En los ojos de la reina

Capítulo 24. ¿Mi reina?

El humo de la bomba que activó Faustino hizo picar la garganta y ojos de todo ciudadano cercano. Debimos colocarnos los paliacates blancos que permanecían en nuestros cuellos y nos dispersamos entre la multitud a paso veloz cuando entonces, una explosión en el local que visualizamos anteriormente estalló en un retumbante sonido que provocó que tanto Faustino como yo, nos agacháramos, así como el resto que nos rodeaba debido a lo inesperado de los sucesos.

—Eso no debía suceder —aseguró Faustino, mientras emprendía paso veloz al recinto.

Le seguí por instinto llevando la mirada a los desertores que emergían de aquel establecimiento por excepción de Riben, quién fue repentinamente lanzado hacia la ventana reventando el vidrio de aquel sitio.

Detrás de él, apareció el corpulento hombre de los asaltos anteriores. Al parecer, dos explosiones no eran suficientes para acabar con aquel sujeto. Pablo se destinó de inmediato para ayudarlo, pero fue tomado por uno de los guardias que nos observaron minutos atrás capturando a Marino también.

—Quedan arrestados —logré ver sus labios del guardia moverse.

—Yo voy por Riben —lo dije sabiendo que no me arriesgaría a que un guardia fuerte me reconociera. Faustino pareció estar de acuerdo.

—Deberías meterte con alguien de tu tamaño —le espeté al rebelde poniéndome a no más de un metro de distancia suya.

—Solo alguien tan segura podría decir eso —sonreí contemplando que ese hombre creyó que yo era justo la persona a la que me parecía. Mi corazón latía fuerte. Tenía miedo y valor al mismo tiempo—. Un momento -me exclamó con la mirada postrada en Riben que yacía desorientado en el asfalto.

Apuntó el filo de su cuchillo con dirección a él y mi instinto de inmediato se activó. Le lancé dos estrellas a su brazo derecho lo cual causó que a primera instancia se detuviera y me observara quitándoselos con gran facilidad, mientras sus pasos se dirigieron hacia mí olvidando por completo a Riben. Empuñé mi daga lista para atacar, pero no fue necesario porque mi puntería fue perfecta y sucedió justo lo que maquiné.

Aquellos libros que leía con anhelo no me fallaron. Su brazo comenzó a sangrar sin cesar y vislumbré como había dañado una de sus arterias principales. Para un fuerte, el desangrarse por esa vía le tomaría cerca de veinte minutos morir o pudiera que quince dependiendo de su habilidad a cicatrizar o los litros de sangre extra que corren por sus venas, pero aquel hombre no era un fuerte, así que le tomaría cinco minutos o menos en efectuarlo, sin embargo, eso no era lo suficiente efectivo para mí, porque sus manos terminaron alrededor de mi cuello. Lo apretó al tiempo que me elevó un tanto hasta que me encontré de puntillas, aunque poco a poco, su amarre se volvió débil y lánguido.

Su corazón comenzó a latir cada vez más lento al tiempo que su pérdida de conciencia le invadía y antes de que pudiera muriera desangrado, Riben se reincorporó y clavó sin remordimiento alguno un pedazo de vidrio de la ventana estrellada en el cuello del hombre dándole fin a su vida.

Por un momento, permanecí helada tras observar su cuerpo inerte, porque no consideré su vida hasta que esta se difuminó frente a mis ojos. Mi trance no duró demasiado, ya que fui jalada por Riben para que continuáramos ayudando a los otros chicos.

Me dirigí hacia Roberta, qué si bien, ella no era buena con los cuchillos, sí lo era en esquivar. Contemplé en ese instante del porque la habían traído ese día, pues de manera impresionante y ágil, esquivaba cada posible golpe y amarre que el guardia fuerte intentaba hacerle. Cuál si fuera una bailarina o contorsionista, brincaba, subía y bajaba siendo imposible atraparla, aunque ella se cansaría pronto, así que antes de que sucediera, intervine con una de mis cuchillas que fue a la parte trasera de la rodilla del guardia haciéndolo doblar, pero eso no bastó.

Roberta tomó mi mano para dispersarnos, puesto que corríamos el riesgo de ser capturadas y yo poder ser reconocida pese que el paliacate seguía cubriendo medio de mi rostro. Además, ya no deseaba herir a más ciudadanos.

Finalmente, Pablo nos ayudó lanzando otra perla de humo que nubló la vista de aquel guardia.

—¡A la cumbre! —gritó Faustino estando ya todos libres, aunque nos detuvimos frente al caos tras darnos cuenta que cerca de ocho guardias se direccionaban hacia nosotros arriba de corceles, creyéndonos los culpables de aquel desastre que en realidad sí que lo éramos.

—¡Son demasiados! —vociferó Marino aferrando sus dedos a su melena.

Me detuve pensando en mí alrededor, cuando entonces observé a Roberta.

—Que tan buena eres con eso —le exclamé mirando su arco en la espalda.

—La mejor, pero esto no los detendrá.

—No te pido que les apuntes a ellos —agregué en el momento que todos siguieron mi mirada.

Era una torre de agua elevada que alimentaba los puestos adyacentes sostenida por pilares de maderas que no cederían fácilmente, pero qué si apuntábamos al espectacular sostenido con cuerdas si lo haría. Roberta sonrío captando mi punto, por lo que cuando lanzó la segunda fecha al pesado anuncio esté se cayó y de manera sistemática la torre cedió bloqueando su paso de los guardias.

—Esas son mis chicas —emitió Faustino con una sonrisa para emprender paso a la huida dispersándonos en parejas logrando camuflajear nuestro andar, sin embargo, no contamos con que un guardia apareció detrás de ambos.

El fuerte saltó la nada a Faustino consiguiendo que esté fueran directo al pavimento. Tomó su brazo de tal modo que casi pudo haberlo roto el brazo por los gritos surgidos de la garganta de Faustino seguido de recibir un violento golpe en el costado de sus costillas que le quitó el aliento.

—Están detenidos por rebeldía a la nación y traición a la corona —nos espetó aquel guardia.

—Espere —le exclamé al guardia con intención de revelarle mi identidad sí con ello dejaba de dañar a Faustino quién se encontraba debajo de su bota asfixiado—. Yo soy...




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