En los ojos de la reina

Capítulo 45: Capturados

No está solo. Eren y otros cinco soldados acompañan a mi hermano, ya que los guardias más fieles de Damian se destinaron al salvaguarde del coronel Irruso, quién yace a un costado de mi hermano cuál escolta se tratara, mientras yo era liberada por Agustín. Marven fue lo bastante inteligente para sacarlos de la prisión, pero la alerta ya estaba hecha. Una reina fuera de su celda de interrogación no pasa desapercibida, por lo que darnos prisa es esencial.

Mi pecho se alivia tan pronto como mis ojos vislumbran a Ben. Aquel rostro que con los pasos de los ciclos se ha trasformado más como al de mi padre a excepción de aquellos redondos ojos y cabello castaño
idéntico al de muestra madre, me invade.

El coronel debe notar la tensión entre ambos, porque observa con detenimiento a Benjamín para qué este no intente atacarme de nuevo ahora que conoce la verdad, sin embargo, mi hermano se percata de aquella advertencia existente sobre mí y gruñe. Puedo contemplar con determinación que si él permaneció con ellos no debe ser porque se sienta seguro, sino atrapado, pues contiene toda ansia de ir nuevamente tras de mí y, aunque su mirada ya no es de enloquecido odio, tampoco refleja amor. Observo como aquel par de nudillos se transforman en blancos tras cerrar sus manos en puños.

No sé si debo acercarme o decirle algo, pero intentaré lo que sea para traerlo a mí de nuevo.

—Yo... no soy capaz de poder imaginar los pensamientos o sentimientos que todavía te rodean acerca de mí en estos momentos —levanto las manos en forma de paz, aunque de igual manera retrocede el paso que otorgo—. No deben ser buenos supongo, pero solo tienes dos opciones ahora: o vienes conmigo, peleamos por nuestras vidas y escapamos de aquí o nos rendimos, somos arrestados y morimos juntos, pues no pienso irme de este palacio. No sin ti.

Mis palabras no parecen afectarle en absoluto, puesto que su expresión continuó pétrea, sin embargo, en esta ocasión se dirigió en donde me encuentro y pese que su presencia y corpulencia me intimida, no retrocedo.

—Estoy aquí ¿cierto? —asegura, postra su mirada a su alrededor con desconfianza ante nuestros guardias. Por un segundo, me concentro en su larga cicatriz que se oculta en su espesa barba—. Elijo la alternativa en la que permanezco vivo, gracias. Iré con ustedes.

Me quedo sorprendida ante lo sencillo que resultó convencerlo. Tenía un buen discurso para hacerlo entrar en razón, aunque al parecer no fue necesario "Que alivio" Me giraría con una ligera sonrisa de triunfo, de no ser que esta se desvanece tras ver que Ben tiene algo más que espetarme.

—Dale las gracias a General de que mi mano no yazca justo en tu cuello dispuesto a quebrarlo en un solo acto, puesto que no dejó de defenderte e insistir que te escuchara antes de volver intentar acabarte, y el inminente peligro que el permanecer bajo este sitio significa también para todos por el momento, claro está —mira a todos con recelo antes de salir por los pasillos.

Por un instante mis ojos se dirigen a Damián. Quisiera darle las gracias, pero aún no estoy muy convencida de su lealtad o puede que sea muy idiota y orgullosa para aceptarlo.

Sí, debe ser eso último.

Detengo mi reprimenda personal en cuanto Marven nos incita a movernos para cruzar los pasillos menos habitados, sin embargo, comento la existencia de uno de los tres pasadizos ocultos que contiene este sitio, una vez que observamos a soldados movilizándose por nuestra búsqueda.

—Esperemos la distracción.

Deseo preguntar cuál es una vez que cruzamos el pasadizo del despacho personal de los soberanos de Victoria qué nos lleva a la parte trasera de los jardines de la zona oeste, pero los actos son más rápidos que las palabras. Comienzo a vislumbrar fuego que cede desde la las bodegas de archivo. Lo comprendo. La vibración pasada en el interrogatorio también la creo Damián y su equipo para así poder sacarnos a todos de la zona cero.

El maldito General era un estratega excelente.

Sin embargo, la distracción es lo suficiente llamativa para hacer lo mismo con nosotros, y no percatarnos del momento en que mi hermano salta al guardia que le custodiaba y de ese modo, despojarlo del filo para querer clavarlo en mí sin éxito alguno, pues Damián de inmediato se percata del acto y me ofrece un leve empujón para evitarlo y, pese no me daña, si me hace caer al asfalto de la plaza principal. Ante la falla, Benjamín desaparece, emprende marcha personal para alejarse de nosotros.

Y es que la realidad es que Ben nunca confió. Por alguna razón que no comprendo, él cree que le haremos daño y por eso fingió entender y adherirse al plan trazado e incluso aceptó mis palabras. Lo único que debía llevar a cabo era esperar la oportunidad y la encontró, sin embargo, pronto se percata de su error una vez que sus pasos le llevan a aquellos guardias en los que buscaba encontrar ayuda, pues le someten.

—¡No! —grito entre el caos, yendo arrastras a él antes de reincorporarme e ir tras mi hermano. Esquivo el amarre que Damián deseaba aplicarme tras contemplarme avanzar.

Es así que emprendo desesperados pasos hacia aquellos guardias que contienen a Ben. Enfundo mi espada para atacarlos, pero entonces una mano rodea mi muñeca. La lleva hasta mi espalda en una sola táctica, me hace caer al suelo con sumo dolor en la extremidad, ya que se trata de un fuerte.

Soy capaz de sentir el frio concreto que raspa con mi mejilla tras su sujeción.

—Agregar intento de escape a su gran lista de crímenes no será bueno para su juicio, Altecita —me susurra el guardia antes de reincorporarme para percatar como dos decenas de guardias que no pertenecen a la guardia real comienzan a someter al resto que nos mostraron su apoyo.

Éramos diez en total. Ocho personas que nos mostraron su lealtad a mi hermano y a mí y que ahora observo como son detenidas y sentenciadas en proporcionalidad.




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