En los ojos de la reina

Capítulo 35: Volver a la acción

Añoraba ser Ana. De hecho, extrañaba a todos esos chicos que me hacían sentir como alguien de mi edad pese que en realidad, todas mis experiencias a su lado no pudieran definirse exactamente normales, sin embargo, comprendía lo imposible que era poder visitarlos, ya que no habría forma de explicar un brazo sostenido por un cabestrillo, por lo que solo me restó esperar a que el mensaje dejado a Gerardo la última vez que le visité fuera escuchado consiguiendo que Vanss viniera a mí.

Debió transcurrir casi otras dos semanas más para que mi brazo se liberará de aquel impedimento, aunque el dolor obviamente se conservaba palpable pese que aquello disminuyera considerablemente gracias a los desinflamatorios que Mirna me prescribió. Durante aquel tiempo, Mikaela vino a visitarme. Pasar el tiempo con alguien distinto a guardias, asesores y mi consejero me hizo bien.

—Supongo que ya has escuchado lo que todo Victoria dice acerca de mí —la miré reacomodarse del sillón debido a mi pregunta, mientras sus dedos se deslizaban entre su flequillo como mecanismo de defensa. No era ajena a los rumores surgidos acerca de que la débil reina había apartado de su camino a toda su familia, junto con todo aquellos que se interpusieran para convertirse en regente.

—Mi padre al igual que yo estamos preocupados por ti. Esa gente puede hacértelo difícil en extremo, créeme. Espero puedas protegerte lo suficiente de esas perversidades. Nosotros estamos contigo. Jamás lo dudes —sonrió con honestidad. Su mano se colocó sobre la mía en apoyo.

—Entonces... ¿no creen lo que dicen de mí? ¿No me temen?

—¿Alguna vez nos lastimarías?

—Nunca, Mika.

—Pues eso es suficiente para mí. Además, de alguna forma te comprendemos. Yo te comprendo. Sé que no puedo compararlo, pero entiendo lo que es que te crean diferente al resto y que te juzguen por ello. No soy como cualquier fuerte, pero eso ya lo sabes ¿no? Al igual que tú, poseo una pequeña anomalía que el espejo me recuerda todos los días.

Sin poder evitarlo, me enfoqué en aquel verdoso ojo con visibles manchas rojas, aunque ella y yo éramos muy distintas, pues su habilidad se maximizó gracias a su inmunidad al dolor, mientras que la mía simplemente carecía de tantos aspectos al grado que me cuestionaba si realmente merecía ser llamada y tratada como una fuerte, sin embargo, la cuestión que sí ella hubiera nacido en el tiempo que mataban a anomalías me invade ¿Le abrían dañado u ocultado?

—Lo que debes hacer es entretener a todos esos fuertes para que hablen de esos chismes habituales que tanto les encantan difundir.

—Qué sugieres.

—Pues, sí bien recuerdo existen diecisiete jóvenes esperando por ti todavía, Su Alteza.

Su sonrisa pícara me invadió. Ambas nos divertimos un tiempo revisando los expedientes de mis contendientes. Algunos apuestos y otros simplemente descartables.

En realidad, no lo hubiera definido como una celebración, considerando que solo la mitad de ellos asistieron entre los que destacaban Jerte e Iriden, pero aquel evento fue el primero desde que mi padre pereció un mes y medio atrás. Descubrí que la gente olvida con rapidez incluso si yo era considerada por mis súbditos una reina taciturna.

No la pasé mal para ser sincera pese que mis experiencias siendo el centro de atención nunca fueron las mejores. Supongo que ellos debieron fingir simpatía acorde a sus motivaciones conmigo.

—Gracias por considerarme en esta audiencia, Alteza —dijo Iriden, mirabamos al resto de contendientes qué se regodeaban entre ellos con sus múltiples habilidades y estatus social.

El primogénito Marven era el mayor en la sala en cuanto a edad se trataba con veinticuatro ciclos, lo cual para esas alturas se consideraba que él ya debía estar bajo matrimonio junto con pronta descendencia, considerando que era el primero en la línea de herencia de una familia con renombre.

Tiempo atrás, hubiera elegido a Jerte como mi consorte, ya que Iriden simplemente no hubiera sido una opción. No teniendo a su hermano a mi lado. Entendía a la perfección que ese debía ser el orden natural de la reina, pero hacía tiempo que había dejado de hacer el deber al que fui educada porque me elección ya había sido tomada.

Me preparé para ir a Xelu. Había tenido una conversación con Vanss ya que logró colarse en la reunión de los contendientes y de esa forma, darle recursos e información. Durante el camino, abrazada de Rolan en su inseparable ciclomotor, pensaba en la conversación tenida con Damián, la cual fue en lo particular tan incómoda como dolorosa. Quizá más para él que para mí.

—Sé que fue su idea traer a Mika al palacio. Gracias por eso —le exclamé dentro de su nueva oficina instalada en el área de regimiento en la propiedad.

—Solo consideré traer un poco de alegría en su vida para verla sonreír de nuevo. Sé que los días se tornan oscuros para usted, pero desearía poder iluminarlos. Esperaba atraer a esa chica que peleaba por no perder sus ideales, impulsiva y con un temperamento dulcemente temerario.

—Temo informarle que esa chica desapareció hace tanto tiempo general, que ya no quedan ni cenizas de ella.

—No, yo sé que aún yace la joven que dos príncipes me contaron algún día. De la misma de la que yo me enamo...

—No lo diga. Deténgase, por favor —no lo permití terminar, siendo que me causó dolor el nombramiento de mis hermanos—. ¿Es que no lo entiende? Esa chica ya no existe más. Usted, se enamoró de alguien que ya no soy. Creyó en las palabras que un par de príncipes le contaron. Alguien que fui tiempo atrás, pero que para cuando usted se instaló aquí, ya se había desvanecido. Todo lo que piensa que soy es una mentira. Y estoy seguro que cuando lo descubra saldrá corriendo e irá en busca de una joven que sea real. Una que lo pueda ama... —su turno de interrumpirme con sus dos puños golpeando con fuerza la mesa de su oficina.




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