En verdad piensas ponerte del lado de esta cualquiera y no del de nuestra familia? —pregunta Celeste encolerizada.

Lo que más deseo es lanzarme sobre ella y hacer que se trague sus palabras, pero la situación es demasiado tensa y no le quiero dar problemas a mi esposo. Incapaz de seguir ahí, salgo disparada a nuestra habitación refunfuñando en contra de la bruja de mi cuñada a cada paso que doy.

 

Dominic entra a la habitación poco después.

—¿Fuiste tú? —me pregunta directamente.

Me quedo boquiabierta ante la insinuación.

—¿Estás preguntando en serio? —pregunto lívida de coraje— ¿Me crees capaz de asesinar a alguien?

—No, pero debes admitir que eres la sospechosa más sencilla de señalar, tienes todos los motivos y el acceso a la casa. No te estoy acusando de nada, Ava, ni creo que lo hayas hecho, pero prefiero preguntar de frente y que seamos honestos. Lamento si eso te incomoda, no es mi intención hacerte enfadar —me dice fríamente.




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