En los ojos de la reina

Capítulo 18: La audiencia

Volví al palacio con la ayuda de Faustino, el cual me acompañó al rio Neagles que me llevaba directo a mi hogar. Debido al tiempo fuera, esperaba obtener de nuevo una reprimenda por parte de Damián con varios guardias emprendiendo búsqueda e incluso a Magnolia angustiada, pero tras llegar nada de eso sucedió. No existió absolutamente nadie en mi espera, pese que yacía horas desaparecida, por lo que escabullí hasta los establos con cuidado, sin embargo, la voz de Rolan Llanos me sorprendió por la espalda.

—Comienzo a arrepentirme del día que te enseñé a salir del palacio —lancé un salto tras escucharle. Ambos nos miramos sin ser capaces de arricular una sola palabra más de no ser que mis ojos se clavaron en la cabeza de Agustín emergiendo de la esquina del establo.

—Princesa, ¿cómo salió de ahí? —señaló el sitio.

—Por la puerta trasera ¿lo recuerdas?

Rolan miró detenidamente a mi guardia.

—Por supuesto, sí. Lo recuerdo —mi real había olvidado por completo que no existía tal salida del establo.

Ron ya no debía ocultarlo. Al menos no conmigo. Él era la razón por la que nadie preguntara por mí, pues se había encargado de hacerles pensar a los guardias y el resto que yo estaba bajo su resguardo en el palacio todo ese tiempo gracias a su encanto como él lo llamaba.

Por un lado quise ordenarle que no usara su control en las personas, aunque por otro había sido justo esa habilidad la que me salvó de la clandestinidad.

—Comienzo a ver la utilidad de dejarte bajo mi resguardo, soldado Rolan.

—Ofi.

—No —frene cualquier futura frase de su boca—. Nuestros terminos no han cambiado. Yo guardo tus secretos y tú los míos, así es como funciona. Lo único que somos y seremos.

Puede que tal vez debiera concederle un gracias, pero no lo creí merecedor de ello, por lo que en su lugar me alejé de aquel par hasta encontrarme en el jardín oeste a mi tía abuela.

Kohath Gladiola —la saludé al tiempo que visualizaba a dos empleados seguidores del palacio a su lado. Rita cortaba un par de flores para ella, mientras que Sönden la seguía con una sombrilla para cubrirla de los tardíos rayos del sol—. ¿Qué haces aquí sola?

No era muy común vislumbrarla pasear fuera de la propiedad ni mucho en esa zona, considerando que era difícil moverla con aquella silla de ruedas que le acompaña siempre, pese que fue por ella que se implementaron ascensores en toda la propiedad.

—No estoy sola. Ahora tú yaces a mi lado.

Por lo general solía llamarme de esa forma, que en uno de los tantos idiomas antiguos se traducía como "dulzura", pues sabe de mi gusto por los caramelos y pastelillos, mientras yo la llamaba Kohath que significa "abuela", ya que ella temía herir a su hermana sí es que sabía que yo le consideraba como tal más a ella que a mi propia abuela y en cuanto a mí, yo solo le temía porque simplemente mi abuela lo era.

Ambas compartíamos aquello. El amor a los dulces y el idioma Nigtlares. La señorita Magnolia me había obligado a aprenderlo junto con otros tantos, mientras que ella lo hizo de manera autodidacta, ya que ante su prematuro impedimento para caminar, se refugió en la lectura y floricultura.

—Ilonea no debe tardar. Le dije que a nuestra edad servirse doble plato era un error, pero ¿acaso me escuchó? No verdad y mira ahora —comencé a reír tras tal ventile de su servil doncella incluso si aquel termino tendiera a verse absurdo, puesto que su "dama" poseía sesenta y un ciclos, pero ya que le ha acompañado poco más de treinta ciclos, bien se volvió acreedora a aquel título—. La cuestión aquí es ¿de dónde has salido tú? —su cuello se elevó en dirección de donde emergí.

—Del establo, tía Glad. Me relaja visitar aquellas bellas criaturas relinchantes.

—Te entiendo.

Su mirada se perdió en aquellos arbustos rebosantes y flores coloridas que nos rodeaban con sumo anhelo, otorgando un resople en el que el deseo de haber tenido más de lo ganado le aborda, pues aún en sus mejores días esa mirada triste jamás le abandonaba el rostro.

Supongo que el hecho de haber perdido a sus padres de manera prematura el mismo día que perdió la posibilidad de caminar no ayuda, así como el alguna vez haber contraído matrimonio y formar una familia o el simple hecho de no depender de alguien para ir a donde ella desease nunca le abandona tampoco. Solo tenía catorce cuando sucedió aquel terrible terremoto en Santiago que cambió la vida de los Veraren tal y como sucedió con mi familia y conmigo en la caída de ese jet.

—Enviaré unos cuantos brotes al invernadero. Ves esas motas rosas —asenté visualizando las azules flores—. Ese era el tono real de estas corbelias antes de que el virus las modificara a este ligero azul. Siempre me ha intrigado la forma en la que la flora consiguió modificarse sin alterar el daño a su ADN a diferencia de la fauna y a nosotros, por supuesto.

—Pues yo lo agradezco.

La razón por la que mi régimen alimenticio sea vegetariano es que por fortuna las hortalizas, leguminosas, verduras y frutos frescos o secos habían conseguido adaptarse de tal forma que pudieran consumirse sin riesgos alguno tanto a seguidores como a mí.

—Y dónde está tu mozo Lucas. No debería estar remplazando a Ilonea considerando que ella yace un tanto indispuesta.

—Es su día de descanso. También lo merece ¿cierto?

Dudé que tuviera ese tipo de consideraciones con sus empleados seguidores como lo hace con los fuertes, por lo que solo elevé los hombros en afirmación metiendo las manos en los bolsillos.

—Y mi abuela ¿también está en su día de descanso?

Nonelly —su voz me reprendió.

—Lo siento, Kohath.

No era del todo un secreto que la gran reina madre, Rebeca Viraren tenía por amante a Lucas, el mozo de su hermana. Debí enterarme de ello cuando poseía once ciclos, mientras jugaba a esconderme con mis hermanos. Esa tarde me oculté por detrás de uno de los cortinales de la sala de arte del palacio para descubrir la mano de mi abuela sobre la mejilla de Lucas después de haberla hecho reír genuinamente. Cosa que definitivamente solo conseguía él. Por supuesto que corrí a contárselo a mi madre que me hizo prometer no volver a repetirlo por mi padre, así que sí a esas alturas estaba enterado, no lo supe.




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