En los ojos de la reina

Capítulo 44: De vuelta al inicio

Debe ser patético que esta haya sido la forma en la que terminé dentro de este interrogatorio, arrestada, prisionera y juzgada por traicionar a la corona y mi reino entero. A mi imperfecta, pero amada Victoria. Acusada por ser creadora de una rebeldía que derrocaría a todo fuerte que se interpusiera a mi regencia.

La prueba, yace en que ayudé a liberar a Pablo, Ana y Agustín (presuntos rebeldes) de las garras de una muerte segura. Bueno, tal vez de eso sí que era culpable, pues les salvaría las veces que fueran necesarias, aunque no lo soy de la verdadera razón por la que me encuentro aquí y esa es el asesinato de mi familia.

Una futura sentencia a muerte es lo que me espera al amanecer. Para ser sincera dudo que aquello se lleve a cabo, pues yazco completamente segura de que los rebeldes lo conseguirán primero. Mucho antes de que mi sentencia a muerte sea escrita. De eso apuesto mi vida.

Idiota.

Retiro mis manos del rostro sintiéndome furiosa, frustrada, pero sobre todo idiota, siendo que terminé traicionada por los dos hombres en los que yo más confiaba.

"Y creí que la mentirosa era yo"

Hay que estar cerca de los enemigos, pero aún más de los amigos. Leí las palabras del libro de Dan. Aquel día que le encontré. Al parecer, nunca lo comprendí. No del todo al menos. No era que yo haya sido la más sincera con ellos, pero lealtad la tenían.

Si me detengo analizarlos, pueda que a simple vista sus vidas se miren completamente distintas. Uno, un seguidor con los ojos más grises y profundos que he visto en toda mi vida, de cabello castaño y piel olivácea, testigo de los rayos del sol a los que había servido. Aquella complexión de amplios hombros y musculosos brazos, resultado del duro entrenamiento que un soldado real llevaría, y que con todo ello no le sería suficiente, ya que podría ser vencido rápidamente por mi segundo traidor.

Un fuerte qué, aunque su complexión no fuera robusta a través de ese uniforme que le revestía aparentando ser inofensivo, era capaz, inteligente y ágil cuando del arte del combate se trataba. Aquel par de secretos ocultos en esa discreta sonrisa y rostro de cejas pobladas y negras como su quebrado cabello que contrastaba con su blanca piel, producto de los escasos rayos del sol que habitan en Santiago podía ser mortíferos de proponérselo.

En conclusión; fuera fuerte o seguidor, ambos lastimaban de la misma forma. Traicionaban por igual. Ninguno dejaba de ser un simple humano capaz de contener dentro de él, tanta maldad como bondad. Ambos juraron salvarme. Ambos juraron sentir amor por mí y ambos, me mintieron.

Todos mientes y ellos no fueron la excepción.

Es gracioso, pero inclusive con mi sentimiento de prospera rabia por sus actos siento lástima por aquel par de chicos, siendo que en cuanto a Rolan corresponde, comprendo que él solo fue un peón en este juego y el cual su misión dentro del plan ya se ha llevado a cabo. Ahora, es un hombre peligroso por tal habilidad poseía y por lo tanto, no les será conveniente conservarlo con vida y en cuanto le encuentren en la prisión donde el soldado le dejó, le acabaran o pueda que escape encantando a quién pueda.

Y sí vuelvo a Damián. De antemano sé que él es el General de Victoria. El hombre que está a cargo de esta nación ahora que yo permanezco aquí, lo que significa que es un obstáculo para que los rebeldes tomen en su totalidad el palacio y realicen su golpe de estado deseado.

Sus muertes deberían siquiera consolarme, pero no lo hace, porque una gran parte de mí desea que al menos sus decesos sean veloces, ya que algo me dice que la mía no lo será, aunque de alguna forma u otra conseguí brevemente poder volver a ver a mi hermano, tocar su rostro. Lo cual fue lo más maravilloso que me ha pasado en meses. Puede que hayan sido tan solo segundos, considerando que después de ello intentó clavarme una daga en el pecho, pero poco importa, porque él vive. No sé cómo, pero lo está.

Me pregunto, que nos harán cuando vengan por nosotros. Desearía morir sabiendo que mi hermano no cree que soy un ser desalmado y siniestro. El solo pensarlo me provoca escalofríos, pero no puedo morir. No ahora que sé que Ben yace vivo y en peligro, pues de antemano reconozco que él será el enemigo uno a combatir.

En verdad temo por mi hermano. Por ambos en realidad ¿Que nos harán cuando estemos en su poder? Apostaría todo a que me dejarán verlo morir antes de ofrecerme el mismo destino. Todavía soy capaz de recordar a ese chico llamado Diego. Espetó que le gustaban los juegos y sin duda eso me estremece. Las cosas que su mente retorcida podría hacernos me invaden.

¿Acaso recuperé a Ben para perderlo de nuevo?

¡No! me niego a que él muera hoy. Mi hermano es la única persona que me queda. La única que amo verdaderamente y no moriremos. No sin luchar antes.

Tomo todo valor adquirido y sin dudarlo me levanto de la silla con dirección al vidrio que me refleja.

—¡Abran la maldita puerta! —grito al son que golpeo el vidrio sin saber si realmente existe alguien detrás oyendo o viéndome.

Al final, lo único con lo que me encuentro es mi reflejo. Luzco fatal. Mi cabello está hecho un desastre. Mi trenza se desvaneció siendo intercambiada por una coleta floja que solo se sujeta por mis risos. Mis ojos lucen cansados y llenos de ojeras por debajo de ellos. Mi cuerpo se cubre en raspones y heridas que todavía sangran invaden la camisa que no me molesté en cambiar desde mi regreso de Los Balcones. La herida en la palma de mi mano que me proporcionó Benjamín no ha dejado de sangrar. Supongo que se abrió cuando el imbécil de Damián ingresó a interrogarme o por los posibles golpes en la puerta o desde que ofrecí aquel puñetazo a Rolan en el rostro. Me parece que siempre si debí permitirle a Mirna que la suturara, pero temo que ya es muy tarde para eso.

Duele menos de lo esperado pese que he comenzado a jadear más a cada minuto transcurrido por mi acelerada respiración. Sin embargo, aún con ello y la habitación fría, mi cuerpo permanece cálido. Mis latidos del corazón laten fuertes e incesantes al tiempo. Debe ser el coraje y adrenalina pura habitada en mí ser. No sé si sea bueno sentirme así, pero debo usarlo a mi favor.




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