El humo de la bomba que activó Faustino hizo picar la garganta y ojos de todo ciudadano cercano. Debimos colocarnos los paliacates blancos que permanecían en nuestros cuellos por ello y nos dispersamos entre la multitud a paso veloz de no ser que una explosión en el local que visualizamos con anterioridad estalló en un retumbante sonido que provocó que tanto Faustino como yo, debiéramos agacháramos, así como el resto que nos rodeaba debido a los inesperados sucesos que acontecían.
—Eso no debía suceder —me aseguró Faustino, mientras avanzaba al recinto.
Le seguí por simple instinto con la mirada en dirección a los desertores que emergían de aquel establecimiento por la puerta a excepción de Riben, quién fue repentinamente lanzado por la ventana.
Detrás de él, emergió un corpulento hombre que le seguía. Pablo se destinó de inmediato a ayudarlo, sin embargo, fue tomado por uno de los guardias que nos observaron minutos atrás capturando por igual a Marino.
—Quedan arrestados —logré leer los labios del guardia.
—Yo voy por Riben —dije con la certeza de que no me arriesgaría a que un guardia fuerte me reconociera.
Faustino pareció estar de acuerdo.
—Deberías meterte con alguien de tu tamaño —mi valentonada voz sale a no más de un metro de distancia del rebelde.
—Solo alguien tan segura podría decir eso —su sonrisa me hizo saber que creía que yo era Vanss. Mi corazón latía fuerte. Tenía miedo y valor al mismo tiempo—. Ahora te atiendo —su mirada se postró en Riben, quien yacía desorientado en el asfalto.
Apuntó el filo de su cuchillo con dirección a él y mi defensa de inmediato se activó. Le lancé dos estrellas a su brazo derecho lo que causó que a primera instancia los removiera con facilidad. Olvido por completo a Riben para dirigirse a su agresora. Empuñé mi daga lista para atacar, pero temo que no fue necesario, siendo que mi puntería fue perfecta e hizo justo lo que maquiné.
Aquellos libros que leía con tanto anhelo no me fallaron. Su brazo comenzó a sangrar vertiginosamente debido a que había dañado una de sus arterias principales. Para un fuerte, el desangrarse por esa vía le tomaría cerca de veinte minutos antes de morir o pudiera que quince dependiendo de su habilidad a cicatrizar o los litros de sangre extra que corren por sus venas, pero aquel hombre no era un fuerte, así que le tomaría cinco minutos o menos en efectuarlo, aunque para mí eso no era lo suficiente pronto, ya que las manos del hombre terminaron alrededor de mi cuello. Lo apretó con severidad al tiempo que me elevó al punto que me encontré de puntillas. Por fortuna, poco a poco su amarre se volvió débil y lánguido.
Su corazón comenzó a latir cada vez más lento al tiempo que su pérdida de conciencia le invadía y antes de que pudiera morir desangrado, Riben se reincorporó y clavó sin remordimiento alguno un pedazo de vidrio de la ventana que estalló minutos atrás en el cuello del hombre dándole fin a su vida.
Por un momento, permanecí helada tras observar su cuerpo inerte, pues no consideré su vida hasta que esta se difuminó frente a mis ojos. Mi trance no duró demasiado, ya que fui jalada por Riben para que continuáramos ayudando a los otros chicos.
Me dirigí a Roberta, qué si bien, ella no era buena con los cuchillos, sí lo era en esquivar. Contemplé en ese instante del porque la habían hecho venir ese día, pues de manera impresionante y ágil, esquivaba cada posible golpe y amarre que el guardia fuerte intentaba ejecutar. Cuál si fuera una bailarina, brincaba, subía y bajaba siendo imposible atraparla, aunque pronto se cansaría, por lo que antes de que sucediera, intervine con una de mis cuchillas que fue a la parte trasera de la rodilla del guardia. Esta se doblo, pero no era suficiente.
Roberta tomó mi mano para dispersarnos, puesto que corríamos el riesgo de ser capturadas y yo perdería mi anonimato pese que el paliacate seguía cubriendo medio de mi rostro. Sin mencionar que ya no deseaba herir a más ciudadanos.
Finalmente, Pablo nos ayudó lanzando otra perla de humo que nubló la vista del guardia.
—¡A la cumbre! —gritó Faustino ya todos libres, aunque nos detuvimos frente al caos tras darnos cuenta que cerca de ocho guardias se direccionaban a nosotros arriba de corceles. Nos creían culpables de aquel desastre que en realidad sí lo éramos.
—¡Son demasiados! —vociferó Marino aferrando sus dedos a su melena.
Me detuve pensando en mí alrededor, cuando entonces observé a Roberta.
—Que tan buena eres con eso —le exclamé mirando su arco en la espalda.
—La mejor, pero esto no los detendrá.
—No te pido que les apuntes a ellos —señalé con ma mirada y todos la siguieron.
Era una torre de agua elevada que alimentaba los puestos adyacentes sostenida por pilares de maderas que no cederían fácilmente, pero qué si apuntábamos al espectacular sostenido con cuerdas se conseguiría. Roberta sonrío captando mi punto, por lo que cuando lanzó la segunda flecha al pesado anuncio este cayó y de manera sistemática, la torre cedió bloqueando el paso a los guardias.
—Esas son mis chicas —emitió Faustino con una sonrisa. Nos dispersamos en parejas para camuflajear nuestro andar, sin embargo, no contamos con que un guardia apareció detrás de ambos.
El fuerte saltó de la nada a Faustino y ambos fuimos directo al pavimento. Tomó su brazo de tal modo que casi pudo haberlo roto por los gritos surgidos de la garganta de mi acompañante seguido de recibir un violento golpe en el costado de sus costillas que le quitó el aliento.
—Están detenidos por rebeldía a la nación y traición a la corona —nos espetó aquel guardia.
—Espere —le exclamé al fuerte con intención de revelarle mi identidad sí con ello dejaba de dañar a Faustino, quién se encontraba debajo de su bota asfixiado—. Yo soy...
Un grito surgió de mi garganta, pues otro guardia apareció presionando mi mano en mi muñeca que estrangulo mi voz tras el sometimiento. No se detendrían. No me escucharían, no lo harían porque simple y sencillamente yo no era nada más que una rebelde seguidora que debían erradicar cual plaga se trataba.
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Editado: 24.09.2025