Desperté antes que él sol lo hiciera. Aquella vez la causa no fueron las pesadillas sino el estrés, angustia y miedo. Descargué toda mi furia en algunos sacos y obstáculos que se atravesaron durante mi entrenamiento, el cual yacía pospuesto hacia tres semanas atrás por mi herida en el hombro debido a una flecha.
Mi resistencia se mantenía un tanto intacta, pues logré recorrer tantas vueltas como mis pies soportaron alrededor del bloque de entrenamiento antes de poder dirigirme a la zona donde mejoraría mi puntería. Lo mío siempre fueron las dagas, cuchillos e incluso y en menor grado la espada, aunque en esa ocasión opté por practicar arco.
Tomaría mi desayuno en la sala privada, sin embargo, en cuanto miré al pequeño Joan salir de la cocina llevándose a su boca un caramelo casero supe que había vuelto.
—Damián —susurré su nombre con una sonrisa.
Me dirigiría a averiguar de su paredero, aunque fui interceptada por el coronel Irruso. Deseaba un par de documentos antes de su travesía, pues tras el destrozo del menester una gran carga de trabajo me absorbía al grado que sufría de insomnio por pensar en decenas de soluciones para las enmiendas que se acumulaba día tras día sobre mi escritorio, aunque la ayuda provisional de los interinos y Farfán como nuevo consejero.
Todos ellos me otorgaban minutos fuera de esas cuatro paredes. Aprobaban leyes y suministros para nuevas instalaciones militares, preparaban discursos para calmar los tiempos difíciles sin olvidar las estrategias militares que implementabamos para derrocar a los rebeldes y por último y menos importante, la nueva distribución de armamento en la guardia del palacio que pronto cedería. Lo único bueno de todo ello fue que eso me permitía dormir tan cansada que pese que fueran lapsos cortos, bastaban para no pensar en mis fantasmas personales.
Una vez en los pasillos. Casi llegando al despacho, Rolan soltó un grito para mí.
—¡Hey linda! He estado buscándote ¿Cómo despertó mi linda reina hoy? —su frase se ajustó a una corta reverencia. Su brazo rodeó mi cintura un instante para atraerme a él y besar mi mejilla muy cerca de la comisura donde mi boca iniciaba. Mis latidos se agitaron al ver sus hermosos ojos grises observarme.
—Temo que mucho antes del amanecer, mi querido Rolan —le devuelvo la sonrisa, seguido de alejarnos para seguir el paso. Él debía seguir mi acelerado ritmo por la prisa que me consumía.
—Y por lo que veo aquello no acabó con tu enérgico paso —explayó con velocidad alcanzando mis pasos.
—Siento tanto apresurarte a mi ritmo, pero Irruso quiere con urgencia unos papeles antes de partir.... bueno, antes de que ambos partan —mi rostro mostró tristeza, pues no deseaba que Rolan se marchara de nuevo, sin embargo, necesitaba de él y su encanto para averiguar ciertas cosas.
—Yo también te extrañaré —su mano tomó la mía para detenerme y acariciar mi rostro. De manera instintiva mis ojos rodaron a los fuertes que me escoltaban. Rolan siguió mis pensamientos y con una mirada profunda fui testigo de como surtió su control en aquel par de soldados fuertes—. Ya no dirán nada si es lo que te preocupa.
—¿Sueles hacer eso con frecuencia? ¿Abordar sus mentes?
—Tú me lo pediste —pareció algo contrariado ante mi repentino comentario—. Que nadie supiera lo nuestro hasta que fuera un anuncio oficial.
—Sí, sí, claro —intenté sonreír con naturalidad, pese que temí que viera en mí el miedo que en ocasiones me causaba el uso de su encanto. Tan imperceptible y ajeno—. Lamento habértelo pedido, Ron. Espero no pienses que te oculto. Juro que quiero que toda Victoria sepa que es mi deseo casarme contigo.
—Lo entiendo, Ofi. Eres una reina y sé las responsabilidades que implica serlo y ahora que hablamos de ello, me preguntaba si podrías otorgarme un par de minutos.
—¿Que sucede?
Sus labios se acercaron a mi oído derecho.
—Me gustaría que fuera en privado.
Algo en su tono me causó intriga, pues minutos atrás había controlado a mis guardias para que guardaran el secreto de lo nuestro y ahora quería estar a solas.
—Pero Ron, se marchan en quince minutos. Irruso fue claro en ello —comencé a avanzar de nuevo por el pasillo—. Quizá y pueda aprovechar y darte los documentos para que seas tú quién se los des y de ese modo matar dos pájaros de un tiro ¿no crees?
—Sí, claro, pero no me estás escuchando, linda.
Me destiné a abrir la puerta de doble abertura de la sala que reveló la figura de Damián frente a la ventana.
—Ofi por favor escúchame yo... —Rolan detuvo sus palabras tras vislumbrarlo—. General Marven —con un asentamiento de respeto Ron detuvo su paso al igual que el mío se mantuvo a un costado del escritorio al ritmo de mis latidos golpeando mi pecho por su inesperada visión.
—Buenos días reina Tamos —Damián realizó una reverencia que asente—. Guardia Rolan —dirigió una profunda mirada a Rolan que si pudiera dañar estoy segura de que habría lo abantido al instante.
El momento del que tanto había huido finalmente llegó con algo más de incomodidad, pues el recuento de daños a aquel par de hombres frente a mí recayo.
Intente disolver el denso ambiente con un carraspeo de mi garganta.
—Retomaremos nuestra plática después de que vuelva ¿le parece? —Ron únicamente me miró y asentando con la cabeza—. Ahora, vaya con el comandante Irruso y otorguele esto. Dígale que fue en el ciclo 697. El sabrá a lo me refiero —le entregué los papeles a Rolan y con renuencia los acepta no sin antes rosar mis dedos con los suyos. Su rostro reflejó nada menos que frustración por no haber podido tener aquella conversación.
Me pareció que de verdad deseaba hablar conmigo, pero lo cierto era qué me asustó hacerlo y por eso busqué aplazarlo, porque quizá y se había dado cuenta de lo que significaba estar a mi lado y no precisamente pudiera que me refiriera al eminente peligro de estar a mi lado, sino a la espera. Tal vez él no quería ser el segundo en mi mente y lista de prioridades y por eso fingí no prestarle atención. Quizá Rolan se iría y me abandonaría.
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Editado: 09.10.2025